F.W.J.SCHELLING Y EL SER-HUMANO


 

Ser + humano.

Ser se   entiende mejor si lo tomamos como un imperativo: sé, seamos.

(Consideración: La palabra ser tiene en los filósofos diversos matices conceptuales. Unas veces se refiere a la realidad y otras  a la idea. Va a depender el contexto de la teoría que se esté analizando. Por ejemplo, Copleston observa que Hegel tiene diversas aplicaciones del concepto contradicción: "Es importante notar que el resultado de dicha investigación es demostrar que Hegel no utiliza el termino en su sentido preciso e invariable. A veces nos encontramos con una contradicción verbal. Así, se dice que el concepto de ser da lugar y se convierte  de no ser.")

Manuel García Morante apunta, en su Lecciones preliminares de filosofía, capítulo XXII: "Habrá, pues, que estar predispuestos a encontrar significaciones muy variadas dentro del concepto ser; no sólo estas dos que ya el mero examen filológico de la palabra nos ha hecho descubrir, sino otras muchas y muy distintas."

Todo viene en un paquete, como en los juguetes para armar. Pero aquí hay que auto armarse. Sólo que nadie se auto arma. Siempre alguien  lo arma. Aunque los modernos juguetes japoneses  tienen un “chip” que los hace creer que ellos se arman. Que tiene la libertad de armarse.

Si usted cree que esto del ser que se hace humano, o que no logra hacerse humano, que se quedó en el puro instinto depredador, es un entretenimiento libresco, encienda su aparato televisor y póngalo en el canal de noticias.

Encontrará que ni la más sádica película de violencia, crimen y corrupción, es como la realidad de nuestro tiempo y de nuestra circunstancia, en el mundo, como diría Ortega y Gasset.

Otra manera de ver el asunto es como en la  técnica escrache  de dibujo, a partir del fondo negro, y después ir raspando y trazando los rasgos blancos de la figura.

Así es la forja de la personalidad en el humano según Schelling. Es un enfoque que desde la pedagogía, ya sea empírica, o escolar, tiene un amplio campo de acción  o de realización.

¿Pero quién mueve la navaja que va haciendo el raspado?

A diferencia de la concepción Schopenhaueriana, donde la personalidad está marcada por un determinismo desde el nacimiento hasta el morir. Donde está todo marcado como en teología, y la libertad del individuo en realidad tiene poco margen de acción.

En teología al final Dios va en busca de su oveja perdida, y la regresa al redil, después que la oveja se dio la gran destrampada, en la dulce vida, creyéndose libre.




Los filósofos han demostrado la vanidad de todo esto...
 


En realidad lo de Schelling es como un autodescubrimiento de la luz, o de la razón, a partir de un fondo oscuro, instintivo.

Sin embargo parece que el pastor tiene otro modo, menos directo, más de la filosofía que de la teología, más de la razón que de la fe,para hacer que la oveja perdida regrese al redil, y es por medio de la conciencia.

Una conciencia que a través de conflictos va a ir descubriendo el camino de regreso a casa. Como se llame esta casa, cielo o razón:

“Pero el hombre también tiene el poder de subordinar a la voluntad racional los deseos e impulsos egoístas y desarrollar así su verdadera personalidad humana. Esto, sin embargo, sólo puede conseguirlo a través de conflictos y sublimaciones, pues la base oscura de la personalidad persiste siempre, a través de que pueda ser  sublimada e integrada progresivamente en el movimiento  que va de la oscuridad a la luz.”

Frederick Copleston, en su monumental obra,  Historia de la filosofía, elabora a través de miles y miles de páginas, el azaroso camino que el humano recorre desde la fenomenología de sus instintos, vamos a decirlo así, hasta poder resolver las hipótesis de razón y espiritualidad a través de la moral.

 Copleston es un hombre religioso, un hombre de fe, que busca, no obstante, en todo momento, no salirse de los márgenes de la historia de la filosofía como ciencia.

Pero otro filósofo, Blaise Pascal, consigna más libremente, líricamente, el magno esfuerzo que los filósofos han desarrollado para que el individuo encuentre el camino hacia lo humano a costa de pasar por los bienes finitos, perecederos, que él llama exteriores:

“La generalidad de los hombres pone el bien en la fortuna y en los bienes exteriores, o al  menos en la diversión. Los filósofos han demostrado la vanidad de todo esto, y lo han puesto donde han podido.”

No estamos en posición de poder juzgar si Copleston, Pascal y los filósofos de todos los tiempos, han influido para bien de la humanidad, o no y en qué medida.

 ¿El antropoide se hizo más humano a través de las tesis y contra tesis de los filósofos? O simplemente se tapó las orejas al tiempo que gritaba ¡no oigo, no oigo!

 
SCHELLING

“Friedrich Wilhelm Joseph Schelling fue un filósofo alemán, uno de los máximos exponentes del idealismo y de la tendencia romántica alemana. Nacimiento: 27 de ene.  1775 · Leonberg, Alemania Defunción: 20 de ago. 1854 · Bad Ragaz, Suiza. Educación: Universidad de Leipzig” WIKIPEDIA

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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