Aristóteles y la noción del bien

El bien en Aristóteles es “la causa final”.Como si dijéramos el principio y el final.
 Pero hay una causa que ya es y otra que busca ser. La primera no necesita movimiento y la segunda sí, para devenir, en la persecución del bien.

La religiosidad y la laicidad le han llamado a esta primera causa de mil maneras.  Aristóteles le llama el “primer motor” y el “Sumo Bien”  Es lo de menos el nombre, el punto es ¿cómo las cosas inmóviles podrían generar acciones que implican movimiento?

La noción del bien puede ser tan escurridiza como la verdad. En su Metafísica Aristóteles aborda este tema en cuatro capítulos  o libros: Alfa, Beta, Gamma y Delta.

Eugene F. Ryan escribió un trabajo titulado La noción del bien en Aristóteles. Fue publicado en 1969 por el Instituto de Investigaciones Filosóficas (cuaderno 26) de la Universidad Nacional Autónoma de México. Aquí Ryan dice, siguiendo a Aristóteles, que el bien no es sólo un principio sino “la causa final.”: “el bien en cuanto tal, y en cuanto es un principio, debe ser por su propia  naturaleza “la causa final”.

Más el bien es en función o en la perspectiva de algo, pero, ¿qué algo?: “Los principios materiales, el azar o la fortuna, no podrían ser la razón suficiente de ellos”. Se requiere de otros principios. El bien que deviene está inseparablemente unido a la acción y al movimiento que buscan el cambio. Todo esto persiguiendo la perfección de la cosa.

¿Lo mejor? Lo mejor es lo que es sobre el tiempo. A lo otro tarde o temprano se lo lleva el viento.” Como alguna corriente escatológica, de esas que nunca faltan,  podría decir que la muerte también es, Aristóteles aclara: “el bien constituye el fin de toda generación y todo movimiento”. Aquella es la cesación de movimiento y ésta es alcanzar algo mediante el devenir, la acción, el perfeccionamiento. Además esta realización es inconclusa pues de otra manera no se explicaría el movimiento que deviene.

Podríamos decir que lo bueno es de humanos y lo bello es lo que es. Cuando las cosas se complican,  como parece suceder con frecuencia en filosofía, Ryan acude en nuestra ayuda simplificando: “Las cosas bellas  se califican de bellas  porque ponen de manifiesto cierto orden agradable. La falta de lo deseable  y la carencia del orden nos abandonan al mal, a la fealdad, al desorden”.

Tenemos de esta manera lo bello y lo feo ( malo). Es decir la antítesis. A esta se le puede encontrar hasta en la sopa. Por defender a ultranza uno de estos extremos la Humanidad se ha ensangrentado mil veces. Sin olvidar los vesánicos intereses económicos que suelen mimetizarse con ideales. Enseguida Aristóteles dice algo que nos recuerda a Schopenhauer respecto de la existencia, real, de lo malo: “En la naturaleza  no sólo se hallan presentes los males  y las cosas viles, sino que se hallan presentes en mayor número que los bienes”.

Aquí es cuando aparece la expresión de “termino medio”. Se nos ocurre (fuera del texto comentado) que nuestra época tan radicalizada en las definiciones necesitaría profundizar en esto del “término medio”. Recordemos que ni a Nietzsche ni a José Ingenieros le gustaban los términos medios.

Aristóteles, en cambio, dice que las proposiciones contradictorias desembocan con frecuencia en la desarmonía. No se trata de cerrarle la puerta a libertad de expresión sino evitar la radicalización que lleva al caos.

Recordar que en la guerra española de 1936 las minorías (que por cierto eran grandes minorías) no tenían interlocutor ante el gobierno de la república y, el resultado ya lo conocemos...Después con Franco tampoco había interlocutor y, el resultado también lo conocemos...

Aristóteles afirma que “si existiera un termino medio no sería ninguno de los extremos, sino que tendrían algo de la mezcla de los dos”. Es lo que en la actualidad, en los países donde hay democracia, se conoce como "proporcionalidad" en número de votos.

Parece que después de 25 siglos la humanidad entendió a Aristóteles  y eso se parece mucho a lo que en la actualidad se llama, en el buen sentido, “negociar”. Acercar posiciones, ideas o intereses materiales. Ceder de ambos lados antes que llegue la ruptura. Se utiliza mucho en revisiones de contratos colectivos de trabajo y en el trabajo legislativo. Los que más lo han experimentado en carne propia son en situación  de divorcios en que se encuentran  los matrimonios. En estos y muchos casos más, cuando no hay negociación, kaput.

 En este  espacio no podríamos agotar el trabajo de Ryan. El texto le da una repasada a los conceptos de orden, belleza, bueno, bondad, armonía, etc.

1 comentario:

  1. Felicitaciones, muy buen trabajo. Sigue así estimado amigo.

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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