Malas
traducciones y malas interpretaciones me alejan probablemente de lo que
escribió Chaucer o Goethe o Bukouski o Jean Wahl, Lucio V. Mansilla, o Margaret Mitchell o Louise Erdrich.
Ahora estoy
leyendo, otra vez, una novela de Flaubert, de amor y que tiene como fondo a los
ejércitos mercenarios de Cartago. Con el tiempo esta novela ha sido muy reconocida y en otro tiempo muy
criticada.
Esto, el
valor o demerito de una obra, es lo que aborda C. S. Lewis en su libro La experiencia de leer.¿ Es mala tal
novela o alguien dijo que es mala? Por el contrario, los canales de televisión tiene ya un mes diciendo
que tal novela es excelente. ¿Es excelente?
Con el
tiempo, cuando vuelvo a leer la novela mencionada de Flaubert, encuentro que algunas cosas estaban
ahí y que yo no vi entonces y, si leo diez veces la misma vieja obra, sigo
encontrando cosas nuevas. Tal vez ya no ortográficas o de redacción o de
planeación y desarrollo de la obra, porque ahora ya todo eso me es familiar,
sino de contenido estético, histórico...
“Es como
cuando volvemos a algún sitio hermoso que conocimos de niños. Apreciamos el
paisaje con nuestros ojos de adultos, pero también revivimos el placer que nos
produjo cuando éramos pequeños.”Dice Lewis.
Pero al
comentar la vieja novela con mis amigos, que también conocen la obra, opinan
diferente, como si se tratara de otra obra. ¿Dicen su criterio, su
subjetivismo, o se dejaron influir por la televisión? Porque lo suyo de la
televisión es vender, no enseñar. Lewis
anota:
“Desde luego, nunca podemos superar los límites de nuestra propia piel.
Por más que nos esforcemos, nuestra experiencia de las obras literarias siempre
llevará alguna impronta de nuestros rasgos personales y de los propios de nuestra
época. Tampoco podemos ver nunca las cosas exactamente como las ven los demás.”
Tal vez mi
amigo no pudo resistir el bombardeo televisivo y se dejó llevar por el criterio
“oficial” de las sectas culturales que suelen dominar el panorama de un país
durante algún tiempo, y no exponga su criterio: “Pero su opinión sobre Lamb es,
igual que la mía, producto de una experiencia puramente personal; o bien,
reflejo de una opinión dominante en el mundo literario.”
Lewis se
refiere a ese aspecto de la literatura que se llama “derrocamientos” llevados a
cabo por “la media docena de autores protegidos por el grupo que
momentáneamente decide sobre los méritos y desméritos de las obras literarias.”
Por lo
general la literatura “buena” suele agarrar el mismo color del partido político que está en el
poder. De manera que un sexenio unos autores serán los publicitados hasta el
cansancio y para el sexenio siguiente
estos mismos autores tal vez estén en el cesto de la basura o por ahí en el
ostracismo polvoso de los anaqueles.
Lewis
apunta: “derrocamientos y restauraciones se producen casi todos los meses. Por tanto,
no puede confiar en que haya uno que vaya a ser permanente. Pope llegó, se fue,
y volvió Milton, colgado, destripado y descuartizado por dos o tres críticos influyentes,
parece haber revivido. Las acciones de kipling,
que en tiempos estuvieron muy altas, cayeron estrepitosamente, y ahora
muestran leves signos de recuperación.”
Ahora esos
“críticos influyentes” desde la televisión
ya no sacan el hacha para despedazar tal o cual obra. La cosa es más
sencilla: callan las buenas lecturas y de esa manera enaltecen las malas
lecturas: “Por consiguiente-dice Lewis-debemos decir que lo que condena un
libro no es la existencia de malas lecturas, sino la ausencia de buenas.”
Y el
corolario de todo esto es que, para rechazar o aceptar a un libro, demos una
patada en el trasero a los comentadores profesionales, que quién sabe a qué
intereses estén sirviendo, y juzguemos por nosotros mismos: “Debemos vaciar
nuestra mente y abrirnos. En todo libro pueden encontrarse defectos. Ninguno
puede revelar sus virtudes sin un acto previo de buena voluntad por parte del
lector.”
Con una
hojeada al libro el lector con experiencia puede hacerse una idea de qué clase
de lectura tiene en sus manos. Pero si de leerlo se trata, lo que implica
dedicarle tiempo, o bien de emitir un juicio, sobre ese libro, hay que andarse
con más cuidado.
Lewis lo
dice de esta manera:
“Basta una mirada para poder decir que hay una araña en
este cuarto. En cambio hay que hacer al
menos una limpieza completa para poder decir con certeza que no la hay.”
“Clive Staples
Lewis /klaiv steɪplz 'lu:ɪs/
(Belfast, Irlanda
del Norte, 29 de noviembre de 1898 – Oxford, Inglaterra,
22
de noviembre de 1963),
popularmente conocido como C. S. Lewis, y llamado Jack por sus
amigos, fue un medievalista, apologista cristiano, crítico literario,
académico, locutor de radio y ensayista británico.
Es también conocido por sus novelas de ficción, especialmente por las Cartas del diablo a su sobrino, Las crónicas de Narnia y la Trilogía cósmica.”
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