W. Jaeger y el cristianismo primitivo

Un año le quedaba de vida a Werner Jaeger cuando  dio, en 1960, una serie de conferencias en la Universidad de Harvard. El ciclo se llamó “Carl Newell Jackson”.
 Se recordará que Jaeger es el autor de Paideia. Un trabajo monumental  que desglosa el pensamiento educador de los antiguos griegos.

Pero Jaeger considera que a su obra siempre le hizo falta un volumen especial que tratara de “la recepción de la Paideia griega en el mundo cristiano primitivo.” Considera que la Paideia griega sufrió una transformación durante los primeros siglos cristianos.

El nombre de Werner Jaeger es una garantía de probidad académica que quita toda suspicacia de hacer de esta obra un intento más de distorsión histórica. Todo lo contrario. Lo que busca es abrirse paso entre tanta absurdidad que al respecto  se ha escrito en los últimos veinte siglos y rescatar el hecho original. 

Las conferencias fueron unos lineamientos generales de lo que sería “un todo mayor”. Agregó extensas notas a los “apuntes” de las conferencias y, entre tanto trabajaba más en ese proyecto, dio a la imprenta este material que consideraba “como primera aportación a esta nueva valoración”.

De esta manera, en lo que transcurrió un año de las conferencias, a su fallecimiento, alcanzó a escribir el presente libro que lleva por título Cristianismo primitivo y Paideia griega. Su primera edición, en 1961, fue en inglés y la primera en español tuvo lugar en 1964, por el Fondo de Cultura Económica, México.

Jaeger anota la gran influencia que la cultura griega ejerció sobre el cristianismo: “En teoría, la influencia de la civilización griega sobre el cristianismo ha sido reconocida en muchos campos de la literatura teológica erudita”.

Considera el factor  del idioma y la cultura griego que llevó a  aquel cristianismo de aldea a una proyección mundial: “el kerygma  cristiano no se detuvo en el Mar Muerto ni en la frontera de Judea, sino que superó su exclusividad y su aislamiento local y penetró en el mundo circundante, mundo dominado por la civilización y la lengua griegas. Este fue el hecho decisivo en el desarrollo de la misión cristiana y su expansión por Palestina y más allá de sus fronteras.”

Anota otros factores. Uno de ellos fue la expansión del idioma que a la sazón había alcanzado el griego en esas latitudes. Sin dejar de mencionar, observación nuestra,  la acción conquistadora de Alejandro que fundaba poblaciones griegas después de cada triunfo militar.

Otra razón fue que los judíos que habitaban en esos países o reinos estaban ya helenizados. De ahí que Pablo y sus compañeros llegaran a Efeso, Corinto o Roma a predicar a las sinagogas, tanto a los de su pueblo de la Ley Mosaica como a los griegos y demás conglomerados multirraciales: “el cristianismo era un movimiento judío y los judíos estaban ya helenizados en tiempos de San Pablo; no sólo los judíos de la Diáspora sino también, en gran medida, los de Palestina.”
W.Jaeger

Empezando porque el nombre de “cristianos” se dio en Grecia: “El nombre de la nueva secta, christianois, se originó en la ciudad griega de Antioquia.” La misma palabra “Iglesia” es del griego ekklesia.  Siguió toda una práctica griega de comunicación empleada por los primeros predicadores judíos cristianos, tal como la forma epistolar, la “didaque”, el “Apocalipsis” y el sermón.
                                                                                                    

También la confesión. La confesión era una práctica ya muy usada en los tiempos de Platón, al menos quinientos años antes de Jesús. Los “profetas errantes” de las religiones catárticas de Museo y Orfeo iban de casa en casa invitando a ricos y pobres al conocimiento de estas enseñanzas mediante “los cuales pueden obtener la absolución de sus faltas o de las de sus antepasados”, escribe Jaeger.

Después Jaeger sigue relatando una serie de hechos paralelos de la cultura griega y el cristianismo primitivo. A Sócrates y sus discípulos los llamaban ateos porque llegaron a no creer en los dioses del Olimpo. Hecho que desembocó con la muerte del maestro. También a los primeros cristianos, dice Jaeger, se les señalaba como ateos porque no creían más en algunas  de las ancestrales  ideas ni practicas de su religión original. Todos ellos, empezando con Jesús,  también fueron  sentenciados a muerte.

Werner Jaeger murió y no pudo ver concluido su sueño de integrar a Paideia esta parte del cristianismo primitivo que, según había esbozado, estaba pensado como “volumen”. Pero al menos nos quedaron los valiosos apuntes de sus conferencias de Harvard.

1 comentario:

  1. El cristianismo se inició como un movimiento laico. La Epístola apócrifa de los Hechos de Felipe, expone al cristianismo como continuación de la educación en los valores que persigue alcanzar la paideía griega, promovida por los sabios alejandrinos que fueron los primeros en percatarse del movimiento secular cristiano cuando unos griegos se entrevistaron con Cristo (Jn XII, 20 al 24). Posteriormente enviaron al medico Lucas a dar testimonio escrito de los portentos, vida, ejemplo y enseñanza de Cristo, a fin de fe-datar en la persona de Cristo, que es cierta la teoría de la trascendencia humana formulada por Aristóteles al abordar el problema del alma truncada que sostiene que el hombre puede trascender a sus propias limitaciones si practica metódicamente las virtudes opuestas a sus defectos hasta alcanzar la supra humanidad. A partir de entonces, los pueblos helénicos tomando a Cristo como ejemplo de lo que es la trascendencia humana, lo siguieron no como Dios, sino como hombre, a fin de alcanzar la trascendencia humana y la sociedad perfecta que pretende la paideía griega; por ello lucharon por helenizar el cristianismo a fin de estructurar la fe conforme a la razón. Lo cual propició el choque entre culturas ante la oposición radical e intransigente de los príncipes de la sinagoga tendente a evitar que se helenizara el cristianismo para mantenerlo sujeto a la Sinagoga. San Pablo fue un caballo de Troya enviado por el Sanhedrín para infiltrar el movimiento cristiano y judaizarlo. Desde entonces el talón de Aquiles de la doctrina de la Iglesia ha sido el profetismo judío y el fideísmo bíblico. Separando la fe de la razón __cuya unión inseparable, Cristo había revelado metafóricamente al ciego de nacimiento (Jn IX, 39)__ Provocando en los pueblos cristianos la estulticia generalizada y la entronización del oscurantismo, al olvidar las raíces helenistas de nuestra cultura; lo cual ha convertido las Iglesias en sinagogas, los sacerdotes en rabinos, los cristianos en siervos del gobierno mundial judío, y el judeo cristianismo en religión chatarra. Así el movimiento cristiano dejó de ser laico y dejó de perseguir los fines últimos de la educación en la paideía; y por ello, no hemos alcanzado la sociedad perfecta ni la trascendencia humana. http://www.scribd.com/doc/33094675/BREVE-JUICIO-SUMARIO-AL-JUDEO-CRISTIANISMO-EN-DEFENSA-DEL-ESTADO-LA-IGLESIA-Y-LA-SOCIEDAD

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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