B.SPINOZA, EN EL HURACÁN


 

Spinoza empezó su método filosófico partiendo de la existencia de Dios, manifestándose como tal en la naturaleza.

 “Dios o la naturaleza” es una de sus expresiones que metieron pánico en las ortodoxias de su siglo.

Provocó en  teología, y en filosofía, una serie de cuestionamientos. De panteísta no lo bajaron unos y de ateo otros. Empezando por la expulsión de la comunidad judía, a la que pertenecía y en la que fue educado, que consideró nada ortodoxos sus puntos de vista.

Situación análoga vivió con la Iglesia católica y con algunas iglesias cristianas liberales.

Tolerancia religiosa sería uno de sus postulados, seguramente por lo que había vivido en carne propia.

Copleston dirá  que Spinoza no es ningún ateo y respecto la etiqueta de panteísta, había que caminar más fino antes de expresar tal juicio.

Como sea, ¿podía Spinoza empezar su obra filosófica, dada su educación religiosa, de manera diferente que no fuera con las cosas infinitas, propias de la teología pero no de la filosofía?

Con un  conocimiento amplio  de las Escrituras, y  crítico respecto de las mismas,  era teólogo,  pero lo suyo era el  campo de la filosofía.

Fuera ya de todo, y sin compromiso con ninguna tradición religiosa, ahora podía leer y apoyarse en otras corrientes filosóficas (situación semejante que vivió Emerson cuando dejó su ministerio religioso en Estados Unidos). Especialmente en  el cartesianismo, con el que, sin embargo, no en todo estuvo de acuerdo.

Ahora comparaba, cuestionaba, aprendía y se lanzaba  a realizar de manera original su obra.

No pretendió, como Descartes, su temprano paradigma, dudar de todo lo que los filósofos habían escrito durante siglos y empezar de cero.

Su obra, por el contrario, contiene varias influencias filosóficas, hasta de los presocráticos, que enriquecen, no que contaminan, su valioso pensamiento.

Empero, sabido es que quien atiende los llamados de la filosofía, ya sea como profesión, o como plan de vida, es como el gato que se mete a la chimenea: o sale quemado o sale tiznado.

 Spinoza, anatematizado y  olvidado,   fue casi  borrado de la lista de los olímpicos de la filosofía.

“Atacado por una parte por los teólogos, y, por otra, por los filósofos, la doctrina de Spinoza apenas  aparecía digna de seria consideración.”(Copleston)

 A Spinoza se le señalan varias incongruencias. Copleston, de los más cuidadosos e imparciales que han estudiado la obra de Spinoza, señala  que utiliza palabras con significados  que dicen otra cosa en la literatura filosófica:

“Los términos empleados por Spinoza tiene que ser entendidos a la luz de sus propia definiciones, y no a la luz de los significados comúnmente asignados a esos términos en el lenguaje ordinario... Para comprender la  tendencia del pensamiento de Spinoza sirve de ayuda el substituir  la palabra “Dios “por la palabra “naturaleza”.

Agrega Copleston   que “si estamos considerando las cosas como modos bajo un atributo particular, debemos hacerlo consecuentemente, y no cambiar nuestro punto de vista y nuestro lenguaje de una manera irresponsable.”

Muchos filósofos, quién sabe si  todos, suelen utilizar diversos  términos para decir una misma cosa, con lo que el lector seguramente acabará desorientado, y con un sentimiento de incapacidad mental, sino conoce del juego     mental  y de  extensión que se está tratando.

Semejante al diclofenaco que se llama diferente, según el laboratorio que la produce y la coloca en el mercado.

Copleston observa que "Leibniz utiliza el término materia (esto es materia prima o primera) en un sentido bastante  diferente de aquel  en que antes le hemos visto utilizarlo. Ahora lo emplea  en el sentido de principio pasivo de la substancia...Si se busca en Leibniz un empleo absolutamente consecuente de los términos, se busca en vano...Extrañas expresiones que manifiestan patentemente  que el autor hace mal empleo de los términos."

Y de Hobbes dice: "del análisis que hace Hobbes de la causalidad podemos observar cómo utiliza  términos escolásticos, interpretándolos a su modo y atribuyéndoles  nuevos significados de acuerdo con su propia filosofía."

Así con Spinoza.

Pero la placenta no se intelectualiza.

Más temprano o más tarde todos regresan a las arenas que los alimentaron, mil años antes de su nacimiento.

Los huicholes a Virikuta. Los indomexicanos que andan regados por el mundo, regresan cada año, en el mes de toxcatl (mayo) a la fuente de los coyotes de Coyoacán, donde se encuentran el binomio Tezcatlipoca- Tláloc. Las tumbas de los ingleses mineros de Real del Monte, Hidalgo, México, están orientadas hacia Inglaterra. Los israelitas no olvidaron, en dos mil años, regresar a Palestina.

Roberto Redford le dijo a su compañero de viaje, por el sendero de los Apalaches, en la película Grandes Amigos “llena tu costal de pan, tíralo sobre la barda y ve por él”.

Algo parecido le pasó a Spinoza con su desarrollo intelectual. Copleston anota “aunque el pensamiento de Spinoza parece haberse alejado mucho de sus orígenes  judíos, en la dirección de un monismo naturalista, sus doctrinas de la divinidad infinita y de los atributos divinos  desconocidos sugieren que los orígenes religiosos de su pensamiento no quedaron en modo alguno completamente obscurecidos por su ulterior desarrollo.”(Copleston, Historia de la filosofía, volumen 2, tomo cuatro, capítulo XIV)

Pero, de estar Spinoza prácticamente olvidado, dice el mismo Copleston, la corriente cambió. Con el tiempo sería llamado por grandes pensadores modernos  para ocupar su lugar en la historia de la cultura occidental:

Todo empezó con Lessing, a 103 años de haber fallecido Spinoza.

“En 1780 Lessing tuvo su famosa conversación con Jacobi en la que expresó su aprecio por Spinoza, y lo que a éste debía. También Herder apreció a Spinoza y Novalis describió a este, en una frase muy citada, como “embriagado por Dios”. Heine escribió calurosamente sobre Spinoza, y Goethe habló de la influencia que en él ejerció el filósofo judío, de la calma y resignación que puso en su alma la lectura de su Ética y de la amplia y desinteresada visión de la realidad que esa obra le abrió. Y filósofos  alemanes como Schilling y Hegel, los filósofos del movimiento Romántico, pusieron el spinozismo en la corriente principal de la filosofía europea.”

 


“Baruch Spinoza (conocido como Baruch de Spinoza o Benedict/Benito/Benedicto (de) Spinoza, según las distintas traducciones de su nombre, basadas en distintas hipótesis sobre su origen) (Ámsterdam, 24 de noviembre de 1632 - La Haya, 21 de febrero de 1677) fue un filósofo neerlandés de origen sefardí portugués, heredero crítico del cartesianismo, considerado uno de los tres grandes racionalistas de la filosofía del siglo XVII, junto con el francés René Descartes y el alemán Gottfried Leibniz”wikipedia

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

Seguidores