PASCAL, DIVERSIÓN INEVITABLE


 

Divertir al rey es divertido porque los que lo divierten también se divierten y pocos quieren  dejar de divertirse.

La idea es perseguir la perturbación en el sentido de alejarse del reposo. No por inclinación anárquica sino por miedo a sí mismo.

De chicos lanzábamos piedras a las quietas aguas del estanque para que hiciera “patitos” y fuera dando brincos por la superficie. Las consecuentes ondulaciones rompían el reposo. El reposo encerraba algo que tal vez no podíamos entender.

La quietud no como actitud perenne, como si fuera un cursillo propedéutico para entender a la eternidad quieta que nos espera en el fin de nuestra existencia.

Al contrario, el reposo y la soledad como ejercicio de vida. El reposo programado, consciente, vivido.  No como individuos que se van al desierto o al Tíbet a meditar.

Sino como habitantes de la ciudad que vivimos entre semáforos, los mundos virtuales de los programas de la televisión y entre bocinazos de conductores apresurados.

¡Llenar el día! Ya lo habían vislumbrado los filósofos presocráticos. Pero, ¿por qué tenemos qué llenarlo? Esa es la pregunta. Pascal dice que por miedo a nosotros mismos. Mejor dicho en singular, miedo a mí mismo.

Muchos somos como el mar, serenos en la superficie pero  que en el fondo es agitado por las revoluciones de las placas tectónicas. Lo dice Pascal:

“No habiendo podido los hombres curar la muerte, la miseria, la ignorancia, han imaginado, para volverse dichosos, no pensar en ello… La única cosa que nos consuela de nuestras miserias  es la diversión, y sin embargo, es la mayor de nuestras miserias. Porque esa es la que  nos impide principalmente pensar en nosotros.”

“Hágase la prueba-escribe Pascal-: déjese a un rey completamente solo, sin ninguna satisfacción de sus sentidos, sin ningún cuidado de espíritu, sin compañía, pensar en sí mismo cómodamente, y se verá que un rey sin diversión es un hombre lleno de miserias.”

Programamos nuestro tiempo para ir al trabajo, al concierto de música culta, asistir al partido de futbol, a la reunión cervecera de fin de semana  con los amigos.

Pero no programamos para estar solos y en reposo. Reposo como fin, no como accidente. Como son los casos de  estar internados en el hospital o en la cárcel.

La diversión viene de otra parte.

Dibujo tomado del libro
La psiquiatría en la vida diaria
de Fritz Redlich, 1968
Hay algo que queremos evitar con todo este ruido de la vida y Pascal nos conduce a pensar en ese algo cuando dice:

“El rey está rodeado de gentes que no piensan más que en divertir al rey e impedirle pensar en él mismo.”

Pensar en él mismo, pensar en mí mismo, en mimismo.

Hay tantos eméritos en la Academia que ya viejecitos siguen acudiendo a su centro de trabajo cuando hace treinta años pudieron haberse pensionado.

 Igual trabajadores manuales, que lo que ganamos ahora ganaríamos de jubilados y,  seguimos asistiendo al centro de trabajo aunque ya tengamos que echar mano del bastón, la “andadora” o la silla de ruedas.

“Los grandes y los pequeños tiene los mismos accidentes, los mismos pesares y las mismas pasiones: pero el uno es en lo alto de la rueda,   el otro cerca del centro, y así menos agitado por los mismos movimientos.”

Siempre damos la misma respuesta: ¿qué voy a hacer en mi casa?  Y los gobiernos y los sindicatos tiene que implementar paquetes de “jubilaciones atractivas” para efecto de poderlos enviar a su casa.


 ¡Es necesario llenar esos lugares, que dejarían en la nómina, con los millones de jóvenes egresados y están sin empleo!
 

Del aburrimiento, escribe Schopenhauer: “...la lamentable condición de los entretenimientos a los que se ve aferrase a los hombres, como también su clase de vida social y de conversación, y no menos los muchos porteros y mirones de ventanas.”(Parerga y Paralipómena)

“Diversión” es como Pascal ha llamado a este afán de llenar el día. Llenarlo para no entrar  en la soledad y el reposo. No sólo la diversión como se entiende, de pasatiempos lúdicos, sino el simple hacer algo, aunque ese algo sea, efectivamente, simple.

Nadie nos preguntó si queríamos ser, nacer. Pero aquí estamos y es necesario vivir, ser, no solamente hacer. Esto es, ver hacia adentro y luego a la circunstancia  en la que nos tocó  nacer. Ortega y Gasset reflexiona:

 “…la vida consiste en que el hombre se encuentra, sin saber cómo, teniendo que existir en una circunstancia determinada e inexorable. Se vive aquí y ahora sin remedio. Esta circunstancia en la que tenemos que estar y sostenernos en nuestro contorno material, pero también nuestro contorno social, la sociedad en la que nos hallamos.”(En torno a Galileo)

No se mal entienda, Ortega y Gasset ni Schopenhauer ni Pascal han perdido la fe en el  hombre, no son aves de mal agüero, no son de los que quieren inventar el agua sucia, sólo quieren despejarle el camino. Este se facilitará en la medida  que el humano vea para sí, no tanto para fuera:

Schopenhauer: “Nada preserva con tanta seguridad de ese extravió como la riqueza interior, la riqueza del espíritu: pues cuanto más se aproxima este a la eminencia, menos lugar deja  al aburrimiento.”

Ortega: “Hagámonos firmes en la evidencia de que sólo es propiamente humano en mí lo que pienso, quiero, siento y ejecuto con mi cuerpo, siendo yo el sujeto creador de ellos o lo que a mí mismo le pasa; por lo tanto, sólo es humano mi pensar si  pienso algo por mi propia cuenta.”

 Pascal: “El hombre está hecho visiblemente para pensar; toda su dignidad y todo su mérito, y todo su deber es pensar como es preciso. Pero el orden del pensamiento es comenzar por sí, y por su autor, y su fin.”

Pascal  se hace la  pregunta  ¿por qué no se puede ser  dichoso divirtiéndose? Se contesta que no. Porque la diversión viene de fuera y de esa manera se pierde el control de sí:

“Viene de otra parte (la diversión), y de fuera, y así es dependiente, y por tanto, sujeto  a ser turbado por mil accidentes, que hacen inevitables  las aflicciones.”

 


“Blaise Pascal fue un polímata, matemático, físico, filósofo cristiano y escritor francés. Sus contribuciones a la matemática y a la historia natural incluyen el diseño y construcción de calculadoras mecánicas” WIKIPEDIA

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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