La noche quedó atrás, novela de Jan Valtin

Jan Valtin
Jan Valtin es el autor de varias novelas que ilustran, como pocas obras de su género, la vida del habitante del centro de Europa en los años de la primera posguerra con su obra La noche quedó atrás. Siguió Tiempo de invierno que muestra una Europa devastada en la segunda pos guerra. Y Castillo en la arena, que es el afán de  empezar una nueva vida sobre los escombros del pasado pero ahora lejos de Europa, en América.

Avanzado el primer tercio del siglo veinte Europa ve aparecer varios modos de concepción política que de una manera o de otra van a envolver la vida de centenares de millones de seres humanos. Está el ciudadano que trata de seguir una existencia de estudio, trabajo y familia. Otros entregan su vida a la causa de manera total y decidida como activistas. Sólo para descubrir que, a la postre, como dice el viejo pensamiento, las revoluciones  acaban tragándose  a sus creadores.

Así sucedió con Jan Valtín que entregó muchos años de su vida a una causa que, estaba seguro, sería el remedio de los males de la humanidad, afiliándose al partido comunista desde joven. Después, para salvar la vida amenazada por sus viejos camaradas de partido, debe fingir  ser un agente del nacionalsocialismo. Y al final terminará poniendo distancia de por medio de las policías secretas de ambos bandos que lo creen espía del bando contrario.

En la abundante literatura de este género no hay otra obra que describa a detalle el pensamiento, la organización y el modo de actuar de los grupos del quehacer político como los que relata La noche quedó atrás. No era el tiempo de los intelectuales sino de los activistas. Cómo organizar una huelga, mitin o revuelta callejera.

El autor conoce a una muchacha llamada Firelei y tendrá un hijo con ella. Pero el leit motiv de La noche quedó atrás no es el amor sino la revolución. Después de todo el amor es un trasto viejo inventado por el pensamiento burgués y un revolucionario democrático y progresista debe superar todo eso. La familia toda como es la madre, el padre y los hijos ha sido dejada de lado y en su lugar ahora está el partido. El partido deberá ser obedecido y protegido  aun a costa de la vida.

Era el tiempo en el que los escritores al servicio del partido escribían novelas con sujeto sin predicado. De tal modo que no se encuentran expresiones como "muchacha bonita". Sólo "muchacha".

Jan Valtín debió tener acceso a archivos que le permitieron crear una obra con estructura de novela pero la cual relata hechos reales y personajes reales. Algunos de ellos lejos del idealismo de la causa que dicen profesar medran aprovechándose del actuar de los otros. Cuando algún autentico activista descubre el juego de inmediato es enviado a hacer labor subterráneo en el frente enemigo, el enemigo lo descubre y el activista desaparece para siempre.

Jan Valtín
De estilo enérgico, Jan Valtin  (parece que el nombre verdadero del autor era Richard  Hermann Krebs).En una parte del relato Firelei, su compañera, le dice "Jan", y él comenta: "Me dijo Jan usando el nombre que había adoptado para mi estadía en los Países Bajos."
Logró con su personaje Jan Valtín una obra que no gusta a los activistas que, como él vivió, siguen creyéndose poseedores de la fórmula que salvará a la humanidad.

 El autor nació el 17 de diciembre de 1905 y murió el 1 de enero 1951.






“JOHN CARLIN
 Este libro no es una joya. Es un tesoro. Un tesoro enterrado, rescatado tras décadas de olvido en España. Poca gente lo leerá, porque es una autobiografía, y este género no suele tener mucho impacto en el mercado español, y porque se asustará ante lo gordo que es: 792 páginas. Un error. Nunca se habrá visto un libro en el que tanto material se resuma con tanta fuerza en tan pocas palabras. La noche quedó atrás cuenta la historia que define al siglo XX, el ascenso del comunismo y del nazismo, a través de las memorias de un hombre que vivió diez vidas en una. Jan Valtin, disciplinado revolucionario marxista que llegó a ser agente clandestino al servicio de los soviéticos en la Alemania de Hitler, narra como nació el valiente idealismo de su adolescencia; sus aventuras por el mundo predicando el evangelio de Lenin en Perú, Estados Unidos, Reino Unido y China; y un trágico desenlace en el que sufre en carne propia las secuelas más atroces tanto de la ideología a la que se opuso a muerte, como a la que dedicó su vida”.

1 comentario:

  1. Al terminar de leer por 2da vez el libro, solo puedo pensar:
    "El Intelecto Humano bien enfocado sobre objetivos que se abstienen por completo de la Agresividad y Soberbia inherentes a nosotros mismos, y solo se desarrolla en contarnos la Realidad; es una obra IMPACTANTE, INOLVIDABLE... INTERNA.

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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