La prueba para ser merecedor del
título, de rey de los aztecas, era
ascender a una lejana y alta montaña,
desnudo y descalzo.
Fray Diego de Duran, cronista del
siglo dieciséis, muy cercano a los días de la conquista, ofrece información un
tanto detallada de la ceremonia y fecha en que se efectuaba el ascenso principal.
La obra se llama: Historia de la Indias
de Nueva España e Islas de Tierra Firme. Nosotros consultamos el trabajo de
Editora Nacional, México, 1965.
Dirígese, el rey azteca recién electo,
en medio de una asamblea de señores principales, en la plaza central del coatepantli (muro de serpientes)de
México-Tenochtitlán, al más grande de todos los dioses, Tezcatlipoca, dando gracias por haber sido preferido por él para
desempeñar el cargo de emperador.
El adoratorio en la cumbre de la montaña. Hasta este punto debía llegar el Tlatoani. Medidas y orientación del lugar. . |
El título era tlaltoani, pero los historiadores españoles de la conquista, y
otros en los siglos posteriores, les adjudicaron
los modos que a la sazón corrían en Europa.
El sistema político de
México-Tenochtitlán era una mezcla de democracia, oligarquía y teocracia. De
hecho eran tres sumos sacerdotes: uno se llamaba Quetzalcóatl, el otro Toteclamacazquí
y el tercero Tláloc. Algunos historiadores
(Sahagún, Clavijero, etc.) hablan de república
y otros de reino. Pero un reino donde
el rey, el todopoderoso, ocupaba el segundo lugar, después de Dios.
Piénsese en la actualidad, por
ejemplo, del Papa, cabeza de toda la cristiandad católica, jerarca de mil
millones de personas, sí, pero sólo
vocero de Dios.
En los orígenes de esta historia el
pueblo del común (hombre Popular, le
dice Sahagún) designaba a sus dirigentes. Pero a raíz de la guerra contra
Azcapotzalco, el opresor de los aztecas, al que le rendía tributo, y perdida la
batalla decisiva, sucedió algo que iba a cambiar para siempre el modo de
gobernar en los aztecas.
El pueblo azteca, ya vencido, retrocedía espantado y a punto de emprender la
huida y ¡sálvese el que pueda! ¡Correr para la laguna, para el monte, para las montañas,
esconderse en otros pueblos!
Los dirigentes, que de todos modos
morirían, ya fuera a manos de su mismo pueblo, por haberlo llevado a la
derrota, o por el soberano de Azcapotzalco, se pusieron al frente marchando
solos contra el enemigo. Un grupo de tal vez no más de diez.
El pueblo, al verlos, detuvo su huida y los
siguió. En algún momento, dice Francisco Clavijero, se hizo un pacto. Si
perdían los guías, morirían, si ganaban, ellos decidirían en adelante, no el
pueblo.
Era una especie de otorgar poderes
especiales para siempre. Se aceptó, cargaron
con ánimo casi de suicidas pues estaban seguros que de todos modos el de Azcapotzalco exterminaría al pueblo
azteca.
Ganaron, destruyeron a Azcapotzalco y así quedó establecido el
modo de gobierno, en
México-Tenochtitlán, para los siglos que siguieron. Los dirigentes, a su vez,
juraron respetar al pueblo y atender sus necesidades.
Pero los mismos tres sumos sacerdotes
sabían que a las palabras se las lleva el viento. Que suele suceder, cuando los hombres ocupan puestos de dirección,
una especie de huracán aporrea el cerebro y actúan en contra tesis de lo que juraron.
Y entre más importante son los cargos más
expuestos están. Aflora el solipsismo con un rosario de patologías de la conducta
que no tardan en hacerse presentes.
"La lengua ha jurado, pero el corazón no ha prestado juramento" (Sócrates -Teetetes)
"La lengua ha jurado, pero el corazón no ha prestado juramento" (Sócrates -Teetetes)
Así fue como se ideó, y estableció,
para prevenir ese virtual despotismo, lo
que ahora llamaríamos un “candado”. Este no aparece en los discursos de toma de
posesión del cargo de “rey” (Sahagún, Historia general de las cosas de al nueva
España, Lib. VI, Cap. IX)
Pero sí en los decretos divinos a
cumplir por el tlatoani (en la citada obra de Fray Diego Durán): subir todos
los años al adoratorio máximo, del dios Tláloc, en lo alto de una lejana y
helada la montaña.
En la obra de Sahagún aparece esta advertencia que uno de los principales hace al rey cuando la toma de posesión del cargo: "Te quiere probar (Tezcatlipoca) y hacer la experiencia de quién eres, y si no hicieres el deber, pondrá otro en tu lugar."
En la obra de Sahagún aparece esta advertencia que uno de los principales hace al rey cuando la toma de posesión del cargo: "Te quiere probar (Tezcatlipoca) y hacer la experiencia de quién eres, y si no hicieres el deber, pondrá otro en tu lugar."
Monte Tláloc, nevado, visto desde el oeste Foto tomada en la pirámide del Sol, Teotihuacán |
No era una idea loca esto de que el máximo
jerarca hiciera esa ascensión. Ese contacto con la naturaleza bellísima,
tormentosa, llena de sol, llena de niebla, mucho aire, temperatura por debajo
del cero y ya dejándose sentir la altitud, lo que los montañistas conocen como
“mal de montaña”, o escases de glóbulos rojos en la sangre, por la deficiencia
de oxígeno.
Esa incursión a las montañas del mítico Tlalocan,
avatar material del paraíso espiritual de los mexicanos, era un auténtico
sinodal para el estado de ánimo del monarca.
No lo que le dijeran los eternas incondicionales oficialistas del palacio, sino
el más riguroso inventario biológico planteado por la “naturaleza natural”.
Foto aérea del santuario del dios Tláloc, en la cumbre (4,150.m.s.n.m.)de la montaña del mismo nombre en proceso de reconstrucción Tomada de Internet. |
No es lo mismo hablar de hambre que tener
hambre, y no es lo mismo tener hambre con los bolsillos llenos de oro, que
tener hambre sin poseer un centavo. Estas tres hambres, y otras cosas, se
piensan durante la ascensión. El rey en su palacio jamás iba a experimentar
hambre sin esperanza de satisfacerla. Jamás entendería el hambre de un
macegual. En la ascensión sí.
Había una razón de Estado para que
los tres principales sacerdotes exigieran la ascensión por decreto divino. En
la fuerza psicofísica del rey descansaba todo el mundo náhuatl.
medidas del adoratorio a Tláloc, tomadas por el autor y Héctor García., en 1990. |
En cambio un rey blandengue, entregado
a la molicie del palacio y prisionero de
su propio solipsismo y del ejército de aduladores, sería el primero en abrir
las puertas del enemigo que viniera a acabar con la real y maravillosa cultura náhuatl
que le habían legado al pueblo azteca generaciones de hombres y mujeres esforzados.
Sigue diciendo el orador, en la ceremonia de toma de posesión al cargo de rey: "Mira señor, que no duermas a sueño suelto; mira que no te descuides con deleites y placeres corporales; mira que no te des a comeres ni a beberes demasiados; mira, que no gastes con profanidad los sudores y trabajos de tus vasallos, en engordarte y emborracharte; mira señor, qué la merced y regalo que nuestro señor(Tezcatlipoca) te hace en hacerte rey y señor, no la conviertas en cosa de profanidad y locura y enemistades."
Así pues, llegado el día de poner a prueba al rey, era dirigirse la montaña lejana, alta y fría, en la que habita la divinidad ¡y espera!
Sigue diciendo el orador, en la ceremonia de toma de posesión al cargo de rey: "Mira señor, que no duermas a sueño suelto; mira que no te descuides con deleites y placeres corporales; mira que no te des a comeres ni a beberes demasiados; mira, que no gastes con profanidad los sudores y trabajos de tus vasallos, en engordarte y emborracharte; mira señor, qué la merced y regalo que nuestro señor(Tezcatlipoca) te hace en hacerte rey y señor, no la conviertas en cosa de profanidad y locura y enemistades."
Así pues, llegado el día de poner a prueba al rey, era dirigirse la montaña lejana, alta y fría, en la que habita la divinidad ¡y espera!
Pero subir no como rey, sino como
macegual. En la ciudad el rey llevaba sandalias de oro, lo trasportaban sobre
los hombros en una lujosa litera y nadie podía levantar la vista para mirarlo. Se
le preparan cincuenta platos diferentes en la comida para que él escogiera. Los sirvientes debían entrar con la vista baja,
en silencio, y retirarse hacia atrás, sin dar la espalda, inclinados.
Ahora en
la ascensión tenía que ir
vestido como macegual, como indigente en situación de calle, “vestido de un
andrajo y de una manta rota”, escribe Sahagún. Y no atendido por sus súbditos
en la subida, caminando y, desde luego,
con actitud de sumisión ante la
divinidad.
Plano del Valle de México, dibujado en 1521, el año de la conquista. De la obra de Sahagún. Muy deficiente aun. Le falta la parte norte del Valle. |
Los que no estén familiarizados con
el lugar al que nos estamos refiriendo es necesario saber que en la actualidad
sólo dos, de cien montañistas, emprenden esa ascensión desde el oeste.
En décadas que vagamos por esas
montañas, en plan deportivo, no sabemos
que individuo alguno, o club
alpino, haya hecho esta ascensión por el
oeste. Pero tampoco podemos asegurar que esto sea cierto. Lo decimos para dar
una idea de lo arduo de la empresa.
Una versión más aproximada del Valle de México. Se señala la trayectoria que seguía el Tlatoani partiendo de México-Tenochtitlán. En azul una idea de lo que era la Laguna de Texcoco. |
La mayoría hace esa subida a partir del pueblo de Río
Frío, en el sureste de la montaña. Que si bien tampoco es un paseo de comadres
en día de mercado, no se compara en distancia, desnivel y escabroso de terreno,
con la del oeste.
Tláloc,dios de la lluvia, relámpagos y nieve. El cuadro en el que está sentado prefigura el cuadro de su adoratorio en la cumbre de la montaña. |
Lo que el tlatoani debía recorrer eran unos treinta kilómetros,
en canoa, sobre las aguas del ahora llamado Lago de Texcoco (que ya no existe),
llegar a la ribera, al pueblo de Coatlinchan, caminar (recordar que en el
México precristiano no había animales de monta ni se utilizaba la rueda para
trasporte) unos diez kilómetros de planicie y acometer, entre un complicado sistema
de montañas, unos veinte kilómetros de subida hasta la cumbre del monte Tláloc,
lugar del gran adoratorio al dios del agua. ¡Y postrarse!
¡Qué seguía?
Todo montañista sabe que llegar a la
cumbre es la mitad de la empresa. Ahora hay que emprender el descenso. ¡Y hay
descensos más arduos que la subida!
“Fray Bernardino de Sahagún. (Sahagún, España, 1499 o 1500 - México, 1590) Eclesiástico e
historiador español. Estudió en la Universidad de Salamanca. En 1529 se
desplazó a América e inició el estudio de la lengua de los indígenas mexicanos.
Con una finalidad estrictamente catequística escribió en lengua náhuatl
Psalmodia cristiana y sermonario de los Sanctos del Año (1583). Su obra
fundamental es Historia general de las cosas de Nueva España, recopilación en
doce tomos de costumbres, mitos y leyendas aztecas. Lo más destacable de este
tratado es el método de investigación empleado, precursor del que aun hoy
aplican los etnólogos, ya que confeccionó un cuestionario previo, seleccionó a
los informadores y recurrió a intérpretes nativos que escribían al dictado
náhuatl. En su día, la Iglesia confiscó la obra al considerar que se oponía a
la labor misionera.”WIKIPEDIA
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