J.ORTEGA Y GASSET, YO vs ALTER EGO


 

Juan le puse por nombre al personaje principal de la novela que estoy escribiendo.

Juan es mi otro yo. Se le conoce en composición lírica como alter ego, mi otro yo.

Juan es como la criatura Frankstein o como un robot que haya construido y le diga lo que tiene que hacer  o como Dorian Grey que dirá y hará lo que  Wilde disponga.

El asunto empieza cuando surge la pregunta si puede haber otro yo como mi yo, mi ego. No. Ese inventado yo no puede hacer ni decir cosas a las que yo, su creador, sea ajeno.

 No puede ser un matemático porque yo no soy matemático. Pero sí puede ser escalador porque yo soy escalador.

 Tolstoi escribiendo de las aristocracias rusa y francesa estaba como pez en al agua porque él era conde, pero sufría cuando tenía que escribir la vida de un campesino.

Ortega está de acuerdo en mi yo pero, se pregunta ¿quién es ese otro yo? Otro Hombre. ¿Otro yo que no soy yo?:

“El hombre alterado y fuera de sí ha perdido su autenticidad y vive una vida falsa” y es lo que hace el autor a través de su otro ego, de su alter ego inventado, vive una existencia que no es la suya, que sólo imaginó.

Cierto que en literatura hay obras de ficción que, aun relatadas por un alter ego, están basadas en mucha realidad que vivió el autor. Se reciprocan, se esfuerzan por hacer que dos situaciones se correspondan. Tales son los casos de F.S. Fitzgerald en Suave es la Noche, La ruta del Dr. Shannon, de A.J. Cronin o El retrato de Dorian Grey, de Wilde, etc.

Evaporado el yo ¿quién será el alter ego?

Dibujo tomado del libro
La psiquiatría en la vida diaria
de Fritz Redlich,1968
¿Hay alguna truculencia en este asunto de mí otro yo?:

“¿Qué queremos decir cuando decimos que tenemos delante Otro, esto es, otro como yo, otro Hombre? Pues ello implica que este nuevo ser  es yo, ego, pero que a la vez es otro, alter, que es un alter ego. Este concepto de alter ego, de un yo que no soy yo sino que es precisamente otro, por tanto no-yo, tiene todo el aire de parecerse a un cuadrado redondo prototipo de lo contradictorio e imposible…La voz castellana   “otro” viene de la latina alter…”(José Ortega y Gasset, El hombre y la gente)

El asunto es que si hay otro yo, cierto, ese tendrá otra existencia pero no dejará de ser  análoga o similar a la mía:

“La paradoja es fenomenal, pues resulta que en el horizonte de mi vida, la cual consiste  exclusivamente en lo que es mío y sólo mío, y es, por ello, tan radical soledad, me parece otra soledad, otra vida, en sentido estricto incomunicante  con la mía y que tiene su mundo, un mundo ajeno al mío, un otro mundo.”

Pero por más que mi alter ego no sea yo en realidad, de alguna manera soy yo, soy mi ego. Ortega pone el ejemplo de una manzana de la que sólo puedo ver una mitad y la otra mitad me queda oculta pero no quiere decir que no exista:
Con un alter ego que no soy yo

“Lo mismo que con la manzana me es dada en com-presencia la mitad de ella que no veo, que no veo pero que me es ahí.”

Para que no quede duda en la distinción entre mi yo y el otro yo que  inventé, Ortega escribe:

“Ya hice notar que la expresión alter ego no sólo era paradójica, sino contradictoria, y por tanto, impropia. Ego, en rigor, soy sólo yo, y si lo refiero a Otro tengo que modificar su sentido.”

El escritor de novelas tiene al menos cien alter egos que puede sacar de su morral. También tiene conciencia que son criaturas inventadas por él y él las maneja a su antojo o a la necesidad del argumento.

Pero igual puede acabar  manejado por su alter ego. Como el drogadicto que acaba siendo esclavo de su sustancia, o el alcohólico de su botella.

Corre el riesgo de perder de vista la playa en la que está parado. Como le sucedió al personaje femenino, gran actriz, de W. S. Maugham, que olvidó cómo era ella y terminó hablando como los personajes que interpretaba en la escena, según la ocasión que se le presentaba en la vida real.

Jean Wahl anota que “Hablando de la existencia del yo y la existencia, nos encontramos en presencia de una antinomia pues la existencia es una vuelta a sí mismo y al mismo tiempo un ir fuera de sí mismo. Puede haber una evaporación del yo.” (El camino del filósofo)

 
ORTEGA

“La voz castellana viene de “otro” viene de la latina alter…”(José Ortega y Gasset, El hombre y la gente) “José Ortega y Gasset (Madrid, 9 de mayo de 1883 – ibídem, 18 de octubre de 1955) fue un filósofo y ensayista español, exponente principal de la teoría del perspectivismo y de la razón vital (raciovitalismo) e histórica, situado en el movimiento del Novecentismo.”WIKIPEDIA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

Seguidores