F.C.COPLESTON EN EL PENSAMIENTO DE SANTO TOMÁS DE AQUINO


El pensamiento de Santo Tomás
F. C. Copleston
Fondo de Cultura Económica (México-Buenos Aires) 1960

El pensamiento laico en la filosofía parece   una serie de causas eficientes, o causas y efectos,  como si se tratara de algo horizontal, en  sentido geográfico.

Como las dunas en el desierto que, por efecto del viento, van empujando, desplazando, la arena de manera horizontal.

El pensamiento religioso de Santo Tomás imagina esa serie de causas ordenadas de manera vertical. Como hacen los paleontólogos cuando practican un corte vertical en la tierra. Van encontrando por niveles,”horizontes”, los vestigios que corresponden a las diferentes tiempos de ese sitio.

Un corte vertical en el “Zócalo” de la Ciudad de México encontraría, cerca de la superficie, envases de Coca-Cola, restos de ropa confeccionada con fibra sintética, latas de atún, pequeñas cajas de cartón que contuvieron pastillas contra el colesterol…

Ese mismo corte vertical arrojaría más abajo cosas de la época colonial como una espada, una moneda con la efigie de Carlos V, una rueda de carreta…

Más abajo, por fin, navajillas de obsidianas para el auto sacrificio que se fabricaron, desde el remoto pasado, hasta el siglo dieciséis, representaciones  en roca de Huitzilopochtli, el cráneo de un guerrero con la oquedad de la nariz penetrada con la punta de una flecha…

Lo mismo que hacen los geólogos al efectuar perforaciones verticales. El contenido de sus núcleos les informan de material rocoso de tiempos terciarios, arriba, y hacia abajo, con más antigüedad, mesozoicos, paleozoicos, precámbricos…

Como Dante, en la Divina Comedia, pone en la grafica del Purgatorio las cornisas en sentido vertical, siendo la de más arriba la lujuria, y le siguen hacia abajo gula, avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia…

Así el modo de ver religioso de Santo Tomás. Arriba Dios, hacia abajo los ángeles y demás criaturas celestiales, la Iglesia, los humanos (humanos), es decir, los que observan una vida de hábitos de orden y progreso tanto material como intelectual y espiritual. Más abajo los del pensamiento que provoca lo que llamamos “inseguridad social” o el underground. Sigue el “horizonte” metafísico del  infierno.

En estos ejemplos se invertiría la idea de Santo Domingo  arriba lo vital y abajo lo que va decreciendo.

Copleston explica esta parte de la obra de Santo Tomás: “Tenemos que imaginar no una serie lineal  u horizontal, por así decirlo, sino una jerarquía vertical, en la que cada miembro inferior  depende del que está  sobre él.”

A diferencia de ese enfoque de Santo Tomás, que vivió en plena Edad Media, las palabras de Jesús “Yo estaré con ustedes todos los días”, parece alejarse del ordenamiento vertical y adquirir el horizontal, como si hubiese dicho yo estaré entre ustedes, no sobre ustedes.

Si nos propusiéramos abundar  en este punto mencionaríamos la controvertida teoría de la extensión que para Spinoza,lo mismo que para Malebranche,el espacio es un atributo,una expresión de la divinidad y así  podemos pensar que Dios está en todas partes,rodeando todas las cosas y personas,montañas, desiertos...Para Leibniz en el espacio hay mónadas o algo así como ángeles:

"Para Spinoza es el espacio un atributo igual en importancia  al espíritu y una expresión de Dios más que una idea del hombre." (J. Wahl, Introducción a la filosofía).

Hablando de la teoría cuantitativa y la teoría cualitativa,cuál es primero en tomarse en cuenta y cuál después, Wahl (op. cit.) anota: "Es incluso posible que todo orden sea artificial en este caso,que cada una de estas dos nociones  o realidades, sólo exista por su oposición a la otra, que vengan al ser simultáneamente.Esto no es imposible,si imaginamos un termino común del que se derivan ambas."

Ya no hay la fenomenología, como en la obra de Dante, el cielo allá arriba y el infierno abajo. Ahora la   diferencia está en la calidad de los actos del individuo, o en la ausencia de ella. Vamos abriéndonos paso, todos los días, entre el cielo y el infierno.

Copleston cierra así esta parte de la obra citada: “Santo Tomás habla de un “orden” de causas eficientes, no está pensando en una serie  que se prolonga hacia el pasado, sino en una jerarquía de causas, en la que cada miembro subordinado depende  aquí y ahora  de la actividad causal de un miembro superior.”
 
Copleston

“Frederick Charles Copleston S.J., (10 de abril, 1907, Taunton, Somerset, Inglaterra3 de febrero, 1994, Londres, Inglaterra) fue un sacerdote de la Compañía de Jesús y un escritor de filosofía. Copleston se convirtió al catolicismo romano mientras asistía al Marlborough College. Fue el autor de la influyente obra Historia de la filosofía, publicada en once volúmenes. Es conocido además por el debate que sostuvo con el famoso pensador inglés Bertrand Russell, transmitido en 1948 por la BBC. El debate se centró en la existencia de Dios. El año siguiente debatió con A. J. Ayer sobre el positivismo lógico y la significación del lenguaje religioso.”


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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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