J.M.MORENTE Y EL VIEJO TEMA DE LA METAFÍSICA


 

La razón teórica es la frontera que no puede  pasar la metafísica. Pero a la vez la metafísica no puede ser invadida por la razón teórica.

Cada quien en el lado de banqueta que le corresponde. ¡Y el humano en medio, tironeado por los dos! Es a la conclusión que llega Kant en su Crítica de la razón pura.

Pero, dice Morente, aún queda para el humano la razón práctica para intentar llegar a los terrenos de la metafísica.

Así se hablaba en el mundo viejo. Pero ahora a quién le importa ese asunto de la metafísica, ya muy enredado de por sí.

(Definición de la metafísica por Ramón Xirau: “teoría del ser en cuanto ser. Las principales ramas de la metafísica  son la cosmología, la psicología racional y la teología racional.” Introducción a la historia de la filosofía)

El voluntarismo fenoménico de Schopenhauer llega un momento, sin embargo, que parece ir más allá del fenómeno. Coplestón hace la observación: “Schopenhauer admite el hecho de que no podemos conocer la voluntad metafísica en sí y que ésta puede tener atributos que no conozcamos.”

Frederick Copleston, Historia de la filosofía, Vol.3 segunda parte, cap. XIII)

En la actualidad la maravilla del Internet, las redes sociales y la televisión nos han hecho un modo de vivir que hace apenas pocas décadas ni siquiera soñábamos. Un mundo virtual increíble de tan bello y nosotros como parte de ese mundo.

Ya ni  es necesario ir al cine pues tengo cincuenta películas para escoger  en uno de tantos programas de la televisión  y también cincuenta canales televisivos y cuento con  300 amigos por las redes. Todo esto sin salir de mi casa, lejos del mundanal ruido.


Dibujo tomado del diario El País.
Los teléfonos de pared y bocinita aparte, y cuya llamada apenas alcanzaba a la otra ciudad, como  el de Los Intocables, ya ni en los museos existen.

El  mundo moderno, con su teléfono celular, me  comunica en las noticias de la mañana, que la actriz X acaba de enojarse con su novio el futbolista, y para las 7 de la tarde, del mismo día, ya hay 2 millones de visitas a su blog procedentes de todo el planeta, China, Xochimilco, la Sierra Tarahumara, Tombuctú, Seattle…Muy interesados en conocer los detalles del mencionado disgusto.

Ahora por medio de estas comunicaciones ya estamos muy cerca todos, aunque yo no tenga la menor idea dónde está China o Xochimilco ¿Es fascinante seguir los detalles de esa relación amorosa. ¡Ojala se reconcilien, hacen una bonita pareja!¡Estaremos muy al pendiente!

¿A quién le puede interesar lo de la metafísica?

“La verdad ha dejado de tener importancia”,

escribe Antony Beevor, historiador británico (diario El País, 29/10/16)

Dice algo del Código Da Vinci: “A pesar que la película es absurda, la encuesta mostró que, después de verla, casi la mitad de la diseñada para representar a la población estaba convencida de que María Magdalena había tenido un hijo con Jesús y de que su linaje pervive hasta hoy…El peligro es que, en la actualidad, para la mayoría de la gente esta “historia para entretener” es la principal fuente de conocimiento histórico.”

Pensamos que tal vez quede por ahí alguien que todavía se interese por los viejos temas. Hurgando y hurgando (en Internet) encontramos que, en efecto, alguien se ocupa de las ideas de los grandes filósofos, de los novelistas y de los poetas. De lo mejorcito de la cultura de todos los tiempos. Vive en alguno de los fiordos “perdidos” de Noruega.

Vimos que  hace diez años abrió su blog. Tiene 300 visitas. ¿300 visitas en diez años? Cómo fue que la gente dejó de pensar, de frecuentar, aquellos temas de la gran cultura occidental? ¿Qué sucedió?

 Ya lo dijo Beevor: “La verdad ha dejado de tener importancia


Para algunos el tema de la metafísica es tan fascinante como la cumbre de la montaña a la que se dirige la expedición de alpinistas pero, que encuentran de por medio una enorme grieta de hielo. ¿Cómo alcanzar el otro lado del abismo?

Se necesita un puente, dice alguien, un puente que nos permita pasar de aquí para allá. ¿Cómo pasar de un mundo fenoménico hacia el panorama de valores perennes?

Hace tiempo la filósofa mexicana Juliana González dijo en un ciclo de conferencias que se llamó El que Sabe, Sabe, efectuado en el auditorio de la Biblioteca Nacional, de la UNAM,  que “En los tiempos que corren, debe conciliarse la materia y el espíritu, la naturaleza y la cultura y la ciencia y las humanidades, así como propiciar un encuentro entre tecnología y humanismo e integrar la memoria y el proyecto, es decir, nuestro pasado y futuro…Las humanidades, como hoy las entendemos, son una rama de disciplinas que se distinguen de la otra vertiente, la de las ciencias y la tecnología. Se trata de la filosofía, la historia, la literatura y la filología.”

¿Cómo pasar de un mundo fenoménico hacia otras regiones? Se ha escrito mucho de esto y sin embargo nunca deja de ser interesante, aunque sea a tres de mil.

Puede existir un modo de salvar el abismo, dice Morente, y es mediante la razón práctica:

“Si hubiera esos otros caminos que, en efecto, condujeran  a los objetos de la metafísica entonces  la Crítica de la razón pura  (de Kant) habría hecho un gran bien a la metafísica misma; porque si bien habría  demostrado la imposibilidad para la razón teorética de llegar por medio del conocimiento a esos objetos, demuestra también la imposibilidad de esa misma razón teorética para destruir  las conclusiones metafísicas que se logren por otras vías distintas del conocimiento.”

Morente nombra  la conciencia moral como puente:

“Pues bien; en ese conjunto de principios que constituyen la conciencia moral, encuentra Kant la base que puede  conducir al hombre  a la aprehensión de los objetos metafísicos.”

(Morente, Lecciones preliminares de filosofía, lección XX)

 

 

M.G.Morente
 

“Manuel García Morente (Arjonilla, Jaén, 22 de abril de 1886 – Madrid, 7 de diciembre de 1942) fue un filósofo español y, converso católico, en sus últimos años de vida fue sacerdote. Fue un gran divulgador, traductor de obras del pensamiento europeo, filósofo de cuño original, y gracias a su magisterio oral y escrito se iniciaron en la filosofía, y aún hoy día lo siguen haciendo, multitud de promociones universitarias….En 1912 obtiene la cátedra de Ética de la Universidad de Madrid. Su pensamiento oscila en este momento entre el kantismo —tesis doctoral sobre La estética de Kant (1912); monografía sobre La filosofía de Kant, Una introducción a la filosofía (1917); traducciones de la Crítica del juicio (1914), de la Crítica de la razón práctica (1918) y de la Fundamentación de la metafísica de las costumbres (1921) kantianas— y el bergsonismo —La filosofía de Bergson (1917)—. Durante los años veinte inciden sobre su mente el biologismo histórico de Spengler (tradujo la famosa Decadencia de Occidente del citado filósofo de la historia alemán), Rickert, Simmel, y la axiología, merced a la incorporación que se hizo de la obra de Scheler y Hartmann a través de la Revista de Occidente. En las postrimerías de este decenio termina las traducciones de las Investigaciones lógicas de Husserl (1929), junto con José Gaos, y del Origen del conocimiento moral de Brentano: el método fenomenológico será utilizado en adelante con singular destreza en su indagación filosófica.”WIKIPEDIA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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