K.Jasper,de niños fuimos filósofos



De niños fuimos filósofos pero después nos norteamos.

“Estoy norteado” es una expresión del norte de México para decir que se ha descompuesto la brújula, que está perdido, que la seguridad ha huido, que la madeja se enredó.

Esta región del país es de inmensas llanuras y cuando se ha perdido de vista alguna referencia geográfica, o que se desconocen esas referencias, es cuando se sabe extraviado.

En tal situación se tiene una sensación de vaciedad y hay que apresurarse a reencontrar el rumbo. Es lo que Jasper indica que sucede en la vida como el comienzo de ponerse a pensar, a filosofar.

Cuando la relación amorosa “truena”, cuando el trabajo, cuando el médico, cuando un accidente, cuando un imprevisto, que llamamos azar, nos hace pensar en los días felices y buscamos la manera de recuperar esa tranquilidad.

Dibujo tomado del libro
La psiquiatría en la vida diaria
de Fritz Redlich
1968 
 
Como cuando buscamos alcalinizar nuestro organismo  acidificado.

A eso se refiere Jasper en la situación del filosofar “El origen del filosofar reside en la admiración, en la duda, en la conciencia de estar perdido. En todo caso comienza el filosofar con una conmoción total del hombre y siempre trata de salir del estado de turbación hacia una meta.”

Turbación y admiración son las palabras que emplea Jasper para referirse a la “situación límite”. Que nos lleva a la conciencia de haber perdido la seguridad.

Sucede porque en nuestra vida feliz pensamos que siempre va a ser así y dejamos de atisbar el horizonte. Perdemos de vista que  la vida es la guerra florida de los aztecas donde se pierde y se gana. Como en el futbol.

Y como estar en el mundo es quedar expuesto a todo esto, es por lo que Jasper dice que todos hacemos filosofía. Después los profesionales de la filosofía se llevaron este “material” a su laboratorio de la conducta y empezaron a guardarlo, clasificarlo, estudiarlo.

Pero tanto los hombres que caminamos por la banqueta, como los que viajan en avión particular, hacemos la empírica filosofía. La “obra negra” dicen los maestros albañiles

“La filosofía brota antes que toda ciencia allí donde despiertan los hombres.”

Todas las citas de esta nota corresponden a Karl Jasper, de su obra La filosofía.

Y agrega “Quien rechaza la filosofía, profesa también una filosofía, pero sin ser consciente de ella.”

Cuando  niños  éramos filósofos, dice Jasper, pero perdimos la facultad de filosofar cuando crecimos debido a las opiniones a “bote pronto”, por no decir más feo, que les oímos a los conocidos, o de los medios de información masiva que jala cada fuente para su interés.

Dibujo tomado del libro
La psiquiatría en la vida diaria
de Fritz Redlich
1968
 
Sobre todo la perdimos debida a la distancia que se tiene de los libros, es decir, del hábito de no leer que en algunos países de América llega a niveles suicidas, tanto  de individuo como de nación. Al carecer de vitaminas culturales cualquier merolico nos lleva para su molino.

Jasper consigna algunas preguntas que hacemos de niños, de alto contenido filosófico, pero que después ya no hacemos y hasta hemos olvidado.

Una niña sube por una escalera,  ve que todo cambia desde las alturas y exclama ¡Pero tiene que haber algo fijo! Un niño oye que en el principio Dios creó el cielo y la tierra y pregunta ¿Y antes que había? Otra niña  se entera que la tierra gira y gira y dice yo no veo que se mueva. Yo sólo creo en lo que veo. ¿Entonces tú no crees en Dios porque no lo ves? Y la niña infiere que si Dios, como creador de todo, no existiera, tampoco nosotros existiéramos.

En estos sencillos(complicadísimos)  cuadros Jasper, que publicó está obra en 1949, mete ya   a la mujer, en la figura de las niñas, no solo como ser pensante sino como parte natural y  activa de la filosofía, que desde Xantipa, la amiga filósofa de Sócrates, se pensaba que la mujer casi no “pinta” para la filosofía.

(En la Universidad Nacional Autónoma de México generaciones de estudiantes varones, de filosofía,  han tenido como sinodales,  tutoras y maestras, mujeres, perdón por la tautología) 

La otra situación contra lo que alerta Jasper es que si bien mucho del desarrollo de nuestra personalidad es con relación al trato con los otros, también ese trato con los demás puede perdernos en un mundo chato y mediocre en la competencia por el tener y no por el saber. Mundo de  sólo consumidores no dé también  filósofos.

Heriberto Salazar, excelente escalador mexicano, nos platicaba  en los vivacs de alta montaña, colgados sobre el abismo metidos en las tiendas -vivac, que de niño gastaba su dinero, que le daban de “domingo”,  en comprar libros de la serie de Los Pardallán, Salgari,  Julio Verne... En lugar de comprar dulces o trompos o baleros, como nosotros, él compraba libros.

Por eso Jasper anota “La objeción de que estos niños no han seguido filosofando y que por tanto sus declaraciones sólo pueden haber sido casuales, pasa por alto un hecho: que los niños poseen con frecuencia una genialidad que pierden cuando crecen. Es como si con los años cayésemos en la prisión de las convenciones  y las opiniones corrientes, de las ocultaciones y de las cosas que no son cuestión, perdiendo la ingenuidad del niño. Éste se halla aun francamente en ese estado de la vida en que ésta brota, sintiendo, viendo y preguntando cosas que pronto se le escapan para siempre. El niño olvida lo que se le reveló por un momento y se queda sorprendido cuando los adultos  que apuntan lo que ha dicho y preguntando se lo refieren más tarde.”

Se trata en este caso de adultos que saben oír a los niños. Y  que, sorprendidos por la pregunta del niño, se ponen a investigar para darle una explicación informada.

La realidad es que algunos padres dicen al niño, que hizo la pregunta, ¡no molestes, mejor ponte a ver la televisión!

Jasper
 “Karl Theodor Jaspers (Oldenburg, 23 de febrero de 1883-Basilea, 26 de febrero de 1969) fue un psiquiatra y filósofo alemán, que tuvo una fuerte influencia en la teología, en la psiquiatría y en la filosofía moderna. En 1921 ocupó la cátedra de filosofía de la Universidad de Heidelberg. En 1948, se trasladó a la Universidad de Basilea para ocupar la cátedra dejada por Paul Häberlin.”WIKIPEDIA

 

 

 

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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