El urólogo levanta la placa y dice,
después de observarla: es necesario operar. O puede decir: todo está bien,
siga normalmente su vida.
Sin vivir esa situación de frontera
todos pueden reírse de la existencia del azar, en relación con la libertad del
individuo.
Todos. Pero este individuo no se ríe. Ahora sabe que la
vida está llena de semáforos. Y cada vez que espera la luz verde, para cruzar
la calle, se pregunta dónde quedó mi libertad de decisión?
El que barre mira hacia su jefe
inmediato, éste al director de la institución, el director ve hacia la
coordinación de la investigación científica, la coordinación consulta al
rector, el rector a la junta de gobierno
de la universidad, y la universidad, aunque autónoma, ve las intrínsecas necesidades
nacionales, y las necesidades nacionales tienen que ajustarse a los ritmos
internacionales…
Una de tantas definiciones, y esta es
de Schopenhauer, es que libertad es ir por todos lados sin que algo nos impida
seguir avanzando.
Esto de la idea del semáforo es
endiabladamente lógico, dice mi compañero de montaña. Hay otro nivel, que debe
ser igualmente lógico, pero que ya no entendemos y se manifiesta en la el azar
o suerte. Muchos lógicos y otros muchos ilógicos han escrito sobre la suerte y
la libertad.
Mencióname uno.
Aristóteles. Pensaba en la causalidad
material y en la causalidad vital. Ambas causalidades parecen meterse con la libertad del
individuo. Un mecanicismo atómico que no
compone poemas o un espiritualismo siempre
vigilante que no nos brinquemos
las trancas.
¡Dos determinismos! Uno para los materialistas con sus átomos y otro para los espiritualistas con sus mónadas. ¿Entre tanto, dónde quedó la libertad del individuo?
¡Dos determinismos! Uno para los materialistas con sus átomos y otro para los espiritualistas con sus mónadas. ¿Entre tanto, dónde quedó la libertad del individuo?
¿Es la física, es Dios o, se
preguntaba Aristóteles, puede haber un tercero llamado suerte? Aristóteles,
como se sabe, pensaba diferente de su maestro Platón. Éste con la Ideas
metafísicas y aquel con las físicas.
No obstante, Aristóteles creía en la
existencia de Dios como un primer motor que echa a andar todas las cosas y situaciones.
Lo cual no lo aparta de su inclinación escéptica que lo lleva a cuestionar lo
que él cree con toda convicción. ¿Y así fue como un día se encontró con eso que se llama
suerte!
Inclinación filosófica, más que
teológica, que lo llevaría a ser aceptado, estudiado y, a su vez, cuestionado,
por los grandes pensadores de la Edad Media, principalmente por santo Tomas de
Aquino. Y escolásticos que buscaban la coherencia de la fe con la ciencia.
Aristóteles no era una abstracción científica, de 24 horas tras el ocular del microscopio,
y tampoco una abstracción religiosa, de 24 horas en la meditación espiritual.
Aristóteles se pregunta que si no son
los átomos y si no son los ángeles, ¿quién, o qué, es?:
“Todas las cosas por consiguiente,
dependen de la suerte, a no ser que haya un principio fuera del cual no sea otro,
y el cual, meramente por ser tal, puede producir tal o cual resultado.” (Ética eudemia)
Caminamos cuatro horas entre el
bosque alto, ya en los cuatro mil. Un poco más allá empieza la zona de nieve y hielo de la lengua
(morrena) del glaciar Ayoloco, en la vertiente oeste de la montaña
Iztaccihuatl, en el suroeste del Valle de México.
En la última media hora las
condiciones del tiempo, propio del verano en el país, nos anunciaron lo
inminente de una fuerte tormenta. Alcanzamos a levantar las tiendas apresuradamente
y la tempestad llegó como aguanieve. La
temperatura se fue hasta el sótano pero nuestras tiendas son para resistir
estas condiciones y las bolsas de dormir por demás confortables.
Por tres horas, ya en la noche, nos
cayeron todas las nubes negras que el
viento del este empujó con violencia sobre nuestro campamento.
Dibujo tomado del libro La psiquiatría en la vida diaria de Fritz Redlich,1968 |
Era de esas tormentas que más abajo
desgaja laderas y se lleva y desaparece
pueblos.
Nosotros estábamos en el límite alto de bosque y sobre una ladera rocosa firme. Bajo un alto follaje que protegía a las tiendas de los vientos.
Nosotros estábamos en el límite alto de bosque y sobre una ladera rocosa firme. Bajo un alto follaje que protegía a las tiendas de los vientos.
Esta especie de dramatismo no es nada
extraña en el alpinismo. No es común, pero tampoco excepcional. Es común dentro
de lo excepcional.
Como la Pamplonada es común porque,
la excepcional descarga de adrenalina para el que corre por las calles entre los toros, ya hasta se anuncia en los
paquetes de turismo en el mundo ¡Participe en los encierros de San Fermín!
A las tres horas la tormenta perdió
fuerza y siguió sólo una ligera caída de nieve que se fundía pronto dada la
altura en que nos encontrábamos.
Pero entonces empezó, o se hizo más
frecuente, lo que ya no podíamos controlar. Le llaman tormenta eléctrica. Relámpagos y
descarga del rayo por demás ensordecedor y temible que estallaba por todos
lados.
Es cuando se piensa que en el Olimpo
los dioses, ¡ y sobre todo las diosas! juegan los dados, unos empeñados en sacarte de esta vida y otros en
que sigas viviendo. ¡Y tú cruzado de brazos esperando el veredicto porque nada
puedes hacer! ¡Como cuando esperamos el veredicto del urólogo, o que se ponga a luz verde del semáforo!
Durante unas tres horas creímos que
los rayos estallaban sobre nuestras cabezas a sólo unos metros de nuestro
vivac. Pero ninguno de las descargas nos alcanzó ni de manera adyacente, es
decir sus efectos periféricos, disminuidos por la distancia.
El amanecer fue una mañana bella,
apacible, sin viento, con el sol filtrándose entre el bosque y el cielo azul libre de
nubes.
¿Por qué salimos ilesos? El azar, la
suerte, se manifestó. Estábamos en medio de los árboles…Lo “normal” no había
sucedido y aquí estábamos.
Parece algo extraño hablar así.
Parece algo extraño hablar así.
Como alguien que vaya caminando por la calle y
no le caiga encima un avión. ¡Sucede con frecuencia que
los aviones se estrellen contra el suelo o se hundan en las aguas del mar. Pero, cosa inexplicable, a algunos no les caen los aviones encima...
Los que no se caen están envueltos en
el azar. Los vemos volando perderse
entre las nubes y a la distancia llegando a su pista de aterrizaje.
Mi compañero pregunta si vivimos todos los
días protegidos por el azar y no en lo
que tenemos por normal.
Ni idea, le contesto, y le recuerdo
la vez que estuvimos en la cumbre arqueológica del monte Teocuicani, 3,150 m.s.n.m.,sur del
Popocatépetl, al norte del pueblo de Tetela del Volcán.
Un hombre anciano curaba mediante el
modo de lo que en México se llama “limpia”. Que algunos le dicen magia. Era obvio que daba resultado y nos consta. ¡Lo
vimos! Pero con nosotros no dio
resultado. Era gente de la región y estaban absolutamente seguros del resultado. Nosotros, de la ciudad,
empezamos a analiza aquella magia…
Cuando analizas tanto la magia, como
sucede con el azar y la suerte, desaparecen.
No porque no existan sino porque se les analiza con el instrumental equivocado. Queremos explicar fuerzas vitales con los recursos de la fenomenología.
"...no podemos emplear legítimamente el concepto de causalidad para trascender los fenómenos valiéndonos de una argumentación causal para probar la existencia de Dios." (F. Copleston, Historia de la filosofía, tomo IV, Cap. primero)
No porque no existan sino porque se les analiza con el instrumental equivocado. Queremos explicar fuerzas vitales con los recursos de la fenomenología.
"...no podemos emplear legítimamente el concepto de causalidad para trascender los fenómenos valiéndonos de una argumentación causal para probar la existencia de Dios." (F. Copleston, Historia de la filosofía, tomo IV, Cap. primero)
"La buena suerte opera en la misma esfera en que nuestras capacidades o posibilidades no pueden hacer nada, donde nosotros no tenemos ningún control, ni podemos llevar a efecto la acción".(Aristóteles)
Fue cuando le comenté a mi compañero algo que leí en la Filosofía de Jean Wahl:
“el azar sólo cabe afirmarlo. Si se
le analiza, desaparece. Explicarlo es eliminarlo con la explicación. Tenemos, pues,
que elegir entre la afirmación y el analizar del azar.” Introducción a la filosofía, Cap. VIII)
“Jean Wahl nació en Marsella, en 1888. Falleció en París en 1974. Filósofo
francés. Tras ejercer como profesor en EE UU, regresó a Francia (1945) para
enseñar en la Sorbona y fundó el Colegio Filosófico de París. Es recordado,
sobre todo, por su estudio sobre La desdicha de la conciencia en la filosofía
de Hegel (1929). Otras obras a destacar son, entre otros títulos,
Filosofías pluralistas de Inglaterra y
América (1920), Hacia lo concreto (1932) e Introducción a la filosofía (1948).”
WIKIPEDIA
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