M.G.MORENTE, FÍSICA VS METAFÍSICA


 

¡Que los físicos hagan física, pero que no hagan filosofía, porque la hacen muy mal!-Morente

A los físicos “puros” u ortodoxos, digámoslo así, no les llama meterse con la metafísica. Ya tiene un campo amplio para desarrollar sus potencialidades como científicos y una inmensurable perspectiva que les ofrece su campo de investigación.

Son los inocentes, o las plumas sectarias (no había  computadoras), que revolvían las cosas en tiempos antes de Kant.

Pero si bien Kant recomienda a los físicos que se abstengan de hacer filosofía, es a los metafísicos a los que de manera reiterada señala que no metan la cuchara de la olla del atole en la cazuela del mole: 

Los argumentos de la metafísica se salen de los límites de la experiencia y ese es su pecado-dice Morente-, toma por objeto a conocer lo que no es objeto a conocer sino cosas en sí:

“La metafísica por consiguiente comete la falta esencial de querer conocer lo incognoscible…Todo razonamiento  que tenga la pretensión de ser a un mismo tiempo conocimiento científico y llegar a captar “cosas en sí”(noúmeno), es necesariamente invalido, imposible y la metafísica, que desde Parménides viene teniendo la pretensión de ser, en efecto, un conocimiento científico, racional, teorético, de las “cosas en sí” es, como conocimiento científico, racional, teorético, completamente imposible.”

Manuel García Morente, Lecciones preliminares de filosofía, Editorial Época, S.A. México, 1974.

Qué los futbolistas criticaran a los alpinistas y estos a los futbolistas ¿había alguna coherencia en esto?

Hubo un tiempo en la antigüedad remota en que algunos teólogos estaban en contra de los científicos y otro en el que los científicos en contra de los teólogos: la tierra plana, seis mil años de antigüedad del planeta, teocentrismo, geocentrismo, antropocentrismo, la creación, la evolución… Así hasta el siglo de Kant, como un substrato histórico que le hiciera concebir su idea de la dialéctica trascendental.

“La dialéctica trascendental demuestra que la razón humana, en su labor cognoscitiva, teorética, no puede hacer metafísica, también demuestra que no puede refutar la metafísica que por otras vías se haga…Hace ver que la cosa en sí es absolutamente inaccesible a ningún conocimiento teorético. Por consiguiente la metafísica no podrá nunca ser objeto de un conocimiento racional.”

El pueblo presenciaba semejante combate y se volvía escéptico. Sus paradigmas se cubrían de escupitajos y era mejor alejarse. ¡O seguir el ejemplo! Siempre es más fácil seguir el mal ejemplo.

Además todo eso era yerba seca en la que bastaba un fósforo para que los populismos, o desde el trono, incendiara la pradera de los prejuicios ideológicos.

De esos siglos, antes de Kant, viene el dicho de “mucho ruido de intelectuales y pocas nueces para alimentar al pueblo.”

Así era entonces, la mayoría de intelectuales cuidaba el presupuesto de su parcelita, o parcelota, que les asignaba el rey o el Papa, y al pueblo que se lo comieran los gusanos de la ignorancia.

Después de todo, la otra lección que hasta entonces había registrado la historia era que tanto idealistas como progresistas, cuando habían llegado al poder político no supieron solucionar las carencias del pueblo a satisfacción y sí, algunos,  tanto de aquí como de allá, dejaban vacías las arcas del erario público…

Así es la historia y no hay porque asustarse. O, mejor, hay que asustarse para no repetirla. Tal situación dará a Kant la idea de la tremenda medida de agresividad a la que había llegado esta situación confusa.

El modo de llevar a cabo su labor higiénica está en su libro Crítica de la razón pura. Morente nos dice que el plan de Kant tiene un nombre y se llama dialéctica trascendente. Que cada quien camine por el lado de la banqueta que le corresponde.

Henry Bergson, en su Introducción a la metafísica, se refiere a ese absurdo, por inútil, empeño del realismo y del idealismo por aniquilarse uno al otro. Inútil porque cada quien tiene vida independiente del otro:

“La verdad es que esos dos mundos son irreductibles uno del otro porque no se implican uno al otro y cada uno de ellos se basta a sí mismo.”

En realidad nada es ajeno al humano. Una persona espiritual puede solazarse, o hasta ensimismarse, en la fenomenología, caso de los hombres de ciencia con creencias religiosas. O de los seminaristas cuya preparación contempla el estudio de la filosofía y ciencias exactas.

En contraparte, alguien que esté en el lado de la razón, de la lógica y el laicismo, como plan de vida,  puede incursionar en los mundos nouménicos, como es el caso de los científicos a cuya a cultura es familiar los libros religiosos que ha escrito la humanidad. 
 
Kant delimita las fronteras de la ciencia dentro del tiempo y ésta no puede ir más allá, hacia la metafísica:

“El entendimiento no puede conocer más que lo que es, lo que ha sido y lo que será. Es imposible que alguna cosa deba ser otro que no es en efecto, en tales relaciones del tiempo.”

(Critica de la razón pura, Segundo Capítulo, Novena Sección)

Más adelante Kant se refiere a la imposibilidad de emplazar, por la ciencia, el concepto del ente:

“La idea de un ente primero, necesario. Absolutamente, y suficiente, es tan inmensamente grande y tan elevada más allá de lo que es empírico y condicionado, que de una parte no se encontrará  en la experiencia suficiente materia para emplazar tal concepto.”

(Tercer capítulo, Séptima Sección)

Esos siglos antes de Kant era tan violentos que ni Quentin Tarantino se los hubiera imaginado. Las universidades públicas eran un sueño en cuanto a su autonomía del gobierno llámese Estado o reino. Algo semejante sucedía con la separación de la religión con respecto a Estado.

El gobierno metiendo las manos en la Iglesia y ésta en las del gobierno. Así había empezado, de manera casera, normal,  la historia del  cristianismo cuando dejó de ser perseguida en el tiempo de Constantino.

Pero después hubo que delimitar las cosas del Cesar y las de Dios. y las de la física y de la metafísica. 

La dialéctica trascendental de Kant estuvo dirigida a eso. Si le hicieron caso, o no, es otra historia.

Morente: “Kant concede a los físicos que no tienen para qué ocuparse en afirmar el alma, ni Dios ni el universo; pero también les exige que no se ocupen de esos objetos tampoco para refutarlos.”
MORENTE

“Manuel García Morente (Arjonilla, Jaén, 22 de abril de 1886 – Madrid, 7 de diciembre de 1942) fue un filósofo español y, converso católico, en sus últimos años de vida fue sacerdote. Fue un gran divulgador, traductor de obras del pensamiento europeo, filósofo de cuño original, y gracias a su magisterio oral y escrito se iniciaron en la filosofía, y aún hoy día lo siguen haciendo, multitud de promociones universitarias….En 1912 obtiene la cátedra de Ética de la Universidad de Madrid. Su pensamiento oscila en este momento entre el kantismo —tesis doctoral sobre La estética de Kant (1912); monografía sobre La filosofía de Kant, Una introducción a la filosofía (1917); traducciones de la Crítica del juicio (1914), de la Crítica de la razón práctica (1918) y de la Fundamentación de la metafísica de las costumbres (1921) kantianas— y el bergsonismo —La filosofía de Bergson (1917)—. Durante los años veinte inciden sobre su mente el biologismo histórico de Spengler (tradujo la famosa Decadencia de Occidente del citado filósofo de la historia alemán), Rickert, Simmel, y la axiología, merced a la incorporación que se hizo de la obra de Scheler y Hartmann a través de la Revista de Occidente. En las postrimerías de este decenio termina las traducciones de las Investigaciones lógicas de Husserl (1929), junto con José Gaos, y del Origen del conocimiento moral de Brentano: el método fenomenológico será utilizado en adelante con singular destreza en su indagación filosófica.”WIKIPEDIA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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