WAHL, LA CULTURA DE LA CUAL FORMO PARTE


 

“El espíritu, y mis particulares sentimientos, están en relación con la cultura de la cual formo parte, con los libros que he leído…” J.W.

Ser o no ser, dice el Hamlet de Shakespeare.

Es un bello pensamiento que nos ha cautivado por generaciones.

Pero es inconsistente. Es sólo  la mitad de la dicotomía, por decirlo así. Se es con relación a no ser. O no ser con relación a ser.

La filosofía busca  la unidad de la dicotomía a través  de intercalar el fonema consonante  y, una conjunción copulativa: ser y no ser.

Pero sobre todo prefiere la fórmula No, No-Ser y No-Ser.

¿El ser existe, y no existe?, es el tema que ha ocupado la mente de los filósofos.

Cada pensador en lo particular tiene su modo de ver el asunto. Pero, además, dice Wahl, el propio Ser hace lo suyo para que no se le encuentre tan fácilmente. Hace como que aparece y como que se vela, es  decir, se esconde.

Una de las  explicaciones teológicas es que si conociéramos, directamente, fenomenológicamente,  a Dios, quedaríamos convertidos en unos robots, sin voluntad, por lo inefable de su amor. De ahí que tengamos el gran recurso del escepticismo.

Antes de declararse cristiano  San Agustín se preguntó durante veinte  años: ¿será y no será?

Es una manera de decir porque el cristianismo enseña también que aun en el cielo hay libertad de decisión, por eso hay ángeles y demonios.

Jesús lo dice de una forma un tanto velada: “El que me conoce, conoce a mi padre”

La filosofía, en cambio, lo  explica como dice Wahl: “La vida del espíritu consiste en poner el Ser, luego en destruirlo, luego en reconstruirlo. Ponemos un absoluto, luego lo volvemos relativo, luego negamos su relatividad…El Ser no es nunca por completo trasparente para el conocimiento, en cierto sentido resiste al conocimiento”

Jean Wahl, Introducción a la filosofía, Fondo de Cultura Económica, México, 1988, cap. III.

Hay una idea, entre tantas, de “descubrir” la presencia del Ser, se dice, y es por la resistencia que encontramos en él.

Una analogía es no creer en la gravedad atmosférica. A simple vista no se ve por ningún lado, pero, ningún escalador, al menos, se atrevería  a negarla.

Wahl: “El Ser se manifiesta por la resistencia que nos opone. Esto es verdad incluso en el reino de lo intelectual, donde algo que es, es algo que no puedo hacer lo que quiero, algo que no puedo cambiar a mi arbitrio.” Como decían los viejos filosofos, es en sí.

Otro forcejeo de los filósofos es meter al Ser dentro del tiempo y del espacio o, bien, dejarlo fuera del tiempo. Es el conocido asunto dialéctico de fenomenólogos y realistas.

Bergson funde las dos teorías y concibe el Ser como perpetuo cambio, que él llama duración.

Olín teotihuacano
Lo anterior está relacionado con la representación. ¿Cómo representar algo que está fuera del tiempo? Los teotihuacanos lo lograron acotándolo. Un espacio vacío delimitado, que en náhuatl se llama olin = movimiento.


¿Cómo hacer ante algo (y a la vez nada) que se hace presente y se niega? No queda más que seguir leyendo e investigando. Quizá eso tenga un valor inapreciable. En alpinismo no importa tanto la cumbre sino el esfuerzo que se hace para llegar a ella.

John Steinbeck soñaba encontrara escobas en el cielo para pasar el tiempo limpiando las telarañas. Si ya había hecho lo necesario, para llegar al cielo, todo lo demás estaría por sí. En sí y por sí, diría Kant.

Leer, informarse y vivirla. ¿De qué serviría recitar de memoria la Biblia sino se practica su mensaje? 

Es lo mismo para otras áreas del vivir humano. Ejemplo: para mejor entender la convivencia entre lo humano y lo digital de nuestro siglo veintiuno, y no caer en el abuso de aplicaciones  y redes sociales, los académicos universitarios recomiendan leer e informarse.

 (Academia, Gaceta UNAM,1 de agosto de 2016).

Wahl expresa en un solo párrafo toda la complejidad para entender o concebir el Ser y tales son las etapas de aceptación, trasformación y hasta negación.

Todo se representa, sino con ideograma con gramática. No representar el Ser, o como expresa la filosofía, No-Ser, es acercarse demasiado a lo vacuo:

“Debemos tomar en cuenta a aquellos que han negado el Ser, sea en el sentido de Protágoras y Nietzsche, reemplazando el Ser por el universal Devenir o, en el sentido de la República de Platón, y de la teología negativa, sustituyendo el Ser con algo inefable, que tiene tal plenitud de Ser, que no puede expresarse y se acerca al No-Ser.”

WAHL
“Jean Wahl nació en Marsella, en  1888. Falleció en París en 1974. Filósofo francés. Tras ejercer como profesor en EE UU, regresó a Francia (1945) para enseñar en la Sorbona y fundó el Colegio Filosófico de París. Es recordado, sobre todo, por su estudio sobre La desdicha de la conciencia en la filosofía de Hegel (1929). Otras obras a destacar son, entre otros títulos, Filosofías   pluralistas de Inglaterra y América (1920), Hacia lo concreto (1932) e Introducción a la filosofía (1948).”WIKIPEDIA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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