G.SIQUEIROS, LA CONSTRUCCIÓN (DESTRUCCIÓN) DE UN ALBERGUE ALPINO


 

En México los refugios alpinos de alta montaña se construyen con muchos esfuerzos para conseguir  financiamiento, material, transporte y edificación. Al año siguiente, de su inauguración, es probable que de ese refugio no quede ni rastro.

Se pensaba que lo mismos alpinistas daban mal  uso al refugio,  los fuertes vientos, nevadas, etc.

Pero es el caso que en el derredor del refugio no hay restos de material esparcidos. Sube gente en animales, caballos o mulas, los destruyen y se llevan el material. El refugio El 12, en los 4,500 metros de altitud, en la ladera noreste la Iztaccihuatl, el Iglú en los 5,000  de las Rodillas de la misma montaña, el Iglú, en lo 4,500 de las Rodillas, los refugios de la ladera norte del Popocatépetl, etc. El refugio Raúl Revilla en los 2,800 de altitud en el lado oeste de la base de los Frailes de Actopan, estado de Hidalgo (un precioso refugio de madera con literas para10 escaladores). Está documentado en el libro Alpinismo Mexicano de Armando Altamira, Gallardo, Editorial ECLALSA, México, 1972. De todo eso no queda ni siquiera un clavo o ladrillo.

 El gobierno federal, en algunos casos, proporciona el presupuesto necesario, para su edificación, alguna organización particular como El Grupo de los Cien o, a título personal, alguien emprende la ingente tarea de juntar los fondos requeridos.

 Lo anterior es el caso del relato que nos ocupa.  Graciela Siqueiros, una muchacha de unos veinte años de edad, se dio a la tarea de construir un refugio en el paraje conocido como Laminas, 4,080 metro de altitud, en el lado noroeste de la Cabeza de la montaña Iztaccihuatl, México.

Se muestra la ubicación clave del refugio Láminas
para dirigirse hacia el refugio Teyotl (2), lado  norte
de la Cabeza o bien para el refugio de Chalchoapan,
(oeste del Pecho)
La roca señalada con el número 1 se conoce como
Yautepemes. 
Eso fue en los años cincuenta del siglo pasado. Subía, a pie, como todo alpinista, y descendía al valle dirigiendo la construcción, llevando madera y demás material. Al final tanto esfuerzo (ella consigna que no era gente de montaña) se lesionó del corazón.

 La población de San Rafael, que es el sitio de donde se inicia la ascensión, está ubicado en los 2,550 metros de altitud. Cada vez tenía que subir diez kilómetros con un desnivel de kilometro y medio.

Sistemas de cañadas del lado oeste de la Iztaccihuatl.
La letra O señala el sitio del refugio Láminas.
En las proximidades de la cañada
Hueyatlaco es por donde se sube para Láminas, a partir de San Rafael. 
Ese refugio corrió la misma suerte de los refugios mencionados más arriba: desapareció. Lo reconstruyó Graciela y lo volvieron a  desaparecer. Con el tiempo otras gentes lo reconstruyeron varias veces y otra vez desaparecía.

La Cabeza de la Iztaccihuatl desde el
noroeste. Vista desde el refugio de Láminas
El relato  que sigue es la primera parte de historia que salió publicada en la revista Alpinismo, editada por entonces en la ciudad de México. No poseemos la segunda parte pero lo que tenemos nos da idea del ambiente alpino de esa época.

Entre otras cosas que los alpinistas iban y venían, a través de sus montañas, sin más riesgo que el que presenta el mismo ejercicio de escalar montañas.

A diferencia de la actualidad que esas mismas montañas están infestadas de asaltantes y asesinos de alpinistas, lo cual también está documentado en los medios.

Portada de la revista Alpinismo donde aparece el trabajo referido
 

 










Algunas notas que se refieren a la inseguridad para los alpinistas

TLALMANALCO, Méx., marzo 5 de 2012 (EL UNIVERSAL).- La zona boscosa de San Rafael, en las faldas del volcán Iztaccíhuatl, es muy peligrosa para montañistas que visitan el lugar ya que operan bandas de delincuentes que fuertemente armados los asaltan y violan a las mujeres, advirtieron los propios excursionistas.

 Según las propias autoridades municipales, se presentan hasta ocho atracos al mes en contra de deportistas extremos que acuden a este lugar, sobre todo los fines de semana, porque no hay vigilancia de ninguna de las corporaciones municipales, estatales y federales, ni de los ejidatarios que controlan el parque.

 Juan Carlos Durán Gutiérrez, director de Protección Civil de Tlalmanalco, reconoció que cada fin de semana se registra un robo en diferentes parajes del ejido, pero hay ocasiones que son hasta dos, principalmente en “Las Trancas”, el más alejado de la caseta de vigilancia del área que administran ejidatarios que cobran una cuota a los visitantes.

 El domingo 26 de febrero, 60 personas que acampaban y comían en el paraje “Nexcoalanco”, fueron asaltadas por 25 hombres armados y encapuchados que golpearon y causaron heridas a más de 20, incluyendo a un niño de ocho años y abusaron de tres mujeres.

 Los ladrones, vestidos con ropa camufleada, cubiertos de la cara con pasamontañas, salieron de entre los matorrales armados con rifles, escopetas, pistolas y machetes para rodear primero a un grupo de aproximadamente 40 personas que acampaban y comían.

 Luego sometieron a otras más que venían bajando, amarrándolas a todas, hasta sumar más de 60, incluyendo niños y mujeres.

 Los encapuchados hicieron disparos al aire y a casi todos los hombres les pegaron con machetes y pistolas, causándoles lesiones a por lo menos a 20 en cara, cuerpo y cabeza, entre ellos Fernando, de ocho años, a quien le pegaron en la espalda.

 A Alejandro, de 27 años, le fracturaron la nariz con la cacha y a Salvador lo hirieron de una pierna con una pistola de diábolos.

 Un perro bóxer que acompañaba a campistas de Cuautitlán fue baleado en el cuello con una escopeta.

“Entregamos celulares, carteras, dinero, relojes, cámaras, equipo de montaña y luego nos quitaron los zapatos que aventaron a una camioneta Chevrolet para luego amarrarnos de pies y manos con las agujetas”, recordaron.

 La misma suerte corrió un profesor y 11 alumnos de la primaria Juan Jacobo Rousseau, del Distrito Federal, que acampaban en la zona.

 El jueves pasado, el ayuntamiento clausuró el parque ecoturismo “Dos Aguas” por carecer de licencia de funcionamiento y por falta de medidas de seguridad para protección de los paseantes.

 El lugar se mantendrá cerrado, hasta que la empresa no regularice su situación administrativa ante el gobierno local y tome medidas internas para garantizar la seguridad de quienes semanalmente visitan el sitio.

 

 

 Otros asaltos en el SW de la Iztccihuatl.

 

  Nota publicada en el diario  Excelsior

23/07/2015 13:03 Dalila Ramírez/Corresponsal       

 Nueve montañistas fueron amagados las faldas del volcán Iztaccíhuatl el pasado 4 de julio                           

 ESTADO DE MÉXICO, 23 de julio.- La Procuraduría General de Justicia del Estado de México (PGJEM) anunció la captura de nueve sujetos, entre ellos dos mujeres, en el municipio de Tlalmanalco, quienes presuntamente conforman una banda delincuencial relacionada con al menos dos asaltos con violencia a montañistas.

El aseguramiento se realizó tras una denuncia mediante la cual las víctimas señalaron que cuando se encontraban en un paraje de ese  municipio en las faldas del volcán Iztaccíhuatl, fueron amagados por varios sujetos, quienes los despojaron de sus pertenencias.

 Derivado de ello, se hizo un operativo encubierto en el lugar “Piedra Lisa”, donde fueron detenidos los probables responsables al momento en que presuntamente cometían un robo en contra de tres montañistas.

 Los detenidos tienen entre los 20 y 40 años y al indagar se pudo determinar que estos sujetos se relacionan con el robo del pasado 4 de julio en el paraje “El Refugio de los Cien”, en las faldas del volcán Iztaccíhuatl, lugar en donde al parecer amagaron a nueve montañistas, a quienes presuntamente les hurtaron diversos objetos y dinero en efectivo.

 Los nueve detenidos fueron ingresados al Centro Preventivo y de Readaptación Social de Chalco.

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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