Chesterton y el antirreligioso siglo XVIII





Ensayos
Gilbert K. Chesterton
Editorial Porrúa, México, Serie Sepan cuantos…1997
Primera edición en ingles 1933

Se pelean las religiones y el laicismo gana. Con su triunfo sobre el catolicismo Bismarck facilitó el advenimiento del comunismo del siglo veinte. El Canciller de Hierro era implacable contra el catolicismo y contra el socialismo. Al debilitar al primero fortaleció al segundo.

“Ni la razón ni la fe morirán nunca, pues los hombres morirían si  les despojásemos de ellas”, escribió Chesterton. La condición saludable es que se llegara a una síntesis (¿ecumenismo?) luego de una discusión dialéctica. Pero no fue así en el siglo dieciocho de Europa. La unidad cultural  de la Edad Media se empezó a cuestionar, llegó un “bajón”, en los centros neurálgicos de las finanzas del planeta,  con repercusiones continentales,  y apareció la revolución.
Gilbert K.Chesterton

La unidad de la Iglesia se ve fragmentada desde la caída de los imperios romanos, este y oeste. Cristianismo romano entre cristianismos de otros lados, laicismo contra cristianismo romano. Para complicarla aparece el  islam y el cristianismo romano entra en  situación de defensa del continente. Europa y los caballeros cristianos romanos deteniéndolos y luego contraatacando reinos del Mediterráneo oriental.

Crece el escepticismo. De esa manera nuestro tan decantado mundo moderno se revuelve a tal punto que para conservar y reencontrar la razón, tendrá que abstraerse de alguna manera: “Lo que fue llamada Edad de la Razón ha desaparecido tan completamente como lo que fue la denominado Edad de la Fe.”

Prusia y Austria  se verían metidas en lo que se conoció como la Guerra de los Treinta Años y el escepticismo creciente fue porque: “Lucharon entre sí hasta llegar a un punto muerto. Era completa y claramente imposible que Austria se convirtiera al protestantismo o que Prusia se volviera católica romana.”

La duda o el escepticismo se fue generalizando, y a medida que la guerra de las religiones se extendía, los  corazones se llenaban de odio, los antiguos valores también se fueron perdiendo de vista  (y eso que todavía no había televisión casera): “Los hombres que se encontraban en aquella blanda actitud de la duda, carecían de medios para poder comprender  el fanatismo y el martirio de sus padres. Nada sabían de lo que la historia medieval o lo que la cristiandad unida habían significado un día para los hombres. Eran como niños aterrorizados  ante la visión de un campo de batalla.”

A partir de ahí el mundo pasado de la gran cultura medieval se fue metiendo en lo que Chesterton llama futilidad: “Nació de la desproporción existente entre los peligros y agonías de las guerras religiosas y los compromisos verdaderamente injustos.”


“Gilbert Keith Chesterton [ (Londres, 29 de mayo de 1874 - Beaconsfield, 14 de junio de 1936), escritor británico de inicios del siglo XX. Cultivó, entre otros géneros, el ensayo, la narración, la biografía, la lírica, el periodismo y el libro de viajes.”







No hay comentarios:

Publicar un comentario

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

Seguidores