Las mujeres escriben en su diario
íntimo, no los hombres, por eso en el mundo hay no pocas grandes novelistas.
Margaret
Mitchell, Louise Erdrich, Jane Austen, Emily Bronte, George Sand, Angela
Sommer-Bodenburg…
Escribir, es decir, juntar letras y
formar palabras y oraciones, todos lo hacemos con tal de sólo conocer el
abecedario.
Describir cosas y situaciones como ir
al mercado, comprar jitomates y encontrar a Juan con el que platico de futbol.
En la sociedad del siglo antepasado
había la costumbre de escribir en un diario personal. Era el otro yo, el alter ego, el interlocutor. Con él se platicaba:
“Querido diario. Fíjate que ayer fui a Coyoacán a tomar un café en El Jarocho….”
Se abandonó la práctica del diario
íntimo porque parecía burgués y afeminado. ¿Cómo un rudo herrero o un albañil
iba a escribir?
¿Por qué los herreros y los albañiles no
tendrían que escribir?
La cultura no es propiedad de nadie.
Que unos manejen presupuestos, y se festinen entre ellos, es otra situación.
Sin embargo se entiende por escribir
la manera de expresar las ideas. Mis
ideas. Y ya metido en el universo de las ideas, primero conocer, hasta donde
sea posible, las ideas que han circulado por los siglos.
En la cultura, como en la historia,
no hay saltos, solo continuidad. Evolución, no creación. Aun los pintores y escultores, donde sí hay
creación, pero ese estilo o “escuela”
referido a otro, del que se intenta
diferenciarse, con lo que se vuelve a encontrar otra vez el hecho de la continuidad.
Como sucede con la vida del humano
que se divide convencionalmente en niño, adolescente, adulto y viejo. Es una misma continuidad. Su piel se
arrugó, se quedó calvo y panzón, pero pregunten a la mamá si su hijo de sesenta años es diferente que
cuando tenía cinco.
Si no aprehendo de los otros puedo
encontrarme con que eso ya lo dijeron. Copleston, en su Historia de la filosofía, relata que Leibniz fue el descubridor del cálculo infinitesimal. Pero que Newton ya había escrito sobre el mismo asunto, sólo que no lo publicó enseguida...
Mientras yo me expreso en mi diario está bien. Pero si quiero aportar algo, algún dato, alguna idea, entonces necesito empezar a leer lo que otros han escrito. Aprender de ellos. Con disciplina, con humildad. ¿Cómo pensaron, cómo escribieron?
Mientras yo me expreso en mi diario está bien. Pero si quiero aportar algo, algún dato, alguna idea, entonces necesito empezar a leer lo que otros han escrito. Aprender de ellos. Con disciplina, con humildad. ¿Cómo pensaron, cómo escribieron?
Margaret Mitchell |
Descartes, ese gran filósofo francés,
quiso empezar de cero, en el terreno de las ideas y logró todo un sistema filosófico
verdaderamente valioso y original.
Pero visto con detenimiento se encuentran en su obra las influencias de otros pensadores y algunas cosas que otros ya habían dicho. No se plagió sino que se duplicó. Le gustaba Cicerón.
Pero visto con detenimiento se encuentran en su obra las influencias de otros pensadores y algunas cosas que otros ya habían dicho. No se plagió sino que se duplicó. Le gustaba Cicerón.
No es que quiera escribir un tratado
de filosofía. Sólo contar de la mañana que salí a la calle y a dos cuadras de
mi casa vi un avión volar a tres mil metros arriba de mi cabeza, al tiempo que
un rufián me asaltaba pistola en mano.
Cuando se me pasó el susto, el miedo,
el coraje y el sentimiento de impotencia, recordé a George Steiner, intelectual
quien una vez dijo, hace poco, en el mes de julio (2016), en una entrevista
publicada en el diario El País, que habrá otros Freud y otros Einstein, pero ya
no habrá otro Shakespeare ni otro Cervantes.
Y el modo en que yo lo interpreté,
según la experiencia que acababa de vivir, que nuestra ciencia física nos llevó
a las estrellas pero, por otra parte la humanidad, o mucha parte de ella,
todavía no sale de la cueva y otros todavía ni siquiera entran a ella.
“el instinto-escribe Steiner- me dice
que no tendremos otro Shakespeare ni un Mozart ni un Beethoven ni un Miguel
Ángel ni un Dante ni un Cervantes el día de mañana. Pero sé que tendremos
nuevos Newton, Einstein, Darwin, Hawking…”
Todavía en la calle, antes de llegar
al “metro”, pasé enfrente de una panadería. Antes era una librería de usado.
Guardaba valores como Diógenes, Cicerón,
Kant, Emerson… Pintaron con cal la fachada pero todavía se ve su
nombre: La navaja de Ockham.
Recordé lo que más adelante dice
Steiner: “A mí de lo que de verdad me entristece es que las pequeñas librerías,
los teatros de barrio y las tiendas de discos cierren.”
Entre las cosas que contenía mi
mochila, que se llevó el ladrón, iba un libro de P. B. Medewar Consejos a un joven científico. Acababa
de leer en él que para escribir es necesario leer:
Dibujo (de Max)Tomado del diario El País, España. |
“La única manera de aprender a
escribir es, en primer lugar, leer,
estudiar buenos modelos, y practicar.”
Me pregunto cuál será el destino de
ese ejemplar. De seguro lo arrojará a la
basura. Aunque nunca se sabe cómo se mueven los dados. Hasta puede ser que
conserve el libro y un día lo empiece a leer…Suele suceder.
Un ex presidiario, llamado Jean
Valjean, esto sucedió, hace mucho, en Francia, se robó la vajilla de plata del obispo que le
había dado alojamiento por la noche y ofrecido una cena en su casa.
El obispo no lo delató a la policía. Sólo dijo “es el
precio que pago por el rescate de su alma.” ¡Y sucedió!
Tal vez el tal Jean Valjean haya inspirado a otro francés,
éste un filósofo, llamado Jean Wahl, que más tarde escribiría “El hombre no sabe cómo obra el espíritu sobre el
cuerpo; pero hay una relación directa entre el espíritu y el cuerpo, que no es
menos real porque no se le comprende.”
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