Novalis |
Novalis no es de ninguna manera un “intelectual unilateral” de los que habla Eduardo Spranger (Cultura y Educación).Frecuenta por igual la ciencia que la fantasía. Su poesía estuvo cerca de la experimentación mística. Se le considera el arquetipo del romanticismo alemán. Creó el sueño de la flor azul, contemplación final y meta espiritual durante la existencia de la aventura interior romántica.
Germán Bleiberg, en su prólogo a Enrique de Ofterdingen (Colección Austral, 1951), dice que “La flor azul es el ideal de Enrique, el ideal de Novalis y, por lo tanto, del Romanticismo. Y el ideal nunca llegará a ser realidad para los románticos”. La realidad termina, la idea no.
Novalis considera el sueño nocturno, no como producto de una existencia traumática, sino como una bendición del cielo en el que el individuo es libre de las restricciones de la vida. Condición necesaria para la libertad de la fantasía que necesita el poeta para ir a la búsqueda de la flor azul: “Sin los sueños, envejeceríamos antes y, por ello, el sueño puede considerarse, sino como un don inmediatamente enviado del cielo, sí como un obsequio divino, como un compañero amable en la peregrinación hacia lo sagrado de la sepultura”.
Como sea, no regodearse en lo traumático del archivo muerto sino apuntar la proa al sol. En el archivo muerto todo movimiento ha cesado y ya no existe el devenir. El mundo, las cosas, están rodeadas de animismo. Son tan “familiares “que se les cuida y aprecia tanto, como parte de la familia. No son los arbolitos de Navidad, punto de reunión de la familia en el mes de diciembre y que para mediados de enero ya forman parte de la basura de las calles: “Los misterios de la naturaleza y la conciencia de las cosas interesaban más al espíritu: y, por eso, el arte exquisito con que los muebles eran trabajados, el mismo origen lejano que los investía de románticos matices, lo sagrado de su antigüedad, conservado con todo cuidado , los ajuares caseros convertíanse en patrimonio de muchas generaciones, aumentaba el cariño hacia estos silenciosos compañeros de nuestra vida… Y de su posesión hacíase depender muchas veces la conservación de todo un reino y de familias muy extendidas”. Esto no gusta nada a los inventores del consumismo-desecho. De ahí el afán de desacreditar al Romanticismo. Porque si se conservaban a tal punto unos muebles, con sobrada razón la amistad y todo aquello que llevará la solidaridad de las cosas y de las gentes. Por eso los juicios de Novalis, frente a los historiadores, sean sin miramientos.
Novalis propone al individuo una vida balanceada. Los que en este mundo, del desempleo, tengan la oportunidad de trabajar, no deben enajenarse con la rutina del sólo trabajar. En nuestras vidas deben estar igual la presencia de la cultura sin olvidar convivir con al gente. Sin olvidar el ejercicio físico. Esta obra fue escrita en el último tercio del siglo dieciocho y ya contemplaba una existencia para que la humanidad no desembocara en la tensión patológica. O lo que ahora llamamos estrés.
El trabajo como rutina pero seguido de la cultura. De otra manera el precio que hay que pagar será alto cuando falte la salud mental. La enfermedad mental es una realidad y sólo basta observar a mucha gente que va por la calle, o los hospitales y clínicas, que para el caso existen. El peligroso sucedáneo de la modernidad es la televisión que nos ofrece comerciales cuando creemos que nos proporcionará arte: “Y tanto como se aproveche el día para las tareas del trabajo, tanto más se desliga uno del esfuerzo a la caída de la tarde, entregándose por entero al gozo ardiente de las bellas artes y de la vida de sociedad”.
Contra el espectáculo baladí, el individuo, el grupo, las masas, iríamos hacia la salud mental si frecuentamos la poesía. Si las musas no nos tocan, como creadores, siempre queda el recurso como lectores: “La voz del poeta tiene una fuerza mágica, y hasta las palabras corrientes cobran en su boca una sonoridad magnífica y arrebatan al fascinado oyente”.
Luego de la jornada de acarrear tabiques nada tan gratificante como encontrar la llama azul leyendo a Byron, Schiller, Bukouski, Netzahualcóyotl… El mundo sería considerablemente menos patológico. Buscar la belleza, no sólo el plus valía del talonario de los cheques bancarios: “No es la corona, no es el reino lo que hace al rey, sino la posesión de aquella plena y copiosa bienaventuranza, aquella sensación de conformidad con todo lo que la tierra no cesa de brindarnos”.
Tratándose de escribir la historia Novalis advierte con respecto a los acontecimientos: “No hay que desvirtuarlos en su orden por caprichosas fantasías”. El poeta tiene a la historia humana como un legado inapreciable pues es la memoria del hombre que arranca con Dios, Con Lamarck y con Darwin. Pero que intereses aviesos han desprestigiado esta respetable disciplina académica llevándola hacia una “turba mezcla de observaciones defectuosas”( Pág.90).
Lo que Novalis quiere evitar es la parcialización enajenante del humano. A la par de conocer, el dos más cuatro, preciso es el sueño que no se deja aprehender: “Esa satisfacción de un sueño innato, la maravillosa alegría que nos brindan las cosas que parecen íntimamente ligadas a nuestro ser , aquella labor para la cual un hombre se cree predestinado y bien dispuesto desde la cuna , son sensaciones que no se pueden explicar”.
Más el cálculo y la poesía serán insuficientes sino nos ponemos el tenis para trotar: “He puesto mi vida bajo la regla metódica de una disciplina severa. Procuro mantenerme sano haciendo ejercicio”. Busca, como Alicia, la otra realidad, la fábula, del otro lado del espejo:” Y como esta virtud es la divinidad actuando directamente sobre los hombres, la fabula es como el reflejo sorprendente del mundo superior”.
Novalis aboga por la sabiduría interior y la soledad terapéutica, como después lo haría Nietzsche con Zaratustra. Más no se crea que esté proponiendo un ser espantadizo que rehúye el trato social. Nos invita a dialogar con la ciudad: “La ciudad es rica en todos los aspectos, hay políticos expertos y comerciantes muy instruidos y resulta muy fácil conocer toda clase de estados , de oficios, de necesidades y de relaciones sociales”.
Desde luego Novalis nos recuerda no perder de vista lo más importante de la vida, y lo hace como lo haría un habitante de las pampas argentinas, en la boca del Martín Fierro, de José Hernández. Novalis dice:
“Y para honrar al cantor,
El dios del vino le asigna
El derecho de besar
Todas estas bocas lindas…”
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