Escalada Peñón del Zorro



También conocida como La Rayada. Se debe a la característica de su pared oeste, que es por la cual se sube, y presenta varias canaletas o grietas verticales. Es un peñón o monolito de  unos 70 metros de alto. Su roca es firme. Hay varios clavos a lo largo de su ruta y en la cima clavos de barreno para el descenso por cuerda.

Se localiza en la cercanía de Pueblo Nuevo, en la carretera que va de Pachuca a Chico, en su sector este. Es decir el que se aproxima a Real del Monte hasta la desviación al llamado Corredor de Montaña. Aquí la carretera se enfila hacia el valle de Las Ventanas.  Pero antes de  la Forestal ( ver plano) se llega a Pueblo Nuevo.








PUEBLO NUEVO CON RELACIÓN A PACHUCA


Esta carretera, para los que llegan a Pachuca, se toma en la entrada de la ciudad en dirección este, hacia Real del Monte, sin necesidad de entrar a la población.
A partir del centro de la ciudad de Pachuca es necesario enfilar por la calle Vicente Guerrero-Viaducto Nuevo Hidalgo- La Españita, para ganar la carretera a Real del Monte. Se trata de la carretera original, también conocida como “La Antigua” o “La de Arriba”.

El camino corto, a partir del centro, es por la calle Matamoros y la Ocampo




Debo decir que esta ruta la subí unas diez veces pero fue hace mucho tiempo. Debido a eso el recuerdo que conservo de sus distancias son aproximadas.

1-    primer tramo de unos 20 metros.
2-    Corredor por el cual se avanza sin dificultad.
3-    4- Grieta o Canaleta que se supera como se ilustra por las figuras antropomorfas de Manuel Sánchez.
Pared oeste 
5-Es el lado norte.

El rappel, tal vez de unos 40 metros, se efectúa por el este a lo largo de un “volado” con tan solo unos cuantos metros de roca a partir de la salida.

Algunos prefieren evitar ese descenso largo por el extraplomo y bajan por cuerda a lo largo de la ruta de subida- corredor y primer tramo.








Este rappel no corresponde al lugar pero es semejante su salida de la cumbre.Foto de José Angel Rubio.

hay más peligro en cruzar una calle de la ciudad que en escalar montañas (hacer click en video) 
 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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