J.GONZALEZ, TELEVISIÓN MÁS VITAMINAS CULTURALES

Es maravilla la televisión como invento tecnológico pero, ¿qué utilidad se le da?

Alguien, no recordamos quién, escribió sobre la primera y la segunda intención en esto de los inventos del hombre.

La televisión es útil o no lo es para la sociedad según el uso que se le dé al contenido de sus programas.  Los electrones que circulan por sus circuitos nada tienen que ver con las intenciones de los humanos.

Mi libre albedrío,mi yo genuino, se va descubriendo con el trato social. La sociedad no me hizo, sólo ayudó a descubrirme a mí mismo.

Pero esto a reserva que cuente yo con la suficientes vitaminas culturales para saber discernir lo mío de lo que llega del exterior.

A semejanza de la salud psicofísica. Si carezco de las necesarias vitaminas y minerales cualquier virus patógeno me tomará por asalto hasta aniquilarme.

Si el individuo carece de la necesaria información filosófica - teológica seguiremos viendo en la pantalla televisora lo que vemos todos los días en los noticieros…

Una sociedad por completo erosionada por la inseguridad, de la que no se salvan ni siquiera los países de buen nivel general, menos  los países en los que hay ausencia casi total de lectura de libros culturales.

Hay empatía, digámoslo así, entre la violencia real de las calles de las ciudades con las  películas violentas de la televisión. Podemos hacer el experimento de apagar el televisor, asomarnos por la ventana de la casa y es lo mismo. Luego cerrar la ventana y encender el televisor y sucede lo mismo. Individuos armados con sendas metralletas y carros persiguiéndose a toda velocidad.

Si se dispone de suficientes vitaminas culturales puede ser, como escribe Jorge González, en el folleto número 630 de la Sociedad EVC (El verdadero catolicismo) cuando cita las palabras del Papa Juan Pablo II en el Día Mundial de las Comunicaciones:

“Los medios masivos: la prensa, el radio, el cine, la televisión son vistos por la Iglesia como un regalo de Dios, un regalo de Dios a la humanidad y aquí también incluimos  las más recientes tecnologías de la comunicación como son los satélites, las computadoras y las videocaseteras.”

Empero, esto es como cuando tenemos al alcance un sabroso pastel. Si no hay mesura a la hora de gustarlo puede ser destructivo.

En el folleto citado están los siguientes datos. Se refieren a países de buen nivel de vida, para la población en lo general, como el estadounidense.

Ahora considérese la vida en los datos que vamos a proporcionar, en los países, imitadores del “primer mundo”, pero en los que no se leen más allá de tres o cuatro libros promedio cabeza al año. Dice el folleto:

“La academia de pediatría de los Estados Unidos, saca algunos números que les voy a comentar: “Los niños de hoy ven un promedio de veintitrés horas a la semana de televisión, que multiplicadas por cincuenta y dos semanas se convierten en mil ciento noventa y seis al año frente a un televisor…Se supone que cuando terminen preparatoria a los diez y siete años, habrán pasado frente  a un televisor entre quince mil y veinte mil horas… Podemos imaginar lo que esto revoluciona la educación tradicional sustituida por una educación unidireccional.” Y  la nota termina con esto: “Los niños de hoy han cambiado la pelota por el sillón.”

Pues sí, pero ¿dónde agarro esas vitaminas culturales? En el hogar en primerísima instancia. Fue Platón el primero que dijo que el niño se educa veinticinco años antes de que nazca. Después lo repitió Napoleón y otros a lo largo de los siglos.

 ¿Y la educación en las escuelas públicas de los países de poca lectura? Ahí Don Quijote  es cada vez más grande en la medida que el mundo se identifica con la cosa y se aleja de la forma.

Los sistemas educativos oficiales de muchos países no educan para que podamos decidir, conscientemente, entre estos dos personajes de la novela. Todavía están muy entretenidos en la rancia polémica de conservadores y liberales. Y así le seguirán, por los siglos de los siglos...


Dibujo tomado del diario El País
Puedo vivir feliz en el mundo sencillo de Sancho Panza o en el complicado de su amo. Pero si me sientan diez horas frente al televisor alguien,  no propiamente  Cervantes, está decidiendo por mi desde detrás de la pantalla…

Como dice José Ortega y Gasset, alguien, la sociedad, todos, es decir, nadie…

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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