EL APÉNDICE, DE K.JASPER


 

El Apéndice, de la obra de Karl Jasper (La filosofía), es como un curso propedéutico para meterse, de lleno, al mundo de la filosofía.

Su pensamiento universal, muy lejos de la abstracción, se conoce cuando se refiere a Descartes en un tono nada conciliatorio pero tampoco excluyente  “Hay que estudiarlo aún hoy, para conocer el camino que debe evitarse.”

Jasper es uno de esos pensadores que, fiel a la filosofía con su pensamiento laico, con sus críticas y reconocimientos al cristianismo,  recuerda que la religión es uno de los dos grandes soportes del pensamiento occidental.

Su saber es enciclopédico y señala críticamente donde, a su parecer, hay que señalar y conocer, estudiar y practicar, donde los valores tienen que ser conservados.

A Schopenhauer sólo le dedica dos renglones, y por cierto nada amables. A Nietzsche, Lutero, Marx  y Darwin, les reconoce su importancia pero no duda en decir que son mundos sin color que en nada ayudan al pobre obrero.

Freud dijo cosas de la mayor importancia pero recuerda que  Nietzsche y Kierkegaard ya las habían dicho con mayor profundidad.

Donde Jasper no se anda con rodeos es con Calvino cuya intolerancia, dice,  sólo cabe combatir con la intolerancia.

Hay que informarse lo más ampliamente posible leyendo a los grandes filósofos, pero no perderse leyendo sin ton ni son. Con que se leyera a un gran filósofo ya se conocería todo.


Dibujo tomado del diario El País
11 de junio de 2016
 O dos o tres, si se quiere ánimo dialectico y es  lo siguiente: esa lectura lleva a conocer su contraparte ideológica.

“Es indispensable dejarse apresar por los altos valores de la religión, de la poesía, del arte. No se deben leer siempre cosas distintas y de todas clases, sino detenerse en lo grande y profundizarlo una y otra vez incesantemente.”

Platón y Kant son sus mayores referentes en filosofía.

"Según lo reconoce el mismo Jasper-dice I.M.Bochenski en La filosofía actual-,el  que mayor influencia ha ejercido sobre él sería Kant. Y, en efecto, los supuestos kantianos han sido recogidos por él. También figuran como padrinos Kierkegaard, Nietzsche, y el sociólogo Max Weber. Sin embargo, hay que fijarse en cuatro nombres que él cita en ocasiones: Plotino, Bruno, Spinoza y Schelling. Jasper, y en ello no cabe duda alguna, no sólo es un filósofo de la existencia fuertemente influido por Kant, sino también, y quizá en mayor grado, un neoplatónico."

Se necesita ser de una talla especial, como pensador de la razón empírica y académica, para expresarse de Platón de esta manera:

“Platón ha ascendido hasta la cumbre más allá de la cual no parece que pueda llegar el pensamiento humano. De él han partido los más profundos impulsos del filosofar hasta hoy.”

Al margen de las duras  críticas que Jasper hace a la Iglesia católica, en sus  errores a través de la historia, se apresura a reconocer las figuras de Agustín y Domingo. De este último escribe:

 “Tomas edifica el grandioso sistema descolladamente válido, en el mundo católico hasta hoy, y en el cual el reino de la naturaleza y el reino de  la gracia, lo concebible racionalmente y lo inconcebible pero que debe creerse, lo profano y lo sagrado, las posiciones heréticas refutadas y el punto de verdad que hay en ellas, resultan integrados en una unidad y desplegados en una forma que se han comparado, no sin razón, a las grandes catedrales de la Edad Media."

Y agrega: "Tomás ha reunido  cuanto ha producido el pensar medieval. Visto desde él, han llevado a cabo todos ellos un trabajo previo, por lo que se refiere a la aportación ordenadora de todo material y el método de apropiación  de Aristóteles, incluso el último anterior, Alberto Magno. A éste sólo le supera Tomás quizá en claridad, mesura y concisión del pensamiento. Efectiva e intuitivamente debe hacerse conocimiento con esta perfecta realidad filosófica de la Edad Media mediante la “divina Comedia” de Dante.”

Es desafortunada la idea que algunos tienen de Jasper. Como cuando, se dice, nos vendamos los ojos para pegarle a la piñata y acertamos algunos golpes y erramos otros. Sucede que se desatiende el contexto en el que Jasper  lo dice. Además de que su modo de exponer los temas recuerda la técnica, de contraste, al  escribir novela  para no dejar caer el interés.

Y el interés, para todos, que busca Jasper con tesón,es alejarse de la dictadura del pensamiento. Mejor la exposición de dos o más parecerse y, luego de informarse a satisfacción, que cada quien escoja su ruta.

"Sus libros- agrega  Bochenski-,escritos en un lenguaje relativamente sencillo y sin abuso del neologismo que tanto dificulta la lectura de otros autores, esconden todos un tesoro de análisis excelentes."
 

Jasper llama al saber y no perderse en el tener:

“Mientras la filosofía toca a la verdad eterna, da alas sin violencia aporta al alma un orden sacado de su más profundo origen. Pero cuanto más pone su verdad al servicio de los poderes temporales, tanto más tienta a engañarse a sí misma con los intereses vitales y la anarquía del alma. Cuanto más, por último, no quiere ser sino ciencia, tanto más vacía se vuelve, como un juguete que ni es ciencia, ni es filosofía.”

Jasper
“Karl Theodor Jaspers (Oldenburg, 23 de febrero de 1883-Basilea, 26 de febrero de 1969) fue un psiquiatra y filósofo alemán, que tuvo una fuerte influencia en la teología, en la psiquiatría y en la filosofía moderna. En 1921 ocupó la cátedra de filosofía de la Universidad de Heidelberg. En 1948, se trasladó a la Universidad de Basilea para ocupar la cátedra dejada por Paul Häberlin.” WIKIPEDIA

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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