EPICTETO Y UNAMUNO EN BUSCA DE LO QUE BUSCA LA FILOSOFIA




Epicteto -Manual y Máximas
S. Serrano Poncela- El pensamiento de Unamuno

Epicteto vivió hace diecinueve siglos, antes que a la vocación, y profesión,  de pensar, se le llamara “filosofía técnica”. Y a Unamuno se le considera un gran pensador, y escritor, de lo mejor que ha dado España, para la cultura universal, pero que  no logra alcanzar las luminosas playa de la “filosofía técnica”. Uno de los que dicen esto es Julián Marías, filosofo español de la nueva camada de filósofos técnicos.

Líricamente tenemos  una especie de dialogo con ambos.
Epicteto

-¿Epicteto, es verdad que eres filosofo?

-“¿Tratas de oírme brillantes y vacíos discursos? Lo digo porque así son los hombres. Sólo se dejan seducir  por amenos y altisonantes  parlanchines, y engañados, pasan la vida unos junto a otros  sin conocerse, sin examinase a fondo y sin mejorarse. Pasar el tiempo y curiosear:¡he aquí la preocupación de nuestra sociedad.”

-¿Se trata de compadecer  y ayudar a los que necesitan?

-“¡A todos! Puesto que compadeces a los ciegos y a los cojos, ¿Por qué no compadeces también a los malvados? ¿No comprendes que lo son a pesar suyo, como los cojos y los ciegos?”

-¿Qué puedo hace si alguien me injuria?

-Vuélvete piedra.” ¿Qué adelantarías con injuriar a una piedra que es incapaz de oírte? Pues bien, imita a una piedra y no oigas las injurias que te dirigen…Cuando alguno te aflige o incomoda, no es él verdaderamente quien tal hace, sino tu propia opinión. Procura, pues, que tu imaginación no te venza, pues si lo consigues empezaras a ser dueño de ti mismo.”

-¿Debo de ignorar a los tiranos?

-“El más grande tirano eres tú mismo contigo mismo. El ser libres o esclavos no depende de la ley ni del nacimiento, sino de nosotros mismos…Porque todas las cadenas  y todo el peso de ciertas prescripciones legales serán siempre  mucho más leves  que el domino brutal de las pasiones no sometidas, de los apetitos insanos no satisfechos, de las codicias, de las avaricias, de las envidias y demás desenfrenos. Que aquellas, cuando más, sólo  podrán pasar sobre el cuerpo, y estas, además, sobre el espíritu. Si tú no quieres darte por ofendido, ni te sentirás herido más que cuando creas que te hieren.”

-Eso dicen todos los filósofos.

-Lo dicen, “pero en lo que hacemos es donde se ve si progresamos.”

-Para ver si te entendí, debo decirles que…

-¿Debes decirles? ¡No me has entendido, cualquiera puede decir cosas! “Debes instruirlos pero  con tus acciones.”

Profesor Unamuno, se dice que está fuera de la filosofía técnica

-La gente se embelesa de los sistemas  en los que se expresan los filósofos Kant, Kierkegaard, etc. A mí me interesa la vida de esos filósofos. Según ellos son, así van a escribir: “Lo que en un filósofo nos debe importar más es el hombre…el ornitorrinco de su yo.”

-Queda en entredicho la famosa neutralidad académica.

-Lo que digo es que “nuestras  ideas no son más que expresiones de nuestros sentimientos…”
Miguel de Unamuno

-Las filosofías se interesan y estudian los problemas que inquietan a  la humanidad.

-“El verdadero sujeto de la filosofía helo aquí: es el individuo, soy yo”

-En la Historia de la Filosofía  no es fácil encontrar su nombre.

-Los filósofos son por naturaleza dogmáticos, y su dogmatismo es mucho más peligroso porque se embosca en un pretendido escepticismo. Por otra parte, los filósofos nacidos de la ciencia se encarnizan en complicar lo simple, oscurecen lo luminoso, desnaturalizar y destruir la verdad.”



 








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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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