Un paranoico llamado Ezra Pound

Título: Ezra Pound
Editorial Mondadori
1999
Madrid

En esta edición encontramos los siguientes datos biográficos de Pound.
Nació en Hailey, en el estado de Idaho (Estados Unidos) en 1885. A partir de 1906, se estableció en Europa, principalmente en Italia e Inglaterra. Desde ahí promovió dos grandes movimientos de vanguardia que fueron el imaginismo y el vorticismo.
A finales de la segunda guerra mundial fue acusado de alta traición y detenido por los aliados en Italia. En 1946, tras ser declarado paranoico, fue internado en un sanatorio mental en Washington. En 1958 regresó a Europa y murió en Venecia  en 1972.



De  su creación literaria se destaca Cantos (1970) considerada la epopeya en lengua inglesa más importante del siglo veinte. Se dice que a ella dedicó cuarenta y cinco años de su vida. Exploró varias tradiciones poéticas entre ellas la china y la provenzal. De alguna manera ayudó a jóvenes  autores como T.S. Eliot y James  Joyce.

Fragmentos:

¡Oh Dios! ¡Oh Venus! ¡Oh Mercurio, patrón de los ladrones! Déjame un pequeño estanco,
O establéceme un pequeño estanco,
O establéceme en cualquier profesión
Que no sea esta maldita profesión de escritor,
En donde uno necesita devanarse los sesos todo el tiempo.
Dibujo de Máx, tomado del
diario El País,29/08/15


Y todo esto se acaba.
Y no lo veremos más.

Y nos emborrachábamos  un mes tras otro, olvidando a reyes y príncipes

Nuestra tristeza es amarga, pero no queremos volver a nuestro país.

De qué sirve hablar, hablar no lleva a ningún sitio, las cosas del corazón no conducen a ninguna parte.

Y las muchachas vestidas de bermellón se emborrachaban en la tarde

Y también Lí Po murió borracho.
Intentó abrazar a la luna
En el río Amarillo.

Pero sobre todo, ve a la gente práctica…
¡Ve! ¡Llama a sus timbres!
Diles que no trabajas
Y que vivirás para siempre

 Los ricos tienen mayordomos en vez de amigos,
y nosotros tenemos amigos en vez de mayordomos.

Una inteligencia media…con un pensamiento menos cada año.

A un libro se lo conoce conociendo a quienes lo leen

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

Seguidores