Créanme, sé lo que les digo, a los trabajadores no les gustan las huelgas.
Va en juego su fuente de trabajo, su
familia, su altísimo estrés, su libertad
y hasta su vida.
Más cuando en el mundo laboral hay
líderes corruptos, que llevan a los trabajadores a estallar la huelga, para que
la Secretaría del Trabajo declare ilegal el movimiento y así quedan en la
calle.
Una fábrica produce tornillos o tuercas.
La Universidad pública “produce” profesionistas que le dan calidad a la vida a
la nación.
De los que primeros protestaron fueron los comunistas.
“Le están haciendo el juego a la CIA
para atrasar al país”, fue su argumento.
En el otoño de 1972 tuvo lugar una
huelga, en la Universidad Nacional Autónoma de México, que duró 83 días. La
llevaron a cabo unos diez mil trabajadores “administrativos” o de apoyo, como
se les decía, para diferenciarlos de los académicos y de los funcionarios
universitarios.
Tenían a la sazón categorías nouménicas. ¿Usted es trabajador? ¡No, soy académico! ¿Usted es trabajado¿ ¡No, soy funcionario!
Tenían a la sazón categorías nouménicas. ¿Usted es trabajador? ¡No, soy académico! ¿Usted es trabajado¿ ¡No, soy funcionario!
Hubo un tiempo, cuando el rector Nabor
Carrillo, que durante siete años no recibieron incremento alguno de sus
salarios. Finalmente les aumentaron un
peso al día.
Carecían de contrato colectivo de trabajo y la
permanencia en su fuente de trabajo estaba a criterio del jefe inmediato, que
entonces se llamaba “intendente”. También trabajador administrativo, pero que era, en frecuente casos, muy enemigo de los
trabajadores.
No contaban con servicio médico ni su familia (hasta mucho después serían incorporados al ISSSTE) y, en estas condiciones, la posibilidad para llegar a jubilarse eran muy inciertas.
No contaban con servicio médico ni su familia (hasta mucho después serían incorporados al ISSSTE) y, en estas condiciones, la posibilidad para llegar a jubilarse eran muy inciertas.
Se podía tener una antigüedad en el
trabajo de 15 o más años pero un día se le decía: estás despedido. Algunos
lograban la reinstalación mediante los oficios de algún abogado en lo particular.
O bien el secretario general iba a pedirle al administrador, no a exigirle, que
reinstalara al despedido. Algunas veces se le concedía.
La organización sindical, como se
llamara, pues tuvo muchas siglas, era impotente para hacer algo por el
despedido al carecer de cláusula de admisión en la contratación. La organización, hasta entonces antigua, inocua y
obsoleta, fue la que al fin lideró el movimiento. Cincuenta años de poner la
espalda, para recibir los golpes, le
habían enseñado…No se necesita ninguna CIA, o como se llame, sino que la propia
dinámica interna provoca la respuesta.
Este es el contexto en el que tuvo lugar el
estallido de la huelga. Durante setenta días transcurrió como es en todas las
huelgas, mucha euforia al principio, marchas, mítines, cansancio, tedio,
desplegados incendiarios y hasta apocalípticos, en los diarios, en una
dirección y en otra, trabajadores que se ausentan de sus guardias, el fantasma
de la represión por medio de contingentes de pantalón y tenis o bien con la
policía o el ejército, el 68 tenía apenas cuatro años…Reuniones interminables,
que no resolvían nada, con la Comisión nombrada por Rectoría…
Un día todo subió de tono, cuando la
Junta de Gobierno de la UNAM nombró rector al doctor Guillermo Soberón Acevedo.
Este rector no se andaba con medias tintas. Desde los primeros minutos dijo que
iba por todo.
Desde el lado de la huelga son conocidos
los adjetivos que se le colgaron. Pero del lado de la administración era el
hombre adecuado, por no decir perfecto, para poner orden en la situación en la
que vivía la Universidad.
Dr. Guillermo Soberón A. |
Era un hombre que demostró ser valiente
en la hora del peligro. Cuando todos se detuvieron temerosos de los
huelguistas, él siguió. Fueron apenas quince segundos, pero que hablan de la
talla del rector. Lo vimos cuando caminó
cruzando, solo, la explanada roja oeste de la facultad de Medicina y se fue
contra la huelga.
Desde el primer minuto de su mandato exigió, públicamente, a los
huelguistas, levantaran las banderas y
reanudaran su labores o serían despedidos.
Más aún, dijo que tomaría posesión de su
cargo de rector, en el auditorio de la Facultad de Medicina, donde sesionaba el
Consejo General de Huelga. Para tal efecto señaló día y hora. ¡Y lo cumplió!
Con el tiempo los defensores a ultranza
de la Universidad, así como los progresistas de todos los matices, ahora sí
estos ya del lado del sindicato, relatarían en sus mesas redondas, seminarios y
en sus libros, todo el intríngulis nacional e internacional que, según ellos,
movía a los huelguistas. ¡Formidables recursos literarios, que llenarían libros
y más libros, jamás imaginados siquiera por los huelguistas!
Lo que lo trabajadores en huelga saben
es que ese día, anunciado por el rector Soberón, este hombre decidido se reunió
en la calle Cerro del Agua, noreste de Ciudad Universitaria, con mil jugadores
de futbol americano, y demás personal de la administración universitaria. Se puso a la cabeza de la columna y, sin voltear la
vista, sin que le temblaran las rodillas y con gesto impertérrito, se lanzó
contra la huelga.
Edificio noroeste de la Facultad de Medicina. En la escalinata de este acceso tendría lugar el encuentro violento entre "estudiantes" y los trabajadores (pagina 16) |
Fue el principio de lo que sucedería esa
semana, la última de la huelga.
1-Antonio Altamira G. 2-Luis Burgos Peraita 3-Javier Parra 4- Fragoso 5-Alvaro Lechuga W. |
1-Juan Manuel Gómez G. Asesor jurídico 2-Nicolás Olivos C. 3- Teresa O´Connor |
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