LAS DOS FUENTES DE LA MORAL Y DE LA RELIGIÓN-H.BERGSON
Se considera
en esta nota a partir de qué, un suceso se vuelve azar y no queda en el mero
mecanismo. No se pretende aquí investigar qué factor extramecánico o quién
mueve ese azar.
El azar,
dice Bergson, se da si interviene la presencia humana. De otra manera es mecanismo.
Herodoto
relata en el Libro III, de sus Historias,
que los persas de Jerjes (llamados “barbaros” por Herodoto) atacaron a Grecia
apoyados por los tesalonicenses contra los focenses. Encontrándose en pleno combate
unos rayos cayeron sobre el templo de Atenea haciendo pedazos una parte de la
construcción. Tanto los persas, como sus aliados, como los mismos focenses,
defensores de la ciudad, consideraron el suceso como algo azaroso que dejaba su
señal divina para que todos la entendieran:
“Cuando los
bárbaros al avanzar llegaron al templo de Atenea Pronea, unos rayos del cielo
cayeron sobre ellos y dos picos desgajados de la cumbre del Parnaso rodaron con gran ruido de entre
ellos aplastando a muchos y del templo de Pronea se oyó un gran ruido y gritos de triunfo…Con
tanto prodigio junto los bárbaros se llenaron de pánico…”
En el
invierno de 1956 trazamos la primera
escalada a la pared oeste de la Torre Negra de Nexpayantla, ladera norte del
Popocatépetl, en México. Subíamos el
primer tercio cuando una roca enorme se desprendió de las alturas y, se
estrelló unos metros más arriba de donde nos encontrábamos. Muchos fragmentos
de roca, polvo, nieve y hielo nos golpearon y envolvieron obligándonos a
pegarnos lo más que pudimos a la pared:
“El primer
impacto se produce unos veinte metros arriba del lugar en donde nos
encontramos, después más ensordecedor, luego de rebotar en ambas paredes, se
dirige hacia nosotros. La enorme masa de granito llega con fuerza salvaje, pega
por encima de Kalkach y a escasa distancia bajo mis botas; en un instante la
cuerda queda cortada. Aun se oyen dos impactos definidos y la avalancha se precipita por la vertiente, hacia el fondo
de la cañada…Kalkach se lamenta:
-Durante
siglo esa piedra formó parte de la
montaña y precisamente hoy tuvo que desprenderse.”
( documentado en Alpinismo Mexicano, ECLALSA, México,
1972, Armando Altamira G.)
Al comienzo del invierno del 2010 Armando Altamira Areyán y yo nos apartamos de las rutas tradicionales, que siguen las caravanas de alpinistas, y nos internamos en el solitario flanco oeste del Citlaltepetl, la montaña más alta de México. Por la mañana dejamos el albergue de Piedra Grande, situado en los 4,260 m.s.n.m. de la ladera norte. Remontamos hacia el oeste una cresta, o falla, como le llaman los geólogos, y luego de superarla nos internamos dando el largo y fatigoso giro en dirección del sur.
La mochila,
de por sí pesada, pesa más por la debilidad que el organismo experimenta debido
a lo escaso del oxigeno que ya se deja sentir arriba de los 4 mil.
Al atardecer
alcanzamos nuestro objetivo, que era el centro al pie de la formidable pared
oeste y en el límite del bosque (4,200 m.s.n.m.). Instalamos nuestra tienda.
Hacía pocos años cuatro montañistas habíamos trazado la primera vuelta completa al volcán en la cota de los 4, 200,
cosa que nos llevó cinco días, y ahora Armando y yo poseíamos un conocimiento
completo de la montaña.
A la mañana
siguiente, luego del almuerzo, emprendimos el regreso hacia el albergue de
Piedra Grande a través de una ladera de lahares. Antes de emprender el ascenso
a la elevada cresta que tenemos enfrente el irregular terreno se presenta cortado por la cañada de unos diez metros de
profundidad.
Diez años atrás, cuando hicimos el primer intento de la mencionada circunvalación, está cañada era recorrida, a partir de la diez de la mañana, por agua de deshielo de los glaciares noroestes del Citlaltépetl. Ahora, con lo del calentamiento local y global de la atmósfera, ya no hay nieve que se funda y el fondo permanece completamente seco. Lo mismo pasa con la enorme cantidad de rocalla que, a falta de nieve y hielo, que cohesionen, en las cotas bajas todo está seco y suelto. Abajo en los pueblos hay conflictos por acaparar el agua. Lo mismo que sucede en el plano internacional con los países.
Descendimos
hacia el fondo para ganar el borde opuesto. Fue cuando tuvo lugar un fenómeno
al parecer aleatorio. Armando iba
Adelante.
Había rebasado, todavía en descenso, por cosa de dos metros, una roca de al
menos media tonelada que estaba sobre su
base, aislada, redondeada y muy desgastada por la erosión. Entonces se vino
abajo. En cosa de segundos lo hubiera aplastado si éste, al oír (ni siquiera
volteó para mirar) el crac de la base de la roca al quebrarse no hubiere dado un tremendo
salto hacia un lado librando así de morir aplastado.
¿Por qué una roca que tiene N cantidad de
siglos, pegada a la ladera, se desprendió justamente en ese momento sin haberla
tocado?
Los rayos
que cayeron sobre el templo de Atenea, la roca que se nos vino encima desde las
alturas de la pared de la Torre Negra y esta roca de la ladera oeste del
Citlaltepetl son sucesos enteramente mecánicos. De haber caído un día antes o
un día después de nuestro paso, nada tendrían de particular, pues así sucede
todos los días y así seguirán cayendo por lo siglos de los siglos y nadie se
admira por ello.
Tornados como éste recorren en alguna época del año los desiertos de Arizona, Nuevo México,Texas (E.U.) y,con menor intensidad, Altar, en Sonora y Samalayuca, en Chihuahua. (México). Fenómenos mecánicamente naturales provocados por corrientes de aire caliente en contacto con el aire frío de las alturas. Es con la proximidad del humano que se considera el asunto ya como azar, aleatorio,suceso fortuito,suerte, caos,etc.
Pero es la
presencia del humano, como parte de esos sucesos enteramente físicos, que le
dan la dimensión de azar. El paso del humano es el que introduce el factor de aleatoriedad,
azaroso del asunto.
A esto se
refiere Bergson cuando considera en su obra el asunto del azar. Es en respuesta
polémica a algo que Lévy -Bruhl dijo del supersticioso carácter que según él
tienen los campesinos y que al parecer de Bergson trata muy ligeramente:
“Cuando el
primitivo apela a una causa mística para explicar la suerte-dice Bergson-, la
enfermedad o cualquier otro accidente, ¿cuál es en realidad la operación que realiza?
Ve, por ejemplo, que un hombre cae muerto por un fragmento de roca desprendido
durante una tempestad. ¿Niega que la roca estuviera hendida, que el viento haya
arrancado la piedra, que el choque haya roto un cráneo? Evidentemente, no.
Comprueba, como nosotros, la acción de estas causas secundarias. ¿Por qué,
pues, introduce una “causa mística, como la voluntad de un espíritu o de un
hechicero, para erigirla en causa principal?
Finalmente Bergson anota que el azar tiene lugar sólo si hay presencia humana, de lo contrario ese acontecimiento, aislado, es como los accidentes aislados que sedan todos los días en los más diversos contextos: “No hay azar en el accidente sino porque está en juego lo humano y porque las cosas han sucedido como si se hubiera tomado al hombre en consideración.”
Henri-Louis Bergson o Henri
Bergson (París, 18 de octubre de 1859
– Auteuil, 4 de enero de 1941)
fue un filósofo francés, ganador del Premio Nobel
de Literatura en 1927. Hijo de un músico judío y
de una mujer irlandesa, se educó en el Liceo Condorcet y la École Normale
Supérieure, donde estudió filosofía. Después de una carrera docente como
maestro en varias escuelas secundarias, Bergson fue designado para la École
Normale Supérieure en 1898 y, desde 1900 hasta 1921, ostentó la cátedra de
filosofía en el Collège de France.
En 1914 fue elegido para la Academia Francesa; de 1921 a 1926 fue presidente
de la Comisión de Cooperación Intelectual de la Sociedad de Naciones.
régimen de Vichy El bagaje británico de Bergson explica la profunda
influencia que Spencer, Mill y Darwin ejercieron en él durante su juventud,
pero su propia filosofía es en gran medida una reacción en contra de sus
sistemas racionalistas.1 También recibió una notable influencia
de Ralph Waldo Emerson.
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