LO POSITIVO DEL MAL EN SAN AGUSTÍN


Lo que tiene de positivo el mal es que nos revela que en  la humanidad predomina el bien. El mal es una abstracción, un alejamiento, del bien. Como la enfermedad corporal es un alejamiento del estado de salud del individuo.

San Agustín dice que la perversidad no es una cosa por sí, sino que se deriva del Bien. Buscando lo que es el pecado: “Encontré que no era una sustancia sino la perversidad de una voluntad hacia las cosas inferiores que arroja sus bienes interiores y se infla por fuera.”

Algo se corrompe a partir de un bien. No tiene sentido decir que se corrompe a partir de un mal: “Si las cosas no fuesen nada buenas, no habría en ellas qué corromperse.”

 Esto, que parece muy del terreno de la teología, nos proporciona información de la vida común en la que nos movemos todos los días. Sabemos que en algunos lugares la policía se volvió corrupta. Esto nos dice que se alejó de toda ética y disciplina que todavía rige en la normatividad de las instituciones de ese país. Nos dice, por contraste, que las instituciones son sanas, no  corruptas: “Claramente se me manifestó que son buenas las cosas que se corrompen.”

Si fueran malas no se descompondrían porque ya están descompuestas. Un automóvil descompuesto no se puede descomponer porque ya está descompuesto. Tiene sentido decir que  se descompuso sólo a partir de un buen estado.

Para evitar que algo se enferme o se descomponga, hasta la inutilidad final, está la prevención. En el caso de los humanos y de los animales la ciencia tiene lo que se conoce como medicina preventiva. Sabemos que consiste mayormente en administrar las vacunas, recomienda alejarse del sedentarismo, da pautas de higiene y alimentación balanceada, etc.

En el caso de los automóviles es necesario llevarlos periódicamente a “revisión” al taller mecánico. Si se trata de policías y obreros las platicas o “talleres” se encausan hacia una conducta ética, a través de conocer y observar (no nada  más conocer) los reglamentos o los contratos colectivos de trabajo, que tienen estipulados deberes y obligaciones.

Tenemos conciencia del mal público  porque las noticias, principalmente, nos informan de ello todos los días y a toda hora.  Al menos no hay relación. Las primeras  páginas para lo mal puesto. Lo bien hecho anda por ahí, perdido, en algún lugar de  la página ocho. Así es como la abstracción parece ser la generalidad. Un policía corrupto es noticia, mil policías íntegros, según el código ético de su normatividad, no son noticia.

En el mes de febrero del 2013  murieron varios cientos de personas en México debido a la fiebre influenza. Hubo una gran conmoción. Pero nadie dijo que 115 millones de mexicanos estaban libres de ese peligro. Tanta gente sana no es noticia.
-----------

Aquí debemos poner, como algo que se agregaba  en las cartas, cuando las cartas se enviaban por correo motorizado, una P.D.

Parecería que una cosa que se descompone, a partir de su buen estado, fuese una cuestión sencilla, pero no lo es. En ese mismo lugar de su obra San Agustín hace mención de que lo bueno, cuando es tan bueno, es incorruptible. Las cosas sumamente buenas tampoco se pueden corromper: “Porque si fuesen sumamente buenas, serían incorruptibles.”

¿Qué paso en el mismo cielo con la rebelión de los ángeles que hicieron uso de su libre albedrio y se revelaron?

 Abrir esta ventana nos llevaría muy lejos. Nos metería en el terreno del devenir, en el que se necesita la presencia de fuerzas (al parecer)  antagónicas para que tenga lugar el movimiento, la vida…

Segunda P.D.

Es el momento para que el  interesado en saber qué sigue de este asunto, se dirija a la librería y busque Confesiones, de San Agustín… En nuestra edición está en el capítulo XII del libro Séptimo…
San Agustín

“Agustín, considerado el más grande entre Los Padres de la Iglesia y uno de los filósofos cristianos más importantes de todos los tiempos, nació en el año 354 en la ciudad de Tagaste, en la provincia romana de Numidia (hoy Argelia, en el norte de África). Su padre era pagano y su madre cristiana (santa Mónica).”











No hay comentarios:

Publicar un comentario

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

Seguidores