UNA ESPERANZA FRENTE A LA ATEROSCLEROSIS

 (Obstrucción de las arterias)

 Caminar o cirugía. Esa fue la disyuntiva que tuvo que vivir Louis Harris, de Nueva York, Estados Unidos, en los años noventas del siglo pasado.

 Es un tema que los mexicanos deberíamos tomar con toda seriedad. En México hay, a la sazón, más gente gorda que en Estados Unidos. Basta con mirar en nuestro entorno para cerciorarnos de tal realidad. Y es, además, un dato proporcionado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la propia Secretaría de Salud.

 La pregunta es cómo puede suceder en un país donde el poder adquisitivo de su moneda es en la actualidad casi quince veces menos que en aquel. ¿Se come más aquí que allá o la gente se mueve menos aquí? En Estados Unidos el deporte es una materia que se lleva en todos los planes escolares, con valor curricular, desde kínder hasta la universidad. En México parecería que sucede lo mismo pero aquí se tiene más bien el enfoque blandengue de “la hora del recreo”.

 Con el tiempo la poca movilidad resulta realmente peligrosa para la salud del individuo y la economía de la familia. Los hospitales del Sector Salud se masifican, los presupuestos no alcanzan y acabamos crucificando a los médicos.

 La aterosclerosis es un asunto peligrosamente serio. El caso de Louis Harris es ilustrativo ( Cúrate a tí mismo,Selecciones del Reader´s Digest, julio 1996). Un norteamericano que vivía en la ciudad de Nueva York, deportista y que un día, a la edad de 72 años, se dio cuenta que tenía problemas de salud.

 Tras una serie de exámenes y análisis de laboratorio, le diagnosticaron aterosclerosis: “oclusión de las arterias femorales de ambas piernas, causadas por una acumulación de grasa que se extiende hasta la aorta. Esto es común entre la gente mayor que es propensa a la aterosclerosis.”

 Enseguida el Dr. Gary Giangola, cirujano vascular del Centro Médico de la Universidad de Nueva York, en la ciudad de Nueva York, le informó que este padecimiento consiste en endurecimiento de las arterias que “inmoviliza a millones de personas hoy en día.” La ciencia médica tiene la solución que consiste en cirugía pero esta puede ser peligrosa y es costosa.

 Le recomendó caminar un kilómetro y medio diariamente. Caminar puede ser la solución si no se llega a ella demasiado tarde. Lo que sucede, le dijo el médico, es que el ejercicio se encarga de resolver el problema de las arterias obstruidas porque los músculos envían señales que necesitan más afluencia de sangre y se crean arterias nuevas.
Caminar.Mejor si se hace en el campo, los bosques o la montaña.El cuerpo necesita del ejercicio y la mente del panorama de la belleza. (dibujo de Técnica Alpina,libro editado por la Universidad Nacional Autónoma de México,1978,autores Manuel Sánchez y Armando Altamira G.)

 Al mismo tiempo el hijo de Harris, que también es médico, le recomendó que evitara las grasas de carne roja y diera preferencia a la de pescado y la de pollo, comiera verdura cruda y fruta, disminuyera el consumo de sal en las comidas y bebiera 12 botellas de agua al día.  Harris cuenta que fue obediente con estas recomendaciones y en unos meses bajó varios kilos de peso corporal, recuperó bastante elasticidad al punto que regresó a la cancha de tenis.

 Esto puede suceder a otras personas a condición de caminar todos los días ya que de otra manera las arterias volverán a encogerse y a obstruir al afluencia de la sangre: “Aconsejo las caminatas a otros que tienen el mismo problema que yo tenía, y les sugiero que pregunten a su médico si pueden evitar la cirugía con algo tan sencillo como caminar”.

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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