LEIBNIZ Y LO NECESARIO DIFERENTE


Nuevo tratado sobre el entendimiento humano
G.W.Leibniz
Libro IV (Del conocimiento), Cap. X

Un técnico en instalaciones eléctricas caseras  podría decirnos del movimiento de electrones que tiene lugar cuando los polos opuestos positivo y negativo, entran en contacto.

En otros términos, es lo que nos dice la filosofía del devenir: movimiento entre diferentes.

Diferentes que a la postre vienen siendo uno.

Algunos le dicen “opuestos” o “contrarios”. Es la influencia de la televisión, donde casi todo es violencia.

 Sólo son diferentes y, en el fondo, los dos son sólo uno. Imagine alguien  nada más un  polo eléctrico: no hay movimiento de átomos, no hay “luz”…

La filosofía son esas cosas que vivimos en la calle todos los días, en nuestra vida personal, en el mercado, en lo laboral, en la académica, en lo sentimental, en lo sexual, en el deporte…

¡Nada fuera de este mundo!¡Nada nuevo bajo el sol! En otras palabras, la  filosofía está compuesta de  lugares comunes. El que juega en la Bolsa de valores, el que vende el cartón por kilo, el que vende tacos de carnitas en el puesto de la esquina, el indigente que duerme en la calle, la muchacha que se abrasa, con “ese”, con el muchacho. La filosofía es la vida vivida.

Pero, como todas las ciencias, tiene su modo de decir las cosas. Y aquí es donde la gente  del común dobla la hoja o cierra el libro. Los libros de filosofía no se venden en las carnicerías y, acaso, se les pueda encontrar, en algún lugar casi desconocido de las librerías.

Solamente los novelistas son los que tiene la capacidad intelectual de hablar de filosofía de manera amena para todo público.

Cuando la filosofía habla  de movimiento es a partir de algo que está quieto, en potencia. Para que se mueva, para que sea acto o devenga, necesita otro que lo mueva. Al estilo de un balón de futbol en la cancha. No se mueve por sí. Y aquí es donde la cuestión se pone interesante o parece enredarse un poco.

Mientras nos mantenemos en el nivel del fenómeno no hay problema, como en el caso del fluido eléctrico que hay un positivo y un negativo. Al balón lo impulsa la patada del jugador o el viento es el que lo mueve.

La pregunta que sigue es que, si el pensamiento es movimiento, acción, ¿quién lo mueve? Las sustancias químicas de los neurobiólogos son eslabones de una cadena. La célula primordial necesitó un ambiente. El movimiento  que se  menciona del Big Bang viene de otro movimiento  de contracción, etc. 

¿Quién dio la primera patada al balón?

Aquí es cuando se considera que de la nada no sale nada, como se dice comúnmente. Entonces, por yuxtaposición, se deduce que si hay nada también hay algo, un ser.
Tomado del diario El País, de España

Ser o no ser es una frase muy conocida dicha por Macbeth de Shakespeare. Cuatro palabras que vienen desde los presocráticos y son la síntesis apretadísima de lo que llamamos pensamiento universal o de los cinco continentes. Se le encuentra desde el Pórtico hasta las flechas clovi de Norteamérica.

Cuatro palabras que son como un manantial donde todos pueden abrevar. Los que son felices con sólo ver que el sol  sale cada mañana. Los escépticos con espíritu positivo investigador académico. Los que piensan que no vale la pena vivir aunque estén rodeados de afectos. Los que encuentran insuficientes los placeres naturales. Los que sufren hasta porque son felices. Los que viven solos entre la multitud. Los que se hacen más fuertes  en  la soledad sin soltar amarras con la multitud…

Parece que hemos encontrado la solución de una manera directa y simple. Ya tenemos al ser y a la nada. Pero luego se nos dice que, por el contrario, aquí es donde empieza la dificultad porque la nada  también es algo. Entonces es algo que no puede mover a algo porque, si se le mira con cuidado, esas dos cosas viene siendo Uno. 

Entonces la yuxtaposición real del ser es el no-ser. 

Por eso Shakespeare dijo ser o no ser.

Es cuando tenemos la sensación de haber llegado a una aporía, como se llama a lo que parece  no tener solución.

La razón práctica lo resuelve explicando que en el terreno de la fenomenología, la causa y el efecto, y así hasta el infinito, es eterna, tanto para atrás como para adelante. Para el pretérito como para el futuro, pasando por el presente. ¡Y ahí acaba todo! O, mejor dicho ¡Todo sigue!

 Y la aporía salta cuando preguntamos cuándo fue ese primer impulso que puso en movimiento a la misma fenomenología.

Leibniz no encuentra ninguna dificultad porque el que dio origen a todo, tanto a las cosas de la razón práctica (apariencias), como a las ideas, de la razón vital,  (esencias) es Dios.

 Leibniz cierra con estas palabras: “Sabemos también, por conocimiento de simple vista, que la pura nada no puede producir un ser real. De donde se sigue  con evidencia matemática que algo ha existido de toda eternidad, puesto que todo lo que tiene un comienzo debe haber sido producido por alguna otra cosa. Luego debe haber un ser inteligente de toda eternidad que es lo que llamamos Dios.”
 
Leibniz


“Gottfried Wilhelm Leibniz, a veces von Leibniz1 (Leipzig, 1 de julio de 1646 - Hannover, 14 de noviembre de 1716) fue un filósofo, lógico, matemático, jurista, bibliotecario y político alemán. Fue uno de los grandes pensadores de los siglos XVII y XVIII, y se le reconoce como "El último genio universal". Realizó profundas e importantes contribuciones en las áreas de metafísica, epistemología, lógica, filosofía de la religión, así como a la matemática, física, geología, jurisprudencia e historia.” Wikipedia







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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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