El pintor
nos ofrece, en el lienzo, un relato de su ser interior. Tal vez con su
pincel busca lo inteligible, lo esencial…
Para este
encuentro no es necesario ir a las exposiciones de pinturas de la especulación.
En el Jardín del Arte, que hay en muchos rumbos de la ciudad, de las ciudades
de todo el mundo, encontramos ese relato.
El artista
nos habla, pero vamos tan de prisa que no entendemos lo que nos muestra. No es
artesano, está creando, es una artista. Ese volcán Popocatépetl del Dr. Atl, y
ese otro Popocatépetl de Diego Rivera, son diferentes entre sí y, a la vez, diferentes ambos al Popocatépetl de la realidad. Son dos idealidades.
Él pintor, por
medio de sus pinceles, el escritor con palabras en el papel, el poeta comunica
la estética de su yo, y el cielo habla por medio de acontecimientos.
Para
conocerlos hay que parar y escuchar. Ir apresurados por la vida no encontramos sentido real a la existencia
por ningún lado, sólo lo virtual, abstracto, superficial, inasible y ajeno.
Todo importante inmediato pero perecedero.
En la
pantalla pistoletazos, y coitos, sin argumento apenas que lo sustente. Y, en
“vivo”, cuatro mujeres y un hombre participando en un mismo “programa”, en el
canal televisivo, atropellándose la palabra con ideas, algunas valiosas, pero siempre sin terminar, hasta que por fin una de
ellas dice: “Vamos a un comercial, no le cambie”.
Schopenhauer
se pregunta ¿Para qué? Y en su tiempo no había pantallas electrónicas. Es
cuando Bregson nos dice que el pintor acaba de reunir, todavía sin orden,
sus frascos de pintura a un lado del caballete. Parece una presencia incoherente,
pero ya bajo una idea, volvió a reunir esos colores en el godet o paleta.
Por tercera
vez junta esos colores pero ahora en la tela. Ahora los colores ya no son sólo
colores. Son una idea. El espectador atento puede de esta manera asomarse, más
que a la figura de la tela, al inconsciente del artista. El iceberg no puede (
y en este caso no quiere pues busca manifestarse), ocultarse del todo.
Treinta mil años atrás en la cueva de Altamira, antes de la escritura silábica, se había logrado ya la escritura ideográfica |
El
inconsciente es el que movía el lápiz
del rey, en Alicia a través del espejo.
Conscientemente el rey quería escribir algo pero resultaba que escribía
diferente.
¿El artista
es la causa primera de lo que pinta? ¿O sólo mueve la mano impulsado por los
siglos de cultura que le precedieron. Porque, recordemos, en la cueva de
Altamira, España, ya había, hace 30 mil años, otros que también pintaban. O
hacían relatos por medio de la pintura.
Tampoco es
raro, entre los escritores que, como en el caso del rey,” el texto se vaya por
otro lado”. O que los personajes de la novela “hagan su vida propia”.
Scott
Fitzgerald tardaba en ocasiones años para escribir una novela. Sus “amigos”,
como Ernest Hemingway, aseguraban que era por su afición a la bebida. Las notas
del autor de El gran Gatsby dicen que
escribía pero mucho de ello lo destruía porque, como en el caso del rey, no era
lo que él quería decir...
Esos
personajes, de lo que iba a ser originalmente un cuento, dicen que tiene muchas cosas que contar y situaciones que recordar,
y se alargan tanto, en su cháchara, que resulta una novela. Originalmente
Tolstoi iba a contar un baile de la aristocracia de los zares, siguió una
escaramuza del ejército francés contra otros y, resultó La guerra y la paz. Una
novela que no es la historia de Napoleón en Waterloo sino el contexto
social, de una época en abstracto, en el que los humanos se mueven.
Al boceto
inicial el pintor le fue agregando y quitando áreas, elementos .Se fue
expresando en los detalles. Muchos detalles no los comprendemos por separado.
Cielos verdes, infernos azules, risas porque alguien tropezó y cayó.
El artista expresó lo inefable de su ser pero
no lo entenderemos, como no entendemos las notas sueltas del escritor, hasta
que el pintor o el escultor o los padres o los maestros de la escuela, den por
terminada su obra.
Entonces
tendremos una sociedad en el pleno desarrollo de sus potencialidades creadoras
o, por el contrario, una sociedad en el pleno nihilismo...
“No otra
cosa es la imaginación poética sino que una completa visión de la realidad. Los
personajes creados por el poeta nos dan la impresión de la vida, porque representan
al poeta mismo, al poeta multiplicado, al poeta que ahonda dentro de sí mismo esforzándose a observar internamente con toda potencia,
que en lo real descubre lo virtual y vuelve a tomarlo para completar en su
obra, lo que fue dejado por la Naturaleza en boceto o apenas como proyecto.”(Henry
Bergson, La risa)
Henri-Louis Bergson o Henri Bergson (París, 18 de octubre de
1859 – Auteuil, 4 de enero de 1941) fue un filósofo francés, ganador del Premio
Nobel de Literatura en 1927. Hijo de un músico judío y de una mujer irlandesa,
se educó en el Liceo Condorcet y la École Normale Supérieure, donde estudió
filosofía. Después de una carrera docente como maestro en varias escuelas
secundarias, Bergson fue designado para la École Normale Supérieure en 1898 y,
desde 1900 hasta 1921, ostentó la cátedra de filosofía en el Collège de France.
En 1914 fue elegido para la Academia Francesa; de 1921 a 1926 fue presidente de
la Comisión de Cooperación Intelectual de la Sociedad de Naciones. régimen de
Vichy El bagaje británico de Bergson explica la profunda influencia que Spencer,
Mill y Darwin ejercieron en él durante su juventud, pero su propia filosofía es
en gran medida una reacción en contra de sus sistemas racionalistas.1 También
recibió una notable influencia de Ralph Waldo Emerson.
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