WHITEHEAD, UN DÍA EN EL DESIERTO CON EL TIEMPO


Huehueteotl se llama en México el dios del tiempo. Es la figura de un anciano encorvado, con arrugas en el rostro y en la cabeza lleva un recipiente para el fuego. Así se representa la idea de la juventud y de la vejez. Del tiempo y del espacio.
Huehueteotl

La figurilla cuicuilca-teotihuacana está en la mesa y, ahí junto, mi abuelo permanece sentado frente a la chimenea, con un edredón cubriéndole las rodillas. Antes, en el amanecer, corría en short y en camiseta por el desierto de Chihuahua, dos horas cada tercer día, aunque las dunas estuvieran cubiertas de nieve.

Sobre la mesa  hay también una crema que mi abuela usa contra las arrugas.

Sentado en la mecedora, en el cobertizo-pórtico de mi barraca de Tlamatzinco, veo que las dunas de arena se levantan rojas con el sol antes de ocultarse, a mi espalda, tras la sierra El Presidio. En el cenit se veían tan aplastadas, que parecían no existir, pero ahora se ven muy altas.
Las sombra con su movilidad registran el paso del tiempo

Pienso en el tiempo pero una foto de Spinoza parece decirme desde la pared: “¡Acuérdate del espacio!”

El tiempo para la gente apresurada de la ciudad industrial es muy corto (“¡no alcanza el tiempo!”), se mide por segundos, al punto que todos llevan reloj y lo consultan con angustia a cada rato. Todos tiene una idea clara del tiempo, aunque, cosa curiosa, pocos piensan en el tiempo como sujeto, lo hacen sólo como segundos.

¿Cuándo nació usted? A las 17 horas con 10 minutos del 3 de abril de 1980, según dice mi acta.

El tiempo para la gente del campo, en cambio, con su calendario agrícola, parece agarrar dimensiones metafísicas y en lugar de segundos son instantes. 

¿Cuándo nació usted? Me dicen que una semana que hizo tanto calor, más de 50 grados, que las velas y veladoras se derretían estando a la sombra. Ahora las ponemos en recipientes con agua.

Eso sucede cada año en mayo-junio en la  región norte de Chihuahua, ¿podría ser más específico? Claro, fue una vez que pasaron 7 años sin llover en esta parte  y el ganado se murió de sed. Ahora hemos construido canales a través de la llanura para traer agua desde el río.

Henry Bergson dice que “se representa el futuro según el modelo del pasado”. Y Jean Wahl, en su Introducción a la filosofía, escribe que “el problema del tiempo no ha dejado nunca de ocupar el espíritu humano. Basta consultar los comentarios medievales de la Biblia para ver cuántas cuestiones se plantearon entonces acerca del tiempo.”

Lo sabe bien el novelista que, con la inesperada interrupción de la corriente eléctrica, ha perdido el texto de 5 cuartillas que llevaba escritas esta mañana en la computadora. Seguía la ilación del tema con tanta fluidez que estaba fuera de la realidad y se olvidó de “guardar”.”¡Necesito un regulador para la compu!”, dice. Éste también se está representando el futuro según el modelo pasado.
Movimiento,espacio y tiempo

Por lo pronto tendrá que pagar las consecuencias volviendo a recrear las escenas perdidas. 

En los países pobretones todos, y a la vez, nadie, es responsable por las interrupciones inesperadas de la corriente eléctrica, tan frecuentes sobre todo en temporada de lluvias. El apagón en esa área  puede cubrir universidades, hospitales, bancos comerciales, oficinas, cines. Los  que sí  tienen planta de emergencia son los moteles…

Está el tiempo abstracto que se mide con los relojes o con formulas matemáticas. También está el tiempo concreto, ese que se ha señalado como “la última realidad”.

Los acontecimientos, al moverse, es lo que dan idea de que el tiempo existe y, junto con el tiempo, está el espacio. El espacio que le da forma a las cosas, aunque también se piensa que las cosas son las que  le dan forma al espacio.

El tiempo y el espacio nos acompañan siempre. Somos parte de esas dos dimensiones, pero de tan familiares, no las tomamos en cuenta. Como un tiburón tal vez ignore que anda entre el agua.

El médico cuando nos entrega la receta nunca escribe el medicamento de más calidad. Sólo dice: “¡Muévase, haga ejercicio!”.Esa medicina tiene mucho de mágico por eso no  aparece con ninguna fórmula química en la receta. No se vaya a acusar al médico de brujo. Sólo dice “¡tómese esto y muévase!”

 Whitehead, filósofo, ilustra el tiempo,  el espacio y el movimiento diciendo que “una cosa no está sólo donde está, está también donde actúa”.

Hay interesantes, por no decir, encantadoras, consideraciones filosóficas respecto de la constitución del tiempo, si es continuo o si se compone de interrupciones, según anota Wahl:

 “ Se ha considerado al tiempo como constituido por instantes (la teoría de los pitagóricos, de  algunos filósofos  árabes y, hasta cierto punto, de Descartes, Renouvier y James) ,o como un continuidad que no está, en absoluto, compuesta de instantes (la teoría de Bergson y en algunos momentos también de james).O se ha considerado que los instantes no son los componentes del tiempo, pero que son, no obstante, los elementos en que  puede analizarse el tiempo (la teoría de Aristóteles y también de Leibniz”).   

Pero todos estos ejemplos del abuelo, la veladora, las dunas y el médico, son sólo la introducción física al tema porque, agrega Whitehead, siempre habrá un espacio material, otro espacio intelectual y otro espacio espiritual.
 
Whitehead

“Alfred North Whitehead, OM (Ramsgate, 15 de febrero de 1861 - Cambridge, Massachusetts, 30 de diciembre de 1947), fue un matemático y filósofo inglés. Nació en Ramsgate, (Kent, Inglaterra), y falleció en Cambridge, Massachusetts, (Estados Unidos). Publicó trabajos sobre álgebra, lógica, fundamentos de las matemáticas, filosofía de la ciencia, física, metafísica, epistemología y educación. El trabajo más conocido, del que es coautor con Bertrand Russell, es Principia Mathematica. En ese tiempo partiendo de una teoría relacionista (o más bien relativista) del espacio centró su epistemología en la naturaleza de las cosas. Mantuvo tal postura hasta la década de 1930. A partir de entonces su obra tomó visos más metafísicos. Whitehead fue profesor en las universidades de Londres y de Cambridge, donde destacó por sus estudios lógico-matemáticos. Luego en Estados Unidos fue director de la cátedra de filosofía en la Universidad de Harvard, y tuvo entre sus discípulos a Quine.” Wikipedia











































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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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