Platicar con un niño es estar
dispuesto para redescubrir la vida.
La niña o el niño parecen en realidad un sinodal, no un aprendiz.
En la conversación entre adultos, del mismo medio cultural, se dan por
entendido muchos conceptos comunes.
En ocasiones la plática no es fluida
porque el otro inquiere con frecuencia: “define esto, define aquello”.
Un niño sólo dice “¿Por qué?”
Imagine que un niño mexicano pregunta
“¿Qué hace Ehecatl”.
Es una realidad material cuando todo
está quieto, por decirlo así. Del mar se
desprende la evaporación causada por el sol y la evaporación, que más arriba convertirá su humedad en una nube, pero esa
nube no se mueve.
Y, allá, en el norte de Sonora, o en
el de Chihuahua, o en alguna otra parte del continente, la tierra permanece
seca, estéril, por falta de humedad. Entonces viene el Viento
(Ehecatl),”empuja” la nube. La misma que luego se precipitará y mojará el
desierto. Con ello crecerán las plantas, las animales tendrán qué comer…
“El niño tiene unos ojos y unos oídos frescos para percibir
la perplejidad y las incongruencias. Los niños también tienen, típicamente, un
grado de candor y espontaneidad que difícilmente iguala el adulto.”
Gareth B. Mattehews, El niño y la filosofía, Fondo de Cultura
Económica, México, 2014.
Y, si al niño se le ocurre (y pueden
jurar que se le ocurrirá): Dijiste una realidad material, ¿hay una realidad que
no sea material?
Entonces hay que buscar, sintetizar,
en dos o tres renglones, de modo entendible, sin tecnicismos, lo que los
filósofos han tratado de descubrir, o de inventar, durante veinticinco siglos…
Ante tal situación ocho, de cada
diez, adultos encuentran la salida de oro: “¡Mejor ponte a ver televisión!”
No se está preparado para quedar plantado
ante semejante frescura en el cuestionamiento. Lo complejo: cómo hacer entender
al niño que la vida es conjunto y no abstracción pero, que sin embargo, hay que
empezar a explicar desde la abstracción. O mejor, desde lo general para llegar
al detalle. En las ciencias exactas estos dos modos son frecuentados.
¿Cómo evitar el prejuicio con los que
cargamos los adultos a fin de que su entendimiento de la vida no sea una calca
nuestra y esté más despejado de telarañas?
No nos damos cuenta de nuestros prejuicios, al
igual que no nos percatamos de nuestra halitosis.
Es cuando caemos en al cuenta que ser
padres es algo más que depositar una semilla en la tierra fértil de la madre
tierra.
Visto de otra manera, es una
excelente oportunidad para “aprovechar la oportunidad de dedicarse, aunque sólo
sea durante unos cuantos minutos, a una cuestión que, de no haber sido por el interés
y la curiosidad de niño, jamás se les hubiera ocurrido a ellos.”
Algunas preguntas que hace el niño
las ignoramos y muchas sí sabemos cómo contestarlas. Y este no es el problema. La cuestión es cómo
explicárselo al niño.
Otro niño pregunta por qué se dice
“cielo”, si en su Divina Comedia Dante para niños hay nueve cielos.
Más aun, a la niña con su típica intuición
femenina. Cuando los hombres seguimos jugando a las canicas las niñas ya
dejaron abandonadas a sus muñecas en el desván…
Sabemos que los niños son los
avocados a llevar este mundo (gentes, valores, cosas) a través del universo,
para bien de todos. Si conocen los orígenes de su parcela, al idealista Platón
y al laico Demócrito, y si ponen en su cabecera los doce volúmenes de la Historia de la filosofía de Frederick
Copleston…
Después de esto se sentirán libres para escribir su propia historia.
Estarán a salvo de nuestras propias
patologías. Y de los populistas depredadores profesionales que pueblan este
planeta a cada vuelta de la esquina.
Es oportuno recordar, como ineludible balance
dialéctico para la buena formación, lo que Santayana dice de Demócrito:
“El mecanismo en lo que respecta al
movimiento, el atomismo en lo que toca a la estructura, el materialismo en lo
que se refiere a las sustancia: he aquí todo el sistema de Demócrito.”
George Santayana Tres poetas filósofos, Editorial Porrúa. S. A. México, 1994,
Colección Sepan Cuantos…Núm.645.
Los niños no piensan como los adultos
pensamos. Mattehews lo dice de esta manera: “A veces la angustia que creemos
encontrar en los niños es una proyección de nuestra propia angustia.”
Volver con humildad intelectual a
los inocentes principios de la niñez no
es fácil.
Matthews: “Toda sociedad necesita un
Sócrates descalzo que formule preguntas infantilmente simples (e infinitamente
difíciles) para obligar a sus miembros a
examinar de nuevo lo que han estado dando por sentado sin pensarlo.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario