Corriendo con Schiller

Corriendo con Schiller

Registro Público del Derecho de Autor, SEP, el 25 de agosto de 2008 (México DF) con el número 03-2008-081510374000-01

La idea de esta composición lírica es acercar al mexicano con la obra de Federico Schiller (1759-1805).Escritor alemán que, junto con Goethe y Hölderlin,  fue la figura literaria  más importante de la época y representó la tensión clásica entre un idealismo ético y la expresión realista.

Escenario: lado norte  del edificio de  Rectoría, de ciudad universitaria,  México, DF. Época actual.

Eran corredores  clasificados  de primera línea.
Algunos corren tramos cortos a manera de calentamiento. Son las seis de la mañana del 7 de diciembre. La explanada frente  a Rectoría está resbaladiza por la delgada capa de hielo que dejó el  rocío.  Empezamos a reunirnos en este tramo de avenida de los Insurgentes. Hace frío y todos estamos en “cortos” o “pants” y playera sencilla. Nos movemos para no enfriarnos. Veinte minutos después ya somos unos doscientos corredores. El evento está organizado por la Universidad Nacional y por el Sindicato de Trabajadores. En media hora arrancaremos por  la avenida, a lo largo de veinticinco kilómetros, hasta parar en el interior de la Basílica de Guadalupe, en la ladera sur de los montes del Tepeyacac. Cada año, cuando se acerca el invierno,  se hace así.

Dos corredores  se acercan y trata de ver mi número de cartulina. Uno de ellos trae una mascara de armenio y  se ve de  tipo  extranjero.  Su número es el 267 y dice que han duplicado el registro. En caso de quedar ganador, como está seguro de lograrlo, dijo, pudiera haber confusión con el premio y quiere aclarar. ¡Dos millones de pesos obligan a tener precauciones! Además del “cartel” de triunfador que podrá exhibir el ganador durante toda su vida. De paso sería un buen blindaje contra toda ulterior baja estima que pudiera proporcionar la vida. ¡Los coscorrones están a la orden del día! ¡Uno nunca sabe!
Su compañero de carrera se llama Manuel Sánchez. Me presenté:
Juan
-¿Juan, el que atraviesa desiertos caminando?- ¿De dónde diablos habrá sacado esa información? Me  apresuró  a contestar:
-No. Soy Juan.. En este país (basta consultar la guía telefónica) hay cien mil Juanes, medio millón Raúl Sánchez, seis mil Heriberto Salazar, cuarenta mil Mario Campos, treinta mil Manuel Sánchez,  veinte mil Mario Ramírez, cuarenta mil Jorge Rivera, cincuenta mil Ubaldo Martínez, treinta mil Agustín Tagle, tres ciento mil Raúl Pérez, cuarenta y cinco mil Jorge Meneses, diez mil Raúl Revilla, etc. Por eso siempre se pone al final: “Cualquier semejanza es mera coincidencia”

 Las seis de la mañana en esta época del año es plena noche en México y se acerca para poder leer. Soy el 261.
-Tenemos el mismo número- me dice.
- No es el mismo.
-Sí, es el 261
- Tú tienes el 267.
- No creo.
- Le explico. Esa rayita horizontal en el 1 lo convierte en 7.

Dice que no comprende cómo una rayita  en el 1 lo convierte en 7 pero, aclarada la situación, se siente aliviado. Da la vuelta para seguir sus ejercicios de calentamiento pero regresa y, a manera de saludo, se presenta:

- Schiller- y me extiende la mano.
- ¿Schiller?
-Sí.
Juan Kiager

Coincidencia. Me había pasado todo el año leyendo las obras de Guillermo Schiller, alemán del siglo dieciocho. Alguna rama ha de haber venido en algún tiempo a México, pensé. Apenas terminé la semana pasada  de leer todo lo que encontré de Schiller y de hecho la carrera me servirá para regresar  a las pistas de atletismo. Ya extrañaba a esta gente de tenis maloliente, ropa ligera, lejos de la etiqueta, llena de sudor y ayes de cansancio. Aquí es el segundo lugar donde los sexos se olvidan de todo formalismo y tratan de ganarle al otro. Cueste lo que cueste.

 Los atletas son una raza muy aguantadora. Les gusta la buena vida y a la vez tiene una fuerte dosis de indiferencia. Procuran mantenerse  entre la hipocondría y el estoicismo. Ni tan blanditos al grado de dejar libre a la mente ni tan rudos que sean irresponsables cuando hay que acudir al médico. Para dejar por las mañanas la sabrosa  cama, con la idea de ir a hacer esforzado ejercicio, sólo la tradición de Maratón ellos pueden lograr.   Por fin podré respirar el aire fresco, lejos de las encerradas bibliotecas, donde los buscadores de datos viven en una especie de invernadero. Lejos de la luz natural, el viento y el Sol. Sudar, ejercitar los huesos y quemar unos kilitos que el obligado sedentarismo trajo consigo. Volver a la comida a base de espinacas, chile y maíz, lejos de las sabrosas hamburguesas y los hot dogs. Este año aprendí que es posible llevar el dolor, y las incomodidades, pues nunca falta el espíritu esforzado de los aztecas y los espartanos. Pero también supe que lo que es de todo imposible es sobreponerse a las comodidades, al sedentarismo y a las hedonistas  mesas. ¡Es verdad, nadie se salva de un golpe de buena suerte!   Odiseo lo sabía y tomó sus precauciones... Por eso ordenó que lo amarraran al poste de su embarcación. Era un hombre sabio que conocía y aceptaba sus debilidades. Y lo más cruel que aprendí fue que si el espejo miente, en cambio  la báscula es el más despiadado e insobornable auditor que existe. Pero ya estoy de regreso en las pistas de correr. ¡Esta vez no me quedaré parado en el andén viendo que el tren se aleja!

- Me refiero a Federico Schiller, siglo dieciocho.
-Yo soy Federico Schiller.
-¡No juegues!

- Eso del tiempo es tan relativo. ¿Qué es el tiempo humano frente al tiempo de una amonita fósil- Se quitó la máscara de armenio que traía para protegerse del frío -. La uso desde Venecia.
Bueno, me digo, es el tiempo que abundan los  locos ambulantes en las calles. Y la gente se viste como sus paradigmas. Acabo de ver entre los corredores un Jim Morrison, dos Fridas, cinco Che Guevara, al menos diez Marcos y un Mauricio Garcés… Éste Schiller ha cuidado tanto su apariencia que es idéntico al retrato que de Johann Christoph Friedrich von Schiller  hizo Antón Graff, ahora en el Museo de Dresde: pelo rubio medio largo, rostro afilado y mirada escrutadora.  Tal como nos imaginaríamos un perfil clásico griego. Sólo le falta su camisa con holanes en el cuello del retrato. Tipo apuesto, pasaría como artista de Brodway. Por lo demás este Schiller viste como cualquiera de los que nos encontramos reunidos para la carrera. Short, playera sobreviviente de cien carreras y tenis NB, nada nuevo, que digamos.
-Te estoy hablando del dramaturgo, amigo de Goethe, Herder, Byron, Humboldt, Fichte, Schlegel…
-El mismo.

Seguro se trataba de uno de esos individuos académicos, o algo así, que se especializan en el estudio de algún personaje histórico de la cultura y se había propuesto hacerme una broma. Como ya  no daba señas de retirarse, y dado que yo tenía presentes y “frescos” algunos detalles de las obras de Schiller, me propuse hacerle preguntas como mera curiosidad, en tanto daban la señal de salida.
-¿El de  Oda a la Alegría?
- El mismito.

Desde luego cuento con una carta bajo la manga para desenmascararlo. Al llegar a la Basílica no se atreverá penetrar al recinto pues Schiller era protestante.  Bueno, la verdad no estoy tan  seguro que no entrará a la Basílica por esa situación. Juan el parricida, que había dado muerte a su tío el emperador, se encuentra destrozado moralmente y pide consejo a Guillermo Tell. Éste le sugiere que vaya a Roma y se postre ante el Papa para que le ayude a sobrellevar tan grande aflicción: “Confiesa tu crimen y salva tu alma.” Si Schiller, protestante, escribió esto, también será capaz de  meterse a la Basílica de Tonantzin. 

Ya en plena carrera, cuando pasábamos frente a Sanborn´s, de Alvaro Obregón, quiero sorprenderlo y le pregunto a boca de jarro:
- ¿Por qué abordas en Guillermo Tell el tema de la libertad?
Contestó de inmediato y sin titubeos:
- La idea de la libertad llena  toda mi obra, no sólo en Willhelm Tell
Por eso me había pasado años leyendo a Schiller. Porque creía en la libertad. Sobre todo  la libertad contra la opresión extranjera. Y de hecho cualquier tipo de opresión, venga de donde venga. Me dije que la humanidad necesita  de  esos utópicos.
-¿En algún lugar de la Tierra  existirá ese  pueblo  feliz? ¡Uno Sólo!
- Aunque  así fuera nadie nos asegura que no entraría en descomposición. En cambio la libertad como paradigma  no envejece jamás. Aunque conozco muchos libertarios que son esclavos. ¿Qué tan libre puede ser alguien que fuma? ¿O que tiene problemas con la báscula?
Éste sí se la sabe, me dije. Noté una cosa: no alteraba la respiración por efecto de la carrera.
-¡No te agitas!
- Corro con técnica. El secreto está en no acumular deuda de oxigeno. Te aseguro que bien podría llegar hasta Pachuca sin agitarme, es decir, sin cansarme. Si te digo que esta carrera, de apenas veinticinco kilómetros, es para mí como un paseo de comadres en día de mercado, no pienses que estoy diciendo barbaridades. Los corredores de fondo, y estoy seguro aquí debe de haber algunos, que viene por el premio de dos millones de pesos,  corren, en son de practica, al menos ciento cuarenta kilómetros a la semana para tener nivel de competencia. En cambio el noventa y ocho por ciento que forman la columna de corredores se entrenaron para correr los veinticinco kilómetros, pero no para ganar. Es la diferencia. Créeme, el secreto está en la regulación del oxígeno. No te olvides que, por idea del duque de Wúrtemberg, un tiempo fui militar y también estudié medicina y de niño el pastor Moser quiso que fuera sacerdote. No les hice caso pero echa todo eso en la licuadora… y, con la técnica que después aprendí de los atletas, ahora estoy seguro de ganar la carrera. Aquí hay compitiendo dos kenianos y esos dedican su tiempo completo a entrenarse para ganar competencias. Es su trabajo que cumplen de manera profesional.  Ellos salen al mundo a competir para ganar y enviar el dinero a sus familiares. Tal como ustedes en Estados Unidos lo hacen enviando dinero para su gente de México. 

- Creo que vas a verte en apuros para ganar porque estamos en los 2,200 y tú vienes de tierras bajas. Alemania no está muy arriba del nivel del mar, que digamos.
- ¿Qué te pasa? ¡Soy chilango, nací en los 2,200! La metempsicosis nos permite nacer en diferentes partes y épocas. Como sea, te  digo que el chiste está en no acumular deuda de oxigeno. Ese keniano que va en el grupo delantero sí sabe el secreto de ganar. Pero ya verás que lo dejo atrás. Llegando a la Raza empezaré a apretar el paso. Los africanos de Kenia, por efecto de su pobre economía, comen poca carne y eso les permite oxigenar bien sus músculos de las piernas y por eso ganan. La otra circunstancia es que caminan para todo. Y como todavía son cazadores, corren tras la presa o para salvar la vida. En cambio los corredores mexicanos somos fuertes, y tenemos coraje, pero comemos carne roja y nos pasamos viajando toda la semana en nuestro automóvil. El resultado son los segundos y terceros lugares que con trabajo alcanzamos. ¡Pero yo  ganaré!

Resulta extraño que Schiller acepte  convivir con extraños. Evitaba todo trato con gente que no le inspiraba confianza o cuya plática fuera sosa. ¡Es perder el tiempo y llenar la mente de cosas superfluas! Ni pensar que use teléfono celular. No irrumpe en la intimidad de otros ni quiere que lo hagan con la suya. Sus temas favoritos son la historia, el teatro, la filosofía…
-¿Entonces crees que la historia es lineal, no circular?- preguntó Manuel.  Contestó de manera enredosa:
- En 1968 hubo un movimiento de estudiantes en la UNAM y en 1999 otro. Si la historia es lineal entonces se trata del mismo movimiento, no de dos. Dentro de un mes va a haber otro medio maratón, como este,  en Ciudad Universitaria. Primero hubo un Goethe y después un Schiller. Primero  un Vercingetórix y después un Wallenstein. En el Valle de México tienes la respuesta con tres palabras: Teotihuacán, Tula y México -Tenochtitlán. Una cultura que se elevó hasta la filosofía y la poesía, la teología y la arquitectura. Sólo para ser derribados por otros pueblos primitivos del norte no desgastados por el pensamiento. Caudillos bárbaros y tiranos que provocaron la revolución y la democracia y que a su vez recogieron la estafeta de la alta cultura, sólo para volver a caer ante la nueva barbarie. En todo caso no se trata de conocer la relación de los hechos sino comprender las ideas que estuvieron en juego…  

Les cerré el ojo Manuel Sánchez y  le dije   sin que el otro lo oyera:
- Les voy a ganar a esos dos, y a todos, ya verán. Los que respetamos los resultados de la causa y el efecto, quiero decir un rudo entrenamiento, como ese keniano, Schiller y yo,  ganaremos la carrera. Pero entre estas dos causalidades, causa y efecto, todavía puede decidir la fortuna. Somos tres igualmente preparados pero sólo uno ganará. Y yo conozco cómo la fortuna puede darme la victoria sobre estos dos rudos corredores. Uno será muy blanquito y el otro muy negrito, pero ya verás. ¿No me creen? Esto de la inesperada fortuna suele suceder. Recuerden: cuando en esta bella universidad llega el tiempo de nombrar a un nuevo rector, tres velas se encienden.  Pero el viento apaga dos y una es la que queda iluminando la escena.  ¿Qué les parece?
-Que aquí la cosa es de echarle los kilos a la carrera y esos dos parecen máquinas programadas para correr. En cambio te  veo medio fregado y no me explico cómo puedas ganarles- exclamó Manuel entre los jadeos cortados de la respiración.
-¡La fe por delante, hermano!- dije-. ¿No te dejes apabullar! El cartel de grandes corredores de esos dos es parte de su táctica para ganar a fuerza de impresionar al competidor. Estos no sólo saben correr sino también aplican en los otros la psicología. ¡Despabílate! ¡Yo les ganaré! ¡Acuérdate de Azcapotzalco y de las Termópilas!
-¿Y por qué no se los dices para también minar sus resistencia?
- Cada quien tiene su manera de impresionar al contrario. Mi estilo es hacerles creer que no soy un peligro. ¿Cómo Claudio llegó a ser emperador de Roma?
- ¿Si con  pura fe piensas ganarles, no olvides que placer y dolor son para Schiller el timón que conduce la nave del ser pensante y sensible con la proa al Sol. En cambio tú… Te lo repito, a juzgar por tu respiración, traes ya una deuda de oxigeno del tamaño de tu escandalosa vida hedonista y… todavía falta diez kilómetros…
- ¡Tranquilo! Con ese escepticismo no subirías ni al Cerro de la Estrella y mucho menos darías la vuelta al Pico de Orizaba.

Era cierto. Schiller fue el que con sus dramas influyó enormemente en el espíritu de los alemanes cuando estos requerían de unidad política y cultural, justamente en los días de la Revolución Francesa y  Napoleón. Escribió de filosofía,  himnos (Himno a la Alegría), baladas, cuentos, novela, poemas y obras de teatro…Para entretenerse, como ahora  alguien que prende su teléfono celular, él traducía del griego fragmentos de Homero, Virgilio, Eurípides y Esquilo. Parece que adivinó mi pensamiento y dijo:
-Ahora me  leen más en México que en Alemania.
 Decidí seguirle la corriente:
-Tómalo como un homenaje por tu María Estuardo y por La Doncella de Orleáns. ¿Cómo siendo luterano pudiste escribir eso y, todavía más, como media Alemania, de cristianismo liberal, pudo aclamar esas obras de la manera tan entusiasta que lo hizo.

Dijo algo que sólo un tipo como él pudo decir con pleno conocimiento:
-Muchos alemanes son protestantes por tradición, pero no por reflexión.

Esa es la autocrítica que se vale decir en todo el planeta.  En la actualidad los españoles en México ellos mismos podrían decirse “gachupin”, sin que ellos signifique nada especial, pero que se lo diga un mexicano es remover viejas y por demás  incómodas cenizas. Un mexicano le dice con la mayor familiaridad y ternura “escuincle” a su pequeño hijo, pero que alguien ajeno se lo diga es recordar con la mayor furia lo que Hernán Cortés decía para referirse a los aztecas: “perros mexicanos”.
 Manuel Sánchez se me acercó para preguntarme:
-¿Este tipo es protestante?
-En realidad no son tiempos para asustarse por lo religioso. Y por lo visto el teatro es el vehículo donde mejor se expresan los grandes pensadores. Skakespeare era católico y Schiller protestante.
- ¿Ibsen?
- Ni idea.
Pasábamos frente al monumento a  Cuahutemoc cuando le hice otra pregunta que estaba seguro no sabría responder:
- Nómbrame algunos de los amores del autor del Fausto.
- ¿Cual  de los dos Faustos? Yo también escribí un Fausto.
-Me refiero a Goethe. Fuiste muy amigo de él y debes saber.
- Déjame recordar. Bueno, la lista es larga pero más o menos el orden cronológico es así: Gretchen, Kätchen, Federica Brion, Carlota Buff, Lili Schönemann (“su amor más verdadero”), Augusta Stolberg, Carlota de Stein (“su amor más duradero”), Ulrica  de Levetzow, Linda Milanesa, Faustina, Duquesa Amalia, Cristiana Vulpis ( su esposa), Minna Herzlieb, Bettina Brentano, María Yung… 
- ¿Cómo pudiste escribir la escena VII, del acto V, de María Estuardo, donde te expresas del Papa y de la Iglesia católica como el más convencido y documentado de los jesuitas?
- Esa parte siempre ha suscitado escollos en la gente del teatro de los países laicos, ateos y protestantes y en no pocas partes la suprimen. Los que sí la publican, tal como la escribí, son los editores de mis dramas. Dicen que una cosa es el teatro con su potencial  explosivo público de cuerpo presente y otra el libro con su público lejano y universal.

Dejé de hablar por un rato más bien para recuperar un poco de oxigeno que ya me iba haciendo falta. Entretanto recordé que María Estuardo es el conflicto entre dos reinas, María Estuardo, de Escocia e Isabel I  de Inglaterra. Se entremezclan los intereses políticos, el tema de la fertilidad (María) y de la infertilidad (Isabel) y las creencias religiosas cristianas en el contexto de la Reforma protestante.
No pude contenerme y exclamé:
- Son en realidad las dos figuras visibles de intereses económicos y políticos que subyacen en las iglesias, los tronos y casas de bolsa de todo el continente. El drama de estas  dos mujeres fue en el fondo un juego de ajedrez que jugaban las grandes potencias europeas de entonces. Fueron la aleta del tiburón. La gasolina que prendió la mecha en la Revolución Francesa fue el hambre del pueblo  y en Inglaterra de esta época la cuestión religiosa. 

Schiller hace un comentario inesperado que da idea de su penetrante visión como historiador:
-El albatros, citado por Malcom Lowry, en una de sus novelas, que salvó la vida a un naufrago perdido entre las altas olas del mar, se le paró en el pecho y así pudieron localizarlo los de la lancha salvadora. Pero en esa historia hay algo que no encaja..  El albatros pesaba ocho kilos y la pregunta es cómo no se hundió el  agotado naufrago con este peso extra sobre su pecho… Con este ejemplo piensa en las primas María e Isabel.

Manuel, en cambio, me preguntaba mientras tanto, cómo alguien que vivió en el siglo dieciocho conoce literatura del siglo veinte.
- ¡Qué no me venga este tipo  con cuentos de metempsicosis! –dijo.
Cada vez con menos oxigeno en mis pulmones recordaba también a la heroína francesa, nacida en Domremy, a principios del siglo quince. De origen humilde y de enorme piedad. Aseguraba que veía a San Miguel y Santa Catalina. Estas dos criaturas celestiales le urgían a  que tomara parte en la guerra y de esa manera salvar a Francia  invadida por Inglaterra. Así lo hizo. Al frente de  un ejército liberó la ciudad de Orleáns y derrotó a los ingleses en Patay. Hizo coronar a Carlos VII en Reims y puso sitio a Paris.

Y este  enigma, que escriben los historiadores, como la cosa más natural, es el que no se entiende si se trae a la realidad. Trato de imaginar a una pastorcita analfabeta de Michoacán que de pronto apareciera en el campo militar Número Uno y, haciendo a un lado a los generales de carrera, empieza a dirigir al Ejercito Mexicano en una campaña contra los norteamericanos, por ejemplo. Eso se puede leer a posteriori y pasar la página, pero en el tiempo presente eso es del todo increíble. O mejor dicho, inexplicable. Y menos todavía que esos generales no sólo consientan que la pastorcita los dirija sino que la siguen y, afectivamente, como ella se los comunica, empiezan a ganar batallas.
Hasta un siglo más tarde aparecería la Reforma religiosa, con Lutero en Alemania, y Calvino en Francia. Inglaterra se separaría oficialmente de Roma, en el terreno religioso, en 1531 con Enrique VIII, adoptando definitivamente el anglicanismo bajo Isabel I, hija de éste. Esta guerra, entre Francia e Inglaterra, que pareciera todavía  distante de la Reforma, es en realidad la manifestación de fuerzas subyacentes que anunciaban grandes trasformaciones en Europa y el mundo. En adelante, cuando la historia se ocupe de Juana de Arco, se le presentará al mundo según si el historiador es católico o protestante. Será una enviada del cielo o del infierno.Pero pocos podrán tratar el tema con la altura que lo hizo Schiller.

- En efecto, no todos-dije-. Ese es el caso sorprendente de Schiller. Filósofo, novelista y dramaturgo alemán luterano, escribió su Die Jungfrau von Orleáns, drama romántico en cinco actos, y cuya obra sería estrenada dentro de un público alemán, protestante, considerablemente numeroso. Contra todas las voces amigas que le aconsejan no  estrenar la obra, al menos en ese sector de Alemania, y lo hiciera en donde los alemanes eran católicos, Schiller decidió estrenarla en la ciudad de Leipzig.

 El éxito fue rotundo, más bien apoteótico. Y eso habla del espiritu de apertura del público Un espectador describe esa noche: “Cae el telón y un grito de júbilo atruena el recinto. ¡Viva Schiller! La orquesta tiene que secundarlo con trompetas y tambores, hasta que por fin se levanta la conmovedora figura del autor para inclinarse agradecido ante la platea, visiblemente emocionado. De nuevo estalla el júbilo, al que sólo pone fin la reaparición de Talbot y el hecho de que se recogiera el telón. La gran plaza frente al teatro y el espacio hasta la puerta de Ranstadt quedaron colmados por la multitud apretujada. Cuando salió Schiller se le abrió de inmediato una senda. Los hombres se quitaron los sombreros y así pasó el poeta, llevando de la mano a su hijito Carlos, entre la multitud de sus admiradores descubiertos, en tanto que por detrás los padres alzaban a sus hijos diciéndoles: “Ése es”. 
- Cuando ese niño creció- dije con la respiración entrecortada-  supo que su padre es considerado como el más grande dramaturgo de Alemania. ¿Es cierto eso? - Hago un esfuerzo por alcanzarlo y le pregunto por la noche del estreno. Se limita a decir:
- ¡Que noche!
- Este es el genio que supo relatar, con toda precisión y síntesis, en sus obras de teatro, y especialmente en Don Carlos, y también en Wallenstein, el drama del mundo moderno: el Papado y la Reforma. Puedes estar hablando de economía, arqueología, veterinaria, filosofía o de las llantas de tu automóvil. Pero en sólo esos dos bandos está la gran antítesis histórica. Síntesis  tratada desde luego con la altura de un Schiller porque sus ideas se apoyan en conceptos de validez universal. Schiller es muy fuerte en historia porque es ahí donde encuentra los grandes antagonismos de las ideas. Se le considera como uno de los tres emperadores de la literatura alemana.
-¿Cuáles  otros?- preguntó Manuel Sánchez
-Goethe y Hölderlin.
-¿Dónde conociste a Goethe?
- En Jena, en 1794.
-Te conservas bien. Ese acontecimiento se tiene como el momento más grandioso de la literatura alemana. Que proyectó unidad al espíritu alemán.
-Eso dicen. En todo esto no se puede dejar de mencionar a Albert von Bollstädt, que viene desde el mundo medieval, Eckhart, Lutero, Hölderlin, Herder, Winckelmann… Un mundo luterano de mucha calidad intelectual… A Jaeger.

- Pero aquí entre nos-dijo- yo me acuerdo más de la vez que Goehte y yo tomamos sendos tarros de cerveza en la taberna “Los Bigotes de Vercingetórix”.
-Sin embargo Goethe solo era poeta y tú poeta, historiador, filósofo y dramaturgo. Esto tenía que arrojar un conflicto entre los dos…
-¡Dejemos eso, que ya bastante ruido hizo en su tiempo.

La verdad que a estas alturas  me encuentro con tan poco aire que mejor me callo. Mucha gente está parada en la acera del lado este del monumento a Cuauhtemoc, en el Paseo de la Reforma.  Ya para entonces nos cuesta trabajo sostener el paso a Schiller que, efectivamente,  va tan entero como si acabáramos de empezar. Tiene razón cuando dice que todo el secreto está en administrar el oxigeno de los pulmones. Durante  seis meses siguió un programa de entrenamiento diseñado   para  competencia de  veinticinco kilómetros. En cambio nuestro programa fue sólo para correr los veinticinco kilómetros. Esa es la diferencia. Todos llegaremos, pero unos antes que otros.La verdad soy realista y  la idea del primer lugar parece ahora distante. Tiene razón Schiller: una cosa es preparase para participar y otra para ganar.

La vida de penurias económicas que Schiller había padecido en alguna época de su vida no había logrado quebrarlo, todo lo contrario, le dio acceso a cierta filosofía espartana. Y esto contaba ahora para ganar los últimos tres kilómetros. Le oímos decir algo de uno de sus personajes de la Novia de Mesina: “No permanezcas apegado a los bienes que engalanan la vida pasajera. Aprenda a poseer quien posea, aprenda a sufrir el dichoso”.
Schiller señala hacia los espectadores de la banqueta. - La gente vive de una manera y sueña con otra manera. Eso nos pasa  a los que escribimos, a los que se emborrachan, a los que escalan montañas, a los que ven películas, a los que ven pasar a los corredores…Hay soñadores que nada más sueñan. Otros soñamos y hacemos. Aquellos se fosilizan en su sueño y nosotros buscamos realizarlo y empezar con otro sueño. Aunque todavía me pregunto si son varios sueños o sólo es uno.

Me pareció algo pedante pero tuve que aceptar que tenía razón. Sobre todo cuando dijo que llegando al Monumento a la Raza empezaría  a  apretar el paso:
- Espero que llegues a tiempo para que me tomes la foto cuando suba al podio a recibir el trofeo del primer lugar. Aquí, como muchas cosas de la vida, gana el mejor preparado. Pero eso no es todo. Acuérdate lo que dice uno de mis personajes: También hay dicha en acabar con la ajena.

Eso sí que fue horrible. Era la manifestación del más puro individualismo. Fue en los pensadores alemanes donde se incubó y desarrolló el pensamiento individualista del que ahora hace gala el mundo intelectual del planeta.  Me dio coraje y aunque me había propuesto actuar ladinamente,  cuando lo pensé ya me había descubierto yo mismo:
-No estés tan seguro. Yo también puedo ganar el primer lugar.
-Tu programa te permite llegar, pero no ganar.
- No tomas en cuenta el factor azar.
- Aun el azar necesita que se le ayude con una buena preparación. Destino y carácter son las dos piernas sobre las que corre todo atleta. Ahora se les dice genes y educación. Que cada uno de estos factores haga lo suyo y no queda más que esperar que los dados caigan.-. Cuando creí que había terminado siguió como si fuera caminando plácidamente por un sendero  de la media montaña:- Con esto quiero decirte que echarle la culpa al azar de los desastres destruye la didáctica y además quita toda la responsabilidad al hombre. Es lo que pasa cuando un borracho choca su coche y le echa la culpa a Dios, y él se queda limpio de responsabilidad…
Era un atleta invicto. Decía que aun antes de nacer ya estaba compitiendo.

- El deporte primigenio que practica todo humano  es el atletismo y lo hace en forma de espermatozoide. La primera carrera que gané mis padres fueron los organizadores y la llamaron “Carrera por la vida”-. Era un estudioso de Kant pero dijo algo con un contenido tan escéptico que lo descubría como asiduo lector de Schopenhauer.- En realidad no es tanto una carrera por la vida sino más bien la primera vez que el humano ejerce su libertad de decisión. La mayoría decide no nacer y se queda atrás. No es que pierda la carrera, sólo decidió no nacer... ¡Así fue como Schiller ganó su primera carrera!¡Porque los otros se quedaron atrás!

Ahora ya sólo íbamos cuatro  a la cabeza de la columna: Manuel Sánchez, uno de los  kenianos, Schiller y yo. Pronto yo  sería barrido junto con  Manuel Sánchez y el último tramo se lo disputarían el blanquito y el negrito. El keniano tenía reservas de oxigeno en sus piernas suficientes para ganar el primer lugar, pero Schiller contaba con un suficiente entrenamiento y además lo precedía una voluntad en el triunfo que estaba fuera de toda duda. Un kilómetro adelante Manuel Sánchez se fue quedando atrás y yo aguante el paso otro kilómetro.

Acabábamos de pasar la Raza y ahora los dos iban por el primer lugar. La última vez que los vi. estaban convertidos  en auténticas máquinas devoradoras de distancia. Empezaban a mostrar  sus armas secretas. El negrito abría  más la zancada y expelía dos veces seguida el aire con la boca muy abierta para así jalar más oxigeno. Schiller avanzaba con los brazos extendidos debajo de las caderas y con las palmas de las manos abiertas para balancear mejor el cuerpo y facilitar el flujo de sangre que le llevaría más pronto el oxigeno a los músculos y pulmones.

En realidad desde que empezaron con su programa habían empezado a echara andar  esas armas secretas. El blanquito no comía carne más allá del veinte por ciento de su dieta y el negrito, por la pobre economía de su país, casi  no la comía desde niño. Pero tampoco se ponían verdes de tanta verdura. Balanceaban sus platillos y satisfacían sus requerimientos con complementos alimenticios. No con suplementos. A la comida nada la suple pero sí se le complementa para atender las deficiencias. Con seis meses de anticipación habían empezado a prepararse no para los veinticinco kilómetros, sino para los últimos tres kilómetros. “Todos podemos empezar una carrera, pero pocos saben cómo acabarla”, había dicho Schiller por la mañana todavía en Ciudad Universitaria. Como un estudiante de licenciatura, que  se prepara durante cinco años de facultad para una sola hora que va a ser bombardeado por los sinodales en el examen profesional.

Pero también fue  el momento  que pensé que  eran dos ingenuos para los que ganar o perder era cosa de tener razón o no. Los dos últimos boy scout que aun creían en la causalidad del programa de ejercicios, alimentación, oxigenar los músculos y todas esas cosas. “El juego infantil de la verdad”, diría John Katzenbach.

En estos últimos seis meses Schiller procuró vivir lo más cercano a las áreas verdes, con frecuentes incursiones al Desierto de los Leones, o en los Viveros de Coyoacán, para protegerse en lo posible del bióxido de carbono tan abundante en la ciudad de México, del formaldehído (que se calcula reduce 67 días la vida por año de un individuo), bióxido de azufre y de nitrógeno, plomo, monóxido de carbono y ozono. Y otros elementos más que todavía no se estudian o que por razones de Estado no se mencionan. Sabía que esa precaución tendría que funcionarle en estos últimos tres kilómetros.

También nos había comentado, a la altura del metro Insurgentes, que el atleta además necesita correr con la mente. Familiarizarse con el campo de la psicología. Hay estados de conciencia que pesan más que un costal lleno de cascajo .¡Así no se ganan las carreras!
-¿Cómo conocer el inconsciente? Precisamente se le llama así porque no se conoce. ¿Cómo manejas lo desconocido?
Dijo algo extraño.

-Por medio del consciente. Recordar lo que tratamos de olvidar. Un periscopio no flota solo en el mar. Debajo de él viene un submarino.  Descifrar lo que no se ve por medio de lo que se ve. Tanto mejor si acudes a la ciencia médica.  A los psiquiatras se les dice “loqueros” como una manera de justificar nuestro rechazo. O nuestro miedo. Tampoco el urólogo, que nos puede anunciar cosas que no nos gusten, es de nuestra simpatía, pero ni modo, así son las cosas. Por lo regular el revoltijo de nuestra vida es algo que en su mayor parte nosotros mismos hemos organizado, no el psicólogo ni el sacerdote. En todo caso no perder de vista que la desesperanza es una infección que incapacita el alma y las piernas del corredor.

-Creo-había dicho Manuel Sánchez- que todos los que estamos aquí queremos ganar.
-Una cosa es querer y otro dominio de sí mismo. Querer pertenece a las esferas de las dulces quimeras pero dominarse a sí mismo requiere sudar la camiseta. Ya Sócrates le llamaba a esto enkratia o sea el dominio de sí mismo. En la perspectiva de sacar adelante un programa que puede durar en su fase preparatoria meses y aun años. Como digo: hay que sudar la camiseta.

La primera medida que tenía el keniano, para intimidar en el último tramo a su competidor más cercano, fue voltear y mirar a Schiller  por un momento en tanto se sonreía. Fue una sonrisa despiadada, como tal vez un león de África hace frente a una gacela antes de destrozarle el cuello.  Schiller lo vio y anuló el efecto psicológico levantando el dedo medio de su mano derecha y lo mantuvo así hasta cerciorarse que el otro lo había visto. Ambos tenían una mirada que ya no era de humanos. Hacía rato habían pasado esa barrera y ahora daban la impresión que no tocaban el suelo. Como escribió William Holding en su novela de las Moscas: “sin impresionarse por la ferocidad del contrario”.

Schiller manejaba además conocimientos fisiológicos.  No crean, nos había dicho, que es una idea loca eso de vivir durante días en una choza apartada entre montañas, permanecer en una tienda de campaña en los valles altos o pasar semanas en una tienda – vivac colgando de una aguja rocosa o en la repisa de una pared de hielo. Todo esto tiene que ver para el resultado de los últimos tres kilómetros de una competencia atlética. Los personajes en cuestión se  llaman estrés y depresión. Cierto que la  depresión es una enfermedad que baja el ánimo. La gente es dada a eliminar el estrés por medio de pastillas y para quitarse la depresión más pastillas. Sin embargo estrés y depresión son muy necesarios para la vida. Sólo hay que saber vivirlos  de manera racional. Eso puede dar el triunfo.  No hay que  perder de vista que mucho estrés consume oxigeno, produce una exagerada oxidación y el resultado es situación de desgaste en el atleta. De ahí la necesidad que el corredor se retire estratégicamente  al silencio, lejos del ajetreo de la ciudad. Todavía los deportistas no entienden que el ritmo cardiaco está estrechamente relacionado con las emociones. Los médicos lo saben pero en países como México los atletas no saben escuchar a los médicos y a los psicólogos. Yo sí y por eso estoy seguro de ganar.

  El negrito estaba seguro de ganar y el blanquito sabía que no podía perder. Me dije que eran dignos rivales que todavía peleaban como en los  viejos tiempos, según las reglas del honor.

-En los tiempos que corren del individualismo eso ya es obsoleto –había dicho Manuel Sánchez-. Hace siglos, cuando al individualismo se le conocía como “egoísmo”, Schopenhauer hizo un retrato del hombre moderno y escribió que no hay que ayudar a nadie, sino más bien hacer daño a todos, si ello proporciona alguna ventaja. Pero como Schiller es poeta lo  escribió sintéticamente como: hay dicha también en acabar con la ajena.
Esta vez (increible) el keniano no ganó y Schiller nos invitó un tarro de cerveza. Y una orden de enormes salchichas para cada uno.

-¿Qué pasó con tu teoría que la carne resta oxigeno a los músculos?
-Y es cierto. Pero cuando empieces otro programa para correr pregúntate si sólo quieres ganar el maratón o sólo correrlo para la foto. En función de ello diseñarás tu dieta.

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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