PAIDEIA-W.JAEGER
Fondo de Cultura Económica,México, 2002
Ya se han
asentado los polvos de aquella controversia que levantaron las teorías
creacionista y la evolutiva del origen del humano. Cada quien en la banqueta que le
toca de la calle. "En la ciudad para todos hay lugar"
, gustaba decir el emperador Marco Aurelio.
La
evolucionista ha dejado el lirismo y se
ha retraído al trabajo epistémico de los institutos de investigación antropológica. Entre las verdades y las
creencias su leit motiv es el conocimiento.
Ahora lo que
recorre las calles de las “ciudades occidentales” es el cristianismo. Ese
cristianismo que nació en Palestina con la muerte de Jesús y tiene su sede en Roma,
lugar donde quedaron los mártires Pedro Y Pablo.
Es cuando la historia de la religión nos dice que el cristianismo, siguiendo el camino del bien, es decir la virtud, como se llamaba a las buenas relaciones, tiene mucho de la cultura helénica.
La cultura
helénica, a su vez fue cubierta por el cristianismo. No es que una se impusiera
a la otra, como suele creerse, sino, al
estilo de las carreras de relevos, una sucedió a la otra. O si se quiere una
abonó el terreno, universal, no regional, para la otra. Si bien, luego de una
acalorada y larga controversia.
Proceso universal porque Alejandro había ya helenizado mucha parte de Oriente, tanto cercano como lejano. Y ya fuera en las ciudades que conquistaba, o en las que fundaba, edificaba templos a los dioses griegos. Tras ellos llegaban los filósofos de la Helade. Luego llegaban los judíos y levantaban sus sinagogas.
Y como eran judíos helenizados en su mayoría,
tras ellos llegaron los primeros discípulos de Jesús, a hablar en esas mismas
sinagogas y desde los templos griegos. El celo cerrado de Palestina quedaba
lejos y en su lugar los aires de libertad, para el intercambio de ideas de la
Helade, la dialéctica, facilitaban esa lenta identificación con los estoicos.
Había puntos de coincidencia con la secta que en Palestina
se llamaba esenios. Otros principios, en cambio, llevaría siglos definirlos.
El cielo de
Zeus hablaba de una vida más allá de esta vida, y el Olimpo estaba lleno de
criaturas inmortales, pero sus filósofos se aferraban en encontrar una
explicación desde la razón. Y la razón, como veremos en Bergson, no es
suficiente para remontar el vuelo.
Jaeger anota
que:”A la par con las discusiones culturales del siglo IV y con el impacto de
la civilización humana sobre Roma, el tema
histórico más importante de esta obra (Paideia=Cultura)
es la trasformación de la Paideia griega
helenística en la Paideia cristiana.
Fue La Paideia griega la que puso los
cimientos de aquel fogoso y secular pugilato
reñido entre los espíritus griego
y la religión cristiana, cada uno de los cuales se esforzaba en señorear o asimilar al otro, y de su síntesis final.
Tender un puente sobre la sima que se
abre entre la civilización griega
clásica y la cultura cristiana de la baja Antigüedad.”(Paideia, libro tercero)
Por su parte
Henri Bergson escribe: “La moral del Evangelio es esencialmente la del alma
abierta…Tenemos una impresión de esta clase
cuando comparamos, por ejemplo, la doctrina de los estoicos con la moral cristiana. Se proclamaban
ciudadanos del mundo y agregaban que todos
los hombres eran hermanos, como hijos de un mismo Dios. Eran casi las
mismas palabras, pero no encontraron el mismo eco, porque no se las había pronunciado
con el mismo acento. Los estoicos han dado muy bellos ejemplos, y si no han
logrado arrastrar consigo a la humanidad es porque el estoicismo es
esencialmente una filosofía.” (Bergson, Las
dos fuentes de la moral y de la religión)
“Werner-Wilhelm Jaeger, (Lobberich, Renania, 30 de julio
de 1888 - † Boston, 19 de
octubre de 1961),
filólogo clásico alemán, exiliado en los Estados Unidos, especialista en
Aristóteles autor de Paideia. Estudió en su ciudad natal y en el
Gymnasium Thomaeum de Kempen; luego pasó a la Universidad de Marburgo. Se doctoró en la Universidad Humboldt de Berlín en
1911 con una tesis sobre la Metafísica de Aristóteles,
Studien zur Entstehungsgeschichte der Metaphysik des Aristoteles; privatdozent
en Berlín en 1913, fue discípulo allí del profesor Ulrich von Wilamowitz-Moellendorff
(1914).”
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