Su yo pudo
haber llegado hasta el solipsismo disolvente. Hacia la negación de la materia,
de la conciencia, de la libertad y a la negación de la pluralidad.
Antes de
cruzar la raya emprendió el regreso hacia el mundo, hacia las gentes, hacia las
cosas, hacia Dios.
Decir
“mundo” es referirse a las cosas que nos rodean. Al situarse Fichte en un mundo
puramente ideal, a través de su yo, niega la existencia de ese mundo real.
Así empieza una singular actividad intelectual, hiperbólica, con calidad de altos vuelos espirituales. La libertad, principalmente, la conciencia, y también la actividad, son los ejes de su pensamiento.
Así empieza una singular actividad intelectual, hiperbólica, con calidad de altos vuelos espirituales. La libertad, principalmente, la conciencia, y también la actividad, son los ejes de su pensamiento.
El que
conoce la vida de este filósofo sabe que entraba en conflicto con suma
facilidad en su trato con la gente. Era alguien marcadamente contradictorio.
Pero al final, por esa contradicción, va a
encontrar su lugar en el mundo. Es como un ensayo inconsciente dialéctico.
Toca lo infinito desde lo finito.
Era una
manifestación de su idealismo que chocaba con una realidad que no aceptaba. En
su anhelo de libertad choca con la idea de una “cosa en sí”, independiente de
todo, como sería Dios.
No es que quiera manipular el concepto de Dios o hacer un Dios a sus intereses, o a su color o a su medida, como es lugar común en el mundo de la mercadotecnia religiosa.
No es que quiera manipular el concepto de Dios o hacer un Dios a sus intereses, o a su color o a su medida, como es lugar común en el mundo de la mercadotecnia religiosa.
Solamente no acepta la “cosa en sí” porque es
un óbice para su libertad.
Buscaba la
libertad absoluta para sí, y se encontró con un egoísmo consumado, que tuvo que
destruir para poder llegar a la verdadera libertad absoluta, la que ya no
pertenece a la fenomenología.
Parecía
tener algo de común con Sócrates. Éste
manifestaba, en el último día de su vida, una convicción que iría a vivir a la
Ftía espiritual, donde los requerimientos del cuerpo de humano ya no le distraerían
más. Libre ya en el mundo espiritual se dedicaría a seguir conversando con sus amigos filósofos
que se le han adelantado por medio de haber fallecido para el mundo.
Pero el
idealismo de Fichte es otro. Se niega, por medio de su yo, a toda realidad
material y esto lo sitúa en la soledad total:”Fuera de él no existe
nada-escribe Weischedel en Los filósofos entre bambalinas -, ni un Dios, ni otros hombres, ni un mundo. Sin
embargo, él mismo existe en la soledad más fría. Es cierto que es libre; pero, ¿qué
puede hacer con su libertad en una realidad que se ha hecho irreal?”
Había
llegado a una especie de disolución del
yo, pero no fundándose en el
Nirvana, como los hindúes, sino en una disolución total.
De ahí
llegará a otra concepción de la “libertad sustentable” o la certeza de existencia de una “cosa en
sí”. Es cuando se escapa del fin del mundo y regresa al mundo.
Fichte escribe en El destino del hombre: “Existe un número infinito de individuos, que son otros tantos puntos de vista de la conciencia total del universo, y no existe otra, pues sólo en el individuo hay completa determinación y realidad.”
Fichte escribe en El destino del hombre: “Existe un número infinito de individuos, que son otros tantos puntos de vista de la conciencia total del universo, y no existe otra, pues sólo en el individuo hay completa determinación y realidad.”
Sin embargo,
concluye, la libertad tiene que ser
acotada. Escribió: “para que la libertad
no se destruya a sí misma no puede permanecer en lo absoluto carente de limitaciones. La libertad sólo
puede evitar su fin si encuentra limitaciones originales, si en todo su
absolutismo se concibe, al mismo tiempo, como libertad finita.”
Entendía que
un ser asilado de todo o era una entelequia o un aspirante a ser aceptado en el manicomio.
“Así, Fichte
tuvo que reconocer- escribe Weischedel- que junto al yo libre y al mundo de las
cosas desarrollado gracias a su fuerza creadora, están los otros yos libres."
Pero en esa forma tuvo que alterar el principio fundamental de su pensamiento.
El punto de partida no es ya el yo
aislado, sino la comunidad de seres libres, el”reino de los intelectuales.”
Encontró que
hay algo por lo que no podemos actuar
tan a la libre (salvo los casos patológicos muy bien determinados por la
ciencia médica), y es la conciencia.
Fichte encuentra que tenemos la conciencia ya colocada en alguna parte de nuestro ser que es como una especie de vigilante. Antes de emprender nuestro vuelo en busca de la libertad ya llevamos consigo esa cosa llamada conciencia.
Sino pregunte a Fedor Dostoievski.
Fichte encuentra que tenemos la conciencia ya colocada en alguna parte de nuestro ser que es como una especie de vigilante. Antes de emprender nuestro vuelo en busca de la libertad ya llevamos consigo esa cosa llamada conciencia.
Sino pregunte a Fedor Dostoievski.
Semejante a lo
que sucede con el erotismo. Podemos hacer los razonamientos más objetivos que
el mismo Kant, pero ya antes que todo eso hay todo un programa hormonal…Rhett Butler,
el personaje de Lo que el viento se llevó,
de Margaret Mitchell, era el tipo más cínico, ladrón de tesoros de los
ejércitos, calculador y mujeriego, pero lo que no podía vencer eran sus
hormonas que lo ponían, casi indefenso, a los pies de Scarlett O ´Hara.
Así es con
la conciencia. Como si tuviéramos instalado, en alguna parte de nuestro ser un chip (para decirlo con términos
cibernéticos) que nos vigila.
“Por ello- dice Fichte - no podemos hacer ningún uso arbitrario de nuestra libertad; la conciencia siempre ha dispuesto de ella…Todo individuo es una conciencia particular completamente determinada por su naturaleza; nadie puede tener otro, ni en otro grado de claridad, que el que realmente tiene.”
Fichte
recapacita en el sentido que el yo debe ser aniquilado por la muerte y
solamente así puede elevarse a sí mismo y llegar al Yo Absoluto que es Dios.
Su
conciencia le ha dado luz verde en este sentido. Su libertad se refugia en la
libertad de Dios: “Vivir en Dios es ser libre en él.”
Fichte |
“Johann
Gottlieb Fichte (Rammenau, 19 de mayo de 1762 – Berlín, 27 de enero de 1814) fue un filósofo alemán de gran
importancia en la historia del pensamiento occidental. Como continuador de
la filosofía crítica de Kant
y precursor tanto de Schelling como de la filosofía del espíritu de Hegel, es considerado
uno de los padres del llamado idealismo alemán.”
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