WHITEHEAD Y EL FASTIDIO DE LA VIDA


 

“no es lo mismo vivir bien que vivir mejor”

 

“Una doctrina nunca puede ser contrastada a menos que sea puesta en práctica” escribe Whitehead.

A.N. Whitehead, La función de la razón

Es como un axioma que se ajusta a diversas actividades. El romántico noviazgo de una pareja será puesto a prueba con el matrimonio.

El sobrepeso corporal que ha señalado al país, sin nombre, como el número uno en el mundo que padece diabetes e hipertensión, prueba que las buenas intenciones de llevar una dieta inteligente, acompañada de una actividad consecuente, para conservar la salud física, no pudieron ser llevadas a la práctica.

La Razón tiene el papel de promover el arte de la vida, dice Whitehead, no de negarla.

No descendió la Razón desde el cielo, o no se desarrolló a partir de una célula primordial, para combatir otros modos de pensar. ¡Y con ello negar la dialéctica, en otras palabras la libertad de otros modos de pensar y manifestar.

Uno de los factores que Whitehead señala para  detenerse, y ya no poder seguir dentro de lo razonable, es lo que llaman el tedio vital. Cuando ya no busco darle calidad al día de hoy. Cuando se busca el estar en lugar del bienestar.

“El tedio vital es fatiga derivada de un impulso frustrado hacia un contraste nuevo.”

Diógenes buscando una vida mejor, no sólo buena
De esta idea de Whitehead se han servido infinidad de programas que prometen “el oro y el moro”, como decían mis abuelitos.

“Ahora si va en serio”, nos dicen los políticos cuando andan en campaña y, cuando se van, quedamos en cero, cuando no en menos cero…

Whitehead no es partidario de ideas sociales o políticas sacados de la manga. Dice que las creencias, heredadas por las generaciones, pueden ser correctas, púes han sido sometidas a prueba por los vaivenes del tiempo. Pero que hay que darles vida.

Eso de darles vida quiere decir empezar ahí mismo un nuevo ciclo.Como el que ha hecho una licenciatura y sigue con la maestría, el doctorado…

“Dado que cada siglo es en sí mismo autorreparador, la fatiga de la repetición requiere un alto nivel de coordinación de periodos de experiencia pasada.”

Darle vida sacándola del bache del estar y llevar al bienestar: “El método originario entra ahora en una prolongada vejez en la que el bienestar se degrada a simple estar.”

Busco alejarme del caos y darle estabilidad a mi vida, en el trabajo, estudio, en mi vida sentimental-sexual, en la relación con mis amigos.

“Podemos entender el orden porque, en lo más hondo de nuestra propia experiencia, hay un elemento opuesto que es anárquico.”

Llevamos la anarquía en nosotros, como llevamos el bacilo de Koch en nuestros pulmones. Nos defiende contra la tuberculosis que llega de fuera pero, nos debilitamos y, ¡kaput!

Darle estabilidad pero sin perder de vista que la estabilidad sin ventilación puede ser más peligrosa que las placas tectónicas cuando liberan su presión.

Peligrosa porque, dice Whitehead, ha dejado de oír a la Razón: “En la vida establecida no hay sitio para la Razón. La metodología ha degenerado de método de innovación a método de repetición.

Para Whitehead no es lo mismo vivir bien que vivir mejor. Con esto habla de dólares y de valores esenciales. En otras palabras, de razón práctica y de razón vital: “causación eficiente y causación final.”

Se sigue una meta partiendo desde una causa. Como los padres piensan ya en una educación universitaria para sus hijos y el primer paso es el kínder.

Así en los otros aspectos de la vida, ya sea práctica, religiosa o laicidad. Se sigue una meta, dice Whitehead:

“Es evidente que el pragmatismo no tiene sentido sin causación final.”

Ese pragmatismo que me dice de mi automóvil en buen estado, pero  sino lo llevo periódicamente con el mecánico, acabará en una fastidiosa carcacha vieja:

“Se ha producido una recaída, en una vida simple repetitiva,  concerniente al mero vivir y despojada de cualquier  factor que implique esfuerzo para vivir bien, y todavía más, de cualquier esfuerzo para vivir mejor.”

 
WHITEHEAD

“Alfred North Whitehead, OM (Ramsgate, 15 de febrero de 1861 - Cambridge, Massachusetts, 30 de diciembre de 1947), fue un matemático y filósofo inglés.

Nació en Ramsgate, (Kent, Inglaterra), y falleció en Cambridge, Massachusetts, (Estados Unidos). Publicó trabajos sobre álgebra, lógica, fundamentos de las matemáticas, filosofía de la ciencia, física, metafísica, epistemología y educación. El trabajo más conocido, del que es coautor con Bertrand Russell, es Principia Mathematica. En ese tiempo partiendo de una teoría relacionista (o más bien relativista) del espacio centró su epistemología en la naturaleza de las cosas. Mantuvo tal postura hasta la década de 1930. A partir de entonces su obra tomó visos más metafísicos.

Whitehead fue profesor en las universidades de Londres y de Cambridge, donde destacó por sus estudios lógico-matemáticos. Luego en Estados Unidos fue director de la cátedra de filosofía en la Universidad de Harvard, y tuvo entre sus discípulos a Quine.” WIKIPEDIA

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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