Remotísimos
son los tiempos en que los periodistas, novelistas y poetas, escribían sus
borradores a lápiz y los pasaban a golpe de máquina mecánica. Si era necesario
modificar una línea sacaban la hoja y
volvían a escribirla tal cual pero ahora
con el agregado.
Si el caso
era una novela y no gustaba algo del Capítulo Quinto de treinta cuartillas pues
¡repetir las treinta cuartillas, con la corrección o el agregado! Con algo de
maña había que ingeniárselas para acomodar el agregado al final o muy al
principio y así sólo repetir tres o cuatro cuartillas. Se dice que Tolstoi (su
esposa) revisó siete veces los borradores de La guerra y la paz…
Imposible
que haya sido de esa manera, nos decimos
desde los tiempos de la computadora. Cómo fue que J. A. Cronin, George Sand,
Honorato de Balzac, Santayana, Lucio V.Mansilla, W. Jaeger con su Paideia,
John Updike, Faulkner, Will Durant etc. pudieron escribir sendos trabajos con
tan increíbles limitaciones.
Y otros, ¿el
colmo! primero escribían a mano, con lápiz, luego se pasaba el manuscrito a máquina…Parecería
que estamos hablando de los tiempos de los Tolomeos en Egipto. No, apenas unas
cuatro décadas en los países sumergentes y un poco menos en países emergentes.
Eran los
tiempos en que los periodistas “cubrían” el evento, corrían hasta la redacción a escribir su nota o a llevarla
personalmente, se metían al cuarto oscuro a revelar la película blanco y negro
y, muy apresurados y con mucha practica, y todavía oliendo su ropa a acido
acético, una hora después estaban entregando sus fotos para ilustrar el
escrito.
Esto lo
recuerda mi amigo Yuma, compañero de escalar montañas y que vive de escribir
para periódicos y revistas. Mientras viajamos en la línea 3 del “metro”, Ciudad
de México, entre las estaciones Hidalgo y Coyoacán, escribe su nota en la
computadora portátil (sentado en el piso porque no hay asientos desocupados),
hace dos o tres correcciones, borrando y
agregando, introduce la “memoria”, selecciona las fotos y las envía a la
redacción. Fin del asunto. Apenas unos minutos.
Los viejos tiempos |
Se aproxima
el “metro” a la estación Coyoacán y todavía tiene tiempo para contarme los
aspectos históricos, casi arqueológicos de cómo
se escribía apenas en el segundo tercio del siglo veinte.
El fuerte
de Yuma es escribir novelas. Y aquí es
donde se comprueba la maravilla llamada computadora, dice. Si a la mitad del Capítulo
Tres tienes que modificar algo sólo agregas donde quieras sin repetir nada. La
maquina hace todo. Si te equivocas en la ortografía la máquina te los señala y
corrige. Tampoco tienes que levantarte e ir hasta el diccionario.
Si necesitas
un dato que desconoces o del que no estás seguro marcas Wikipedia y encuentras
lo que ni la Enciclopedia Británica contendría. En diez segundos y sin siquiera
levantarte de tu asiento, Cierras y vuelves a tu escrito. Y como tengo en mi computadora
el programa Dragon ya ni siquiera necesito que teclear, sólo hablo y la
computadora traduce en letras.
Extrae un
libro de su mochila. Es La creación de
una novela, de Irving Wallace. El autor relata aquí todas las que pasó para
escribir su famosa novela El Premio Nobel.
Con relación
a lo que me contó en el “metro” me lee algunos párrafos, escritor por Wallace, que describen cómo cortaba, guardaba, escribía con el viejo
estilo de sus tiempos y la máquina mecánica.
“Ya se
acercaba a lo que yo quería, por lo que
seguí adelante, rehaciendo cuidadosamente las cinco páginas del primer capítulo...Medité
sobre ello y empecé a escribir de nuevo, extendiendo mis dos últimos párrafos…”
Y ahora, lo
que haces con un simple clic, a tu “ratón”, para hacer un duplicado de hasta
mil cuartillas, o más, y lo conectas con dos o tres hipervínculos y asegurar tu
escrito, por si el disco duro de tu computadora se descompone, fíjate en lo que
se hacía entonces. Sigue relatando Wallace:
“Saqué la última página de mi máquina. Hice
una fotografía de las cinco primeras, como un ejemplar de seguridad, que
después guardaría en secreto en otra habitación de la casa, por temor a que un
incendio destruyera mi estudio y el original.”
Nos
despedimos. Yuma se queda en la
cafetería a escribir algo de su nueva novela. Camino unos pasos y volteo para
despedirme otra vez luego de depositar mi vaso desechable en el cesto y, veo
que está escribiendo ¡en papel y con lápiz!
Le pregunto,
casi le reprocho, y me dice: “Es increíble el placer de escribir a mano y con
lápiz. Da tiempo para pensar, saborear, rectificar, borronear, encimar notas
entre los renglones…Y mientras borroneas se te viene otras ideas y… a grega: También
es una delicia consultar el diccionario tradicional. Buscas y al rato ya estás
leyendo lo que ni siquiera buscabas inicialmente…
Adiós
Tolomeo. ¿Escribir es un placer? Ezra Pound decía que escribir es una monserga.
Al grado que le pedía a los dioses que le dieran otro oficio que no fuera el de
escritor en donde todo el tiempo se está rebanando los sesos.
Eso decía pero fue feliz toda su vida
escribiendo poemas. Se dice que pasó quince años escribiendo una sola de sus
poesías.
Tú escribiste
dos cuartillas en pocos minutos en el “metro”.
Escribir para periódicos y revistas, dice, es
pura talacha donde sólo repites escribiendo lo que otros dijeron. Escribes lo
que precisamente te importa un carajo. Sólo escribes para comer. Ahí no hay
nada de creación propia como en una novela o un poema tuyo. Aprovecho para
leerte otro párrafo de Wallace. Se refiere a lo que comunicaba a otras personas
relacionadas con su avance que iba teniendo en la redacción de su novela de El Premio
Nobel:
“Existen copias de las cartas que escribí a mi ayudante
en las investigaciones, a mi editor, al director de la editorial, a mi
agente literario…”
¿Puedes imaginar ese mundo? Porque después de escribirlas era necesario ir hasta la oficina de correos más cercana y enviarlas. Echar una por una las cartas por la rendijita metálica de la pared que decía “Nacionales”.
¿Puedes imaginar ese mundo? Porque después de escribirlas era necesario ir hasta la oficina de correos más cercana y enviarlas. Echar una por una las cartas por la rendijita metálica de la pared que decía “Nacionales”.
Y, sin
embargo, agrega Yuma, a mano, como es el
caso de Cervantes, y después a máquina mecánica, se escribió durante siglos lo
que hasta ahora conocemos de la gran cultura occidental…
¿Los de la
computadora podremos escribir como aquellos que escribían a mano? Porque una
cosa es la tecnología como herramienta y
otra el genio creador.
Irving Wallace |
“Irving Wallace (Chicago, Illinois, 19 de marzo de 1916
- Los Ángeles, California, 29 de junio de 1990)
fue un escritor estadounidense de gran fama en todo el mundo.Realizó
sus estudios en Kenosha, Wisconsin, luego en Berkeley
y en Los Ángeles. Desde muy joven se dedicó al periodismo y pronto adquirió cierto prestigio por
sus artículos y cuentos en los principales periódicos de su país. Fue
considerado como uno de los más importantes escritores de su país y un
novelista de gran talla.”
Estimado amigo,
ResponderEliminarSoy seguidor de este excelente sitio desde hace un buen rato. En mi adolescencia practiqué el alpinismo de manera modesta pero de alguna forma ello marcó mi vida y eso lo veo reflejado en cosas que hago. Tuve la ocurrencia de transcribir "La idea es escribir" de su blog, en un blog de aviación deportiva que tengo, dándole desde luego el crédito como autor. Hay un paralelismo sorprendente entre su artículo y la actividad de volar deportivamente. Espero que no lo encuentre inadecuado; de ser así por favor dígame y lo retiro. Le agradezco las horas que he pasado leyendo Tlamatzinco, me ha parecido muy ameno y muy interesante. Le envío las ligas al blog:
http://paralelo19n.blogspot.mx/
http://paralelo19n.blogspot.mx/2014/01/la-idea-es-escribir.html
Un saludo,
Francisco Icaza.