El síndrome del niño sacudido en México

Niño maltratado-padre maltratador

La XI Jornada de Investigación Médica  alerta  respecto que los niños maltratados serán padres maltratadores de otros niños. No es un determinismo, es una consecuencia.

En esta edad empieza todo...

Es hora de preguntarnos ¿qué hicimos mal en las generaciones pasadas que ahora tenemos una sociedad criminalizada?

Hay maneras brutales, obvias,  de maltrato de los niños. Y hay otras maneras más dramáticas que no se notan. Se da en todos los niveles de la sociedad.

  Si echáramos la película para atrás veríamos que la delincuencia, tan extendida en nuestros días, tuvo una niñez muy difícil.

 En un artículo publicado en la Gaceta de la Facultad de Medicina de la UNAM, del 25 de marzo de este año, el doctor  Loredo Abdalá  dice que es necesario identificar el maltrato infantil antes de sus consecuencias. De cada cien niños, diez padecen el maltrato. Los abusos que más se identifican son: físicos, sexuales, psicológicos, y por negligencia.

  Insta a la comunidad de médicos a que estén atentos a estos signos de violencia infantil porque son ellos los primeros que tiene contacto con la víctima.

 El artículo menciona el “síndrome del niño sacudido”. En un arranque de rabia se sacude al niño recién nacido o muy pequeño con tal fuerza que ese sólo hecho puede trastornar esa  vida para siempre.

Ojo con lo que sigue:

 En la XI Jornada de Investigación, que organizó la Facultad de Medicina, se presentó el cartel “Síndrome del niño sacudido”, resultado de un trabajo realizado por la CAINM-INP-UNAM en los últimos tres años, que estudia una forma de maltrato de abuso físico externo: “el niño, generalmente menor de dos años, es sacudido violentamente por alguno de sus progenitores, lo que le ocasiona hemorragia cerebral, particularmente hematoma subdural y hemorragia retiniana. Si el sacudimiento y la manera de detenerlo en el tórax fue muy intenso puede provocarle fracturas costales. El niño tiene una serie de manifestaciones muy sutiles que habitualmente pasan desapercibidas y cuando llegan al hospital está inconsciente, con convulsiones, muy grave o muerto”.



 Fotos tomadas de Fundación Comparte Vida.A.C.

Niño cuidado-niño protector

Niño maltratado hoy niño sicario mañana.

El doctor Loredo Abdalá es coordinador de la Clínica de Atención Integral al Niño Maltratado del Instituto Nacional de Pediatría y la Universidad Nacional Autónoma de México. Dijo que “el mal trato infantil es un problema médico, social y legal que ha de tratarse desde un punto de vista interdisciplinario. Sin embargo, los galenos deben tener la capacidad de detectarlo de manera temprana, pues son los que  tiene el primer contacto”.

 Advirtió que “si no hacemos la denuncia de un caso, podemos ser cómplices del agresor y el infante queda en riesgo de ser nuevamente agredido o inclusive causarle la muerte. Si estos niños llegan  a sobrevivir a la agresión de la que son víctimas, se convierten en padres y es muy probable que entre 55 y 85 por ciento de ellos sea un maltratador”.

Nota
Por demostración de amor hacia el niño también puede ser lastimado.Hay una especie de juego con el recién nacido que consiste en  elevarlo y después bajarlo abruptamente.El niño ríe y todos ríen pero el daño puede darse en ese momento.









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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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