PETRONIO VIAJA A LA CIUDAD LLAMADA CROTÓN


En su viaje hacia la ciudad de Crotón, Eumolpo y sus compañeros, se enteran que es un lugar  “en el que no se honran los estudios literarios, la elocuencia no tiene ningún prestigio, la sobriedad y la conducta decente no son elogiadas y premiadas.”

Es un lugar habitado por sinvergüenzas de todo tipo a los que Petronio llama con tono bajo  “cazafortunas”. Las familias unidas y emprendedoras que tiene hijos hay pocas,  son señaladas y prácticamente apartadas.

Un lugar muy a doc para el utilitarismo y la trapacería. Crotón es una ciudad en el que sus instituciones están corrompidas, nadie piensa en hacer florecer a las universidades, edificios destartalados,  salarios y prestaciones de maestros más bajos que el que vende habichuelas  en las puertas del Foro romano.

No se habla de sanear el cuerpo y el espíritu por medios de una sociedad oxigenada. Deportes, museos, exposiciones de arte, caminar por el campo y los bosques, trabajar y darse respiros para el descanso y la “celebración alegre”, de fechas civiles y religiosas que marcan hitos en la historia de esa ciudad.

No conocen el lugar y Eumolpo y sus amigos se informan antes de llegar y alguien les dice: “Se dirigen a una ciudad que es como una región arrasada por la peste, donde no hay nada más que cadáveres picoteados o cuervos que los picotean.”

¿Cómo sanearía un general esta cloaca llamada Crotón? ¿Cómo lo haría un político? ¿Cómo un filósofo? ¿Cómo un guía espiritual? ¿Cómo un financiero? ¿Cómo lo haría Dios?

Eumolpo es un hombre de letras y dice que empezaría por la manera de hablar, reflejo de su yo íntimo. El verbo y el individuo son uno, no son dos: “La noble inspiración odia la verborrea vacía  y la mente no puede concebir o fructificar a menos que esté empapada en el flujo poderoso de las grandes acciones.”

Las grandes acciones vitales son las que no se conocen en Crotón pero sí su contraparte que es la degradación. Pero, ¿cómo empezar esa ingente tarea?

Ya desde el siglo diecisiete Benito Spinoza nos está diciendo (en su Ética) que la manera como se trasmiten  las buenas, o las patológicas  costumbres, es por medio de los que tenemos más cerca que son los niños de la casa.
Dibujo tomado del libro La psiquiatría en la vida diaria, de Fritz Redlich, 1968

Este niño es el efecto de la causa que después será la causa de otro efecto similar.

 Hablamos en caló o lunfardo a los niños y estos, en la creencia que está bien dicho, pues lo escucharon a sus padres, se lo dicen a sus amiguitos y más tarde a sus mismos hijos. A la vuelta de pocas generaciones las raíces griegas y latinas se fueron al cesto de la basura y los habitantes de ese país están hablando en caló y ni quien lo note.

Spinoza:

“La experiencia nos demuestra, en efecto, que los niños, cuyo cuerpo está continuamente como en equilibrio, ríen o lloran sólo porque  ven a otras personas reí o llorar, desean imitar acto continuo lo que ven hacer a los demás.”

José Ortega y Gasset escribiría que la causa y el efecto acuden puntualmente a la cita:

 “las generaciones nacen una de otras, de suerte que la nueva se encuentra ya con formas que a la existencia ha dado la anterior.”(El tema de nuestro tiempo).

Petronio, por medio de Eumolpo, camino de Crotón, hace énfasis (en El Satiricón) en la manera de hablar:

“Se debe evitar toda vulgaridad del lenguaje y hay que seleccionar  las expresiones que no son de uso corriente. Mira a Homero y a los poetas líricos, al romano Virgilio y la cuidadosa  felicidad de Horacio.”
 
Petronio
“Cayo o Tito Petronio Árbitro (en latín Gaius Petronius Arbiter), nacido en algún momento entre los años 14 y 27 en Massalia (actual Marsella) y fallecido ca. del año 65 y 66 en Cumas, fue un escritor y político romano, que vivió durante el reinado del emperador Nerón.
Existe una breve biografía sobre este autor en los Anales del historiadorTácito, y otras hipótesis menores sobre su identidad. El propio Tácito,Plutarco y Plinio el Viejo describieron a Petronio como elegantiae arbiter(también expresado arbiter elegantiarum), "árbitro de la elegancia" en la corte de Nerón.” WIKIPEDIA








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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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