ARQUÍLOCO, CON ALEGRÍA CRUZAR EL DESIERTO


 

¿Preguntas por una antinomia de lo bello y lo horrible? El desierto.

Lo bello de ese increíble cielo azul-rojo, el universo de dunas y el casi anonadante espectáculo del cielo nocturno “estrellado”,  está en la capacidad de tu subjetivismo, personal, para lo estético.

Cada quien tiene "su" desierto. En materia de pareceres quién podría ver el desierto que yo veo, siento e intuyo. Arquíloco escribe que:

"Ninguno así se admire de que acaso
trueque con el delfín pastos la fiera;
que ésta a la tierra el mar tal vez prefiera,
y aquel el alto monte al mismo paso
más que la ondas quiera"

Por lo demás al menos siete factores pueden terminar con la vida del caminante en la travesía del desierto. En el caso de México nos referimos a los desiertos (con erg, dunas) de Altar y Samalayuca en el norte del país, el primero en Sonora y el otro en Chihuahua. Y una llanura del tamaño de algún país de Europa.

En cualquier momento, digamos mil quinientas veces en un mismo día, podríamos vernos impedidos de seguir…Un sol de 45-55 grados, la deshidratación, víboras, escorpiones, arañas, monstruos de gila, la brújula que se descompuso (sin saber leer en las sombras o desconocer la dirección de los vientos),y un meteorito que te cae en la cabeza en tanto caminas o aplasta su tienda mientras duermes.

Que los dioses tiren sus dados, nosotros hacemos lo nuestro
En el desierto de Samalayuca, estado de Chihuahua, México.
(Izquierda Armando A.A. y Luis Burgos Peraita).
Las sombras de la mañana se proyectan hacia oeste. Nuestra meta está en el  norte. ¡Vamos en la dirección correcta!
Por si lo ignoras, en el norte de México caen meteoritos. Aerolitos, les dicen, ”piedras voladoras”,  que viene de los “rincones” del universo. Para los escépticos hay tantas probabilidades de que no te caiga encima un meteorito como que nunca un pájaro al vuelo defeque sobre tu cabeza…Al menos tres veces en mi vida los pájaros han enviado su “mensaje”, que cae en la taza de mi café, en el atardecer, a la puerta de mi tienda de campaña, en el vivac sobre las montañas.

Lo absurdo está cerca de nosotros,  lo dice Arquíloco:

“No hay cosa alguna de que el hombre pueda
desesperar, ni que no sea factible.
Ni nada hay   admirable e increíble.”

¿Por qué se ha metido en este hábitat tan irracional que no es el suyo?

Por ese resorte que le hace escalar montañas y se llama antropocentrismo. O quizá idealismo o soñador romanticismo. O si se quiere realismo.  Los que padecemos de claustrofobia buscamos los horizontes abiertos, ventilados, lejos del gimnasio.

Una manera disfrazada  de quemar mil calorías que ayudarán con los triglicéridos, la obesidad y el colesterol malo.

¿Quieres un justificante de ese irrazonable? México es el país número uno en el planeta en gordos y obesos y diabéticos. ¡Camine, camine!  Dicen los médicos? Suba escaleras de peldaños, no eléctricas!

Caminando nos damos cuenta que tenemos dos piernas, porque estamos conscientes de ello hasta que ya sólo tenemos una... 
"todo consejo para "hallar el camino de la vida" es en aquella otra cumbre"
Diario El País, España, 26/Sep./2015

Un único consuelo anima a la paranoia del que cruza desiertos, para  pensar que puede salir de la travesía: ha podido sobrevivir a un peligro mayor: de ser atropellado al cruzar  las calles de la ciudad.

Esta otra “maravillosa y fea” antinomia que se llama no ciudad, sino megalópolis, con N millones de habitantes y N millones de automóviles, hace recordar, a cada cruce de semáforo, estas palabras de Ortega:

“La vida está constantemente en la inmediata inminencia de quedar aniquilada.” (Ortega y Gasset, En torno a Galileo)

En efecto, ir por el desierto es vivir la otra antinomia de estar dentro de una de las bellezas de la naturaleza, cielo y arena, como pocas puede ofrecer el planeta. Pero, a la vez, caminar por una superficie donde hasta la araña “violín”, de apenas  cuatro milímetros, pero con un veneno suficientemente poderoso como para matar un toro, puede interrumpir nuestra marcha…
Fauna del desierto 

Monstruo de Gila


Meternos al desierto es nuestra decisión, salir de él, ¿quién podría saberlo? Como sea, lo impórtate, dice Arquíloco, es no perder la alegría. La alegría, ese estado de ánimo positivo que es propio de la gente que gusta de subir montañas. Los del undergrownd que con su pan se lo coman, nosotros al sol, al viento y a la nieve.

Arquíloco nos alienta:

“Ni el triunfo logrado
Aplaudas en extremo alborozado.
Ni si te vez vencido,
En casa reclinado des al lloro
El ánimo afligido;
Y alegre, con decoro
De los que dignos son, aumenta el coro.”

Con el máximo cuidado, haciendo nuestra parte, ahora ya metidos en el desierto todo depende, como sucedió a los troyanos, de cómo los dioses tiren los dados.

Arquíloco
“Arquíloco (Ἀρχίλοχος en griego antiguo) (Paros, actual Grecia, 712 a. de C.-id., 664 a.C.)1 fue un poeta lírico griego arcaico originario de la isla de Paros. Fue hijo de un noble llamado Telesicles y de una esclava llamada Enipo. Poeta y mercenario, sus escritos nos han llegado de forma fragmentada, y no existe consenso respecto a las fechas exactas en las que vivió y la autoría de algunas de las obras que se le atribuyen. Su vida se desarrolla a lo largo de la primera mitad del siglo VII a. C. Nació en Paros, una pequeña isla jonia del mar Egeo, famosa por su mármol, y donde el culto a Deméter, relacionado con la poesía yámbica, era muy importante. Arquíloco, además de cantar al dios Dioniso, está ligado a la introducción de su culto en su isla. Participó en la colonización de Tasos, en busca de territorio agrícola, una localización muy próxima a las minas auríferas del litoral de Tracia.” WIKIPEDIA

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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