LA INCERTIDUMBRE EN EL ALPINISMO


Todo fracaso en alpinismo es un gran logro.

Si estamos abiertos a aprender la lección.




Nos aferramos a la escalada en la ciudad porque tratamos de evitar cierto grado de incertidumbre en las montañas.

Siempre apostamos con grandes probabilidades de ganar como que en la ciudad Orizaba, Veracruz, hay el 70 por ciento de probabilidades  que mañana lloverá o el 99 por ciento que en Sonora mañana el sol saldrá. No apostamos el 50 por 50 sino que  de manera natural preferimos la mayor certidumbre.

De algún modo sabemos que la aventura alpina, en las montañas, es donde todo está técnicamente planeado, pero también intuimos  que allá la dueña de la casa se llama aleatoriedad. La escalada de salón, en cambio,  es donde lo imprevisible se ha reducido al máximo.
Péndulo en la pared Las Goteras,Sierra Pachuca,Hidalgo.(tomado del libro Alpinismo Mexicano,ECLALSA,1972.Armando Altamira G.)

En efecto, la seguridad en la escalada en las montañas está respaldada por toda esa “ferretería” que se ha fabricado para darle sustento a la técnica alpina como mosquetones, clavijas, ascender, cuerdas, etc.

Con la curiosa noticia que esa técnica no puede ignorar al menos  media docena de palabras tales como casualidad, aleatoriedad, azar, suerte, caos, chance, incertidumbre, abstracción y algo que algún escritor llamó serendipidad, que es lo mismo que “tal vez”.

La escalada de salón empezó en los lugares donde el invierno supone los caminos cerrados hacia las montañas  por las grandes nevadas. Para no perder “forma” los guías profesionales,  durante meses de inactividad alpina, la escalada de salón  empezó a evolucionar caseramente, al principio, con pequeños trozos de madera (10 centímetros por una pulgada) fijados en una pared, como asideros.

Pero en los países tropicales, como México, en los que cae una nevada de tres  horas cada 50 años…
Vía Los Murciélagos,flanco norte del Chiquihuite,norte de la ciudad de México. (tomado del libro Alpinismo Mexicano,ECLALSA,1972,Armando Altamira G.)

El fundamento está en la incertidumbre que deparan los horizontes naturales. A mucha gente le cuesta enorme esfuerzo anímico dejar la última calle de la ciudad.

En 1954 tres guías profesionales franceses, de la escuela de Chamonix, hicieron en el (entonces, solitario, despoblado) flanco oriental del cerro Chiquihuite, norte de la ciudad de México, una demostración de lo que en los Alpes europeos era la incipiente escalada de salón como una necesidad de mantenerse activos en la temporada de las grandes nevadas.

A mediados del siglo veinte predominaba todavía en México la escalada libre, en la montaña. Aquello que en los Alpes era una cosa original, y muy necesaria, en México pareció algo extraño por completo. Escalar en salón, en lugar de escalar en la montaña, era como hacer el amor con una muñeca inflable en lugar de con una mujer real.

Hay numerosos deportes de salón con todas las comodidades necesarias, confort,calefacción, etc. En el contexto del alpinismo,en cambio, prevalecen los elementos naturales como la lluvia,el sol, el frío,las diferentes cotas, que tiene que ver con la producción de glóbulos rojos, y que marcan fuertemente las potencialidades del escalador a la hora de entrar en acción. Todo este conjunto,no sólo la cuestión geográfica, es lo que se llama alpinismo.

Pensemos en un torero en plena faena de ruedo o en la actividad de los bomberos apagando el fuego o en un ejercito en pleno combate,donde menudean  las circunstancias externas que podemos prever pero no controlar del todo.

 Al finalizar el verano del  2013 vivaqueamos,Yuma, mi compañero de cordada, y yo,en el primer corredor de la cara sur de Los Panales,macizo de Las Monjas,de Chico,en la sierra de Pachuca, Hidalgo,México.Fue una noche de tormenta con la excepcional situación de que los relámpagos y truenos conmocionaban casi sin interrupción el cielo arriba de nuestras cabezas durante unas cuatro horas.¿Qué se puede hacer contra eso?

Permanecíamos seguros y cómodos en nuestras tiendas-vivac respecto de la lluvia.Pero las descargas eléctricas,que te pueden sacar en cualesquier momento de este planeta,es esa aleatoriedad que podemos intuir pero no controlar los que caminamos por las montañas.Es semejante a los que J.G.Fichte refiere en Introducción a la teoría de la ciencia "Yo permanezco  meramente pasivo,el inmóvil escenario  sobre el cual unas representaciones  son sustituidas por otras representaciones,pero no soy el principio activo  que las produce." y que es lo que aquí llamamos azar,incertidumbre, caos.

 El contradictorio universo adrenalítico donde lo que no puede pasar pasa y lo que puede pasar no sucede.Una situación en la que la condición humana y su subjetivismo se debaten entre fatalismo,determinismo,libertad de mi yo,impotencia y estoicismo. Una causalidad que puede ser impactada desde otra realidad literalmente desde arriba.

Factores que precisamente  son ajenos a la situación de la escalada de salón

La escalada de salón (ya con asideros de pasta fabricados en serie) empezaría a practicarse en el país hasta varias décadas más tarde. Cuando al factor de aleatoriedad, propio del alpinismo, se sumaba la inseguridad social reinante en el país y que se desbordaría hasta los panoramas naturales. Cuando los criminales organizados empezaron a asaltar, violar y asesinar a los alpinistas. 
Ver nota publicada en el diario El Universal.*

Con  esos dos elementos de inseguridad en puerta, la juventud se retrajo considerablemente de las montañas y los gimnasios se empezaron a llenar.

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TLALMANALCO, Méx., marzo 5,2012 (EL UNIVERSAL).- La zona boscosa de San Rafael, en las faldas del volcán Iztaccíhuatl, es muy peligrosa para montañistas que visitan el lugar ya que operan bandas de delincuentes que fuertemente armados los asaltan y violan a las mujeres, advirtieron los propios excursionistas.
Según las propias autoridades municipales, se presentan hasta ocho atracos al mes en contra de deportistas extremos que acuden a este lugar, sobre todo los fines de semana, porque no hay vigilancia de ninguna de las corporaciones municipales, estatales y federales, ni de los ejidatarios que controlan el parque.
Juan Carlos Durán Gutiérrez, director de Protección Civil de Tlalmanalco, reconoció que cada fin de semana se registra un robo en diferentes parajes del ejido, pero hay ocasiones que son hasta dos, principalmente en “Las Trancas”, el más alejado de la caseta de vigilancia del área que administran ejidatarios que cobran una cuota a los visitantes.
El domingo 26 de febrero, 60 personas que acampaban y comían en el paraje “Nexcoalanco”, fueron asaltadas por 25 hombres armados y encapuchados que golpearon y causaron heridas a más de 20, incluyendo a un niño de ocho años y abusaron de tres mujeres.
Los ladrones, vestidos con ropa camufleada, cubiertos de la cara con pasamontañas, salieron de entre los matorrales armados con rifles, escopetas, pistolas y machetes para rodear primero a un grupo de aproximadamente 40 personas que acampaban y comían.
Luego sometieron a otras más que venían bajando, amarrándolas a todas, hasta sumar más de 60, incluyendo niños y mujeres.
Los encapuchados hicieron disparos al aire y a casi todos los hombres les pegaron con machetes y pistolas, causándoles lesiones a por lo menos a 20 en cara, cuerpo y cabeza, entre ellos Fernando, de ocho años, a quien le pegaron en la espalda.
A Alejandro, de 27 años, le fracturaron la nariz con la cacha y a Salvador lo hirieron de una pierna con una pistola de diábolos.
Un perro bóxer que acompañaba a campistas de Cuautitlán fue baleado en el cuello con una escopeta.
“Entregamos celulares, carteras, dinero, relojes, cámaras, equipo de montaña y luego nos quitaron los zapatos que aventaron a una camioneta Chevrolet para luego amarrarnos de pies y manos con las agujetas”, recordaron.
La misma suerte corrió un profesor y 11 alumnos de la primaria Juan Jacobo Rousseau, del Distrito Federal, que acampaban en la zona.
El jueves pasado, el ayuntamiento clausuró el parque ecoturismo “Dos Aguas” por carecer de licencia de funcionamiento y por falta de medidas de seguridad para protección de los paseantes.
El lugar se mantendrá cerrado, hasta que la empresa no regularice su situación administrativa ante el gobierno local y tome medidas internas para garantizar la seguridad de quienes semanalmente visitan el sitio.





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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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