Tres
contendientes había en la arena hace 18 siglos: gentiles, atomismo y
monoteísmo. Con diferentes nombres han llegado hasta nosotros.
Estos camorristas están a punto de ser
historia. Un nuevo enemigo ha saltado al
ring y se llama “mundo moderno”.
Convertido
al cristianismo, el pagano Tertuliano debe sufrir en propia persona las
persecuciones que a la sazón, y ya desde hacía dos siglos, se desataban en
contra de los seguidores de Cristo, por parte del Imperio romano.
Para el año
200 los cristianos todavía no eran considerados sujetos de la ley, dice
Tertuliano, no se les juzgaba, sólo se buscaba exterminarlos. Se les
exterminaba, sin derecho de ser oídos.
Tertuliano pide
a las autoridades que señalen qué delitos contra el trono y contra el
Cesar cometen los de la nueva religión. Nada.
Son perseguidos y condenados a muerte no porque hayan delinquido sino por ser cristianos.
No por el delito sino por la etiqueta:
cristianos, nada más.
“Por qué, si
a todos los reos da la facultad la ley para responder, para altercar, para que
sin ser oído ninguno sea condenado, a sólo el cristiano no ha de ser lícito
abrir la boca para purgar su causa, buscar
ajena industria para defender la verdad, hablar por si para que no sea injusto
el juez.”(Cap. II).
Es cuando
Tertuliano empieza a hacer duros y abundantes señalamientos en contra de los dioses del paganismo. Tertuliano,
desbordante del sagrado convencimiento en su nueva fe, va a caer en el mismo
lugar de los paganos que condenan al cristianismo. Anatemiza.
Los valores
vitales, esos que están más allá de toda fenomenología, esos no cuentan en la
polémica. Es, como dice el título de su
obra, una apología al cristianismo y contra los gentiles.
Si los
valores vitales están fuera del tiempo y del espacio, da lo mismo que se hable
antes o después de Jesús. Es el devenir espiritual que lo mismo cuenta para
atrás que para delante.
Dioses, Dios.
Dios vs dioses. Parece más bien un ejercicio dialectico. Es como una dialéctica
sagrada a la que no estamos acostumbrados por el afán de defender nuestro credo.
No advertimos el método didáctico que acaso esté en el fondo de la polémica. Algo se nos quiere enseñar que no vemos con
esta polémica. ¿Conducidos a pensar en las
cosas sagradas? ”Todo el que hable de Dios es de los nuestros” dijo Jesús.
Pasa con la
controversia de los filósofos. Tienen tantos puntos de vista, sobre algo en particular,
y con frecuencia en abierto antagonismo, que a la sazón contamos en “occidente”
con un pensamiento muy desarrollado, cabe decir, muy ejercitado.
¿Por qué no
pensar que con la dialéctica del cielo pasa lo mismo? San Agustín así lo hizo: creía,
dudaba, investigaba, polemizaba.
Para
Bergson, en La evolución creadora, la
abstracción es una parte del todo pero, “La vida es una totalidad.” En la antigüedad cada abstracción teologal
cerraba las puertas para dejar fuera a las otras abstracciones. En la actualidad, del
siglo veintiuno, esas puertas se están abriendo y a la entrada hay una sola
palabra: Ecumenismo.
Lo mismo en
la eterna confrontación de la dualidad realidad-idealidad o filosofía-teología.
¿Hasta dónde, apenas, habría llegado la filosofía sino tuviera la piedra en el
zapato de la idea de la divinidad? Jean Wahl lo dice de esta manera, en su gran
obra, Introducción a la filosofía:
“Con su
aproximación a la idea de Dios han cobrado a veces los problemas de la
filosofía una profundidad que parece no habrían tenido de otra manera; y el
pensamiento humano ha madurado en medio de este ambiente teológico, a veces por
medio de él, a veces en contra de él.”(Fin del Cap. XVII)
Es aquí
cuando hace su aparición el cuarto contendiente y cuya bata de boxeador lleva
el nombre de “mundo moderno”.
Este mundo moderno
no hace caso de la vieja confrontación
de los credos religiosos como en la antigüedad la vivió Tertuliano.
Tampoco es el pleito de la materia con la idea, como la imaginaron Parménides y Platón o Lucrecio y Sócrates.
El mundo moderno dice, no oye.
Tampoco es el pleito de la materia con la idea, como la imaginaron Parménides y Platón o Lucrecio y Sócrates.
El mundo moderno dice, no oye.
Ahora
tenemos un mundo de una sola dimensión, como el de una fotografía. Virtual, que
ha perdido dos dimensiones. Más adelante dice Wahl:
“Pudiéramos
simbolizar este carácter superficial del mundo moderno llamándolo un mundo de film donde sólo se ven las superficies
de las cosas.”
En mi
pueblo del desierto, cuando llegaron los primeros radio –receptores, la ruda gente del campo creía que ahí adentro de la caja estaban los que hablaban. Se asomaban y no
encontraban hombres, sólo grandes bulbos
y cables. Y, en la actualidad, por más que busquemos detrás de la pantalla de
la televisión, tampoco están los que durante horas vemos que dicen tantas cosas…
Con la
lectura del libro nada más hablaba el autor y nosotros leíamos. Pero teníamos
la opción de, a nuestra vez, también decir cosas por medio de la escritura. y
el juego dialectico continuaba.
Los
polemistas ahora dejaron de hablar, de intercambiar ideas. Es el tiempo de ver
y oír, no de opinar, en el moderno mundo del film.
“Quinto Septimio Florente Tertuliano, más comúnmente
conocido como Tertuliano (ca. 160 – ca. 220)1 fue un padre de la Iglesia y un
prolífico escritor durante la segunda parte del siglo II y primera parte del
siglo III. Debido a su trayectoria controvertida por haberse unido al
movimiento montanista es, junto con Orígenes, el único padre de la Iglesia que
no fue canonizado. Nació, vivió y murió en Cartago, en el actual Túnez, y
ejerció una gran influencia en la Cristiandad occidental de la época.”WIKIPEDIA
No hay comentarios:
Publicar un comentario