MÁS NOTICIAS SOBRE LA CARNE DE PUERCO


21 científicos de la Universidad Nacional Autónoma de México trabajan en grupo, desde 2005, para descifrar el genoma del parasito que causa la mortal enfermedad de la cisticercosis y que se conoce como taenia solium.

Más de medio siglo la UNAM ha emprendido la investigación del gusano que causa la cisticercosis en el humano. Se aloja sobre todo en el cerebro.

De satanizar a la carne de puerco, como el vehículo que contiene esa enfermedad, se ha descubierto que de otras  maneras la gente también se contagia. Al regar los sembradíos con aguas negras el gusano llega a  anidarse en verduras tales como la lechuga, el brócoli (parece que mayormente  en éste debido a su estructura) y en general  las que se siembran a ras de tierra como papas, zanahorias, etc. Pero también en otras carnes como la de los peces.

Es conocida la ruta que sigue la reproducción del gusano. El humano defeca al aire libre, llega el cerdo a comer el excremento que ya contiene el gusano por haberlo contraído de comer carne de puerco, el puerco sano se infecta y la carne de ese puerco vuelve a ser infectada por el excremento  humano. Así es como se establece el ciclo.

El humano al defecar en lugares cercanos a ríos y lagunas  infecta estas aguas por lo que los peces también  pasan a ser portadores del parasito.

Por defecar al aire libre este parásito se asocia  con las zonas de mayor pobreza de los países sumergentes. Pero es la carne infectada que, de contrabando burla la vigilancia de los controles de sanidad establecidos por los gobiernos, que logra  llegar de esa manera a las mesas de restaurantes de todas las categorías y de las zonas residenciales. Y habría que ver si el cisticerco forma parte del fenómeno de globalización, por medio de los vientos, que lo llevaría a los países emergentes.

Las últimas investigaciones han descubierto que el parásito se esparce más en la población a través de verduras que en las carnes mencionadas.

El peligro de contraer este parásito es muy conocido entre la población. La gente de campo en México le llama “granillo”, por el grano fácilmente detectable debajo de la lengua del animal.

Sin embargo una actitud, que nos llevaría al campo de la especulación filosófica, persiste en consumir esta carne en puestos callejeros y descuidar desinfectar las verduras.

Es una especie de reto al destino. La misma actitud del que maneja vehículo en estado de ebriedad y dice: “A los otros, pero a mí no me pasa nada”. O bien: “De algo  hemos de morir”.

El otro factor es la ignorancia de la, en realidad, alta  peligrosidad de esta enfermedad. El sólo hecho que nada menos que 21 científicos de la Universidad estén trabajando en un consorcio multidisciplinario para descifrar el genoma del Taenia Solium nos da idea de la gravedad del asunto.

Los académicos mencionados son investigadores de los institutos de Investigaciones Biomédicas y del de Biotecnología de la UNAM. Hasta ahora han logrado identificar a 12,839 genes de ese gusano.

 Parásito que se deposita en el organismo humano y está viviendo, nutriéndose, de la persona en la que se aloja, por eso se le llama parasito: “Son parásitos que toman del organismo huésped alimento y procesos como la síntesis de aminoácidos, colesterol y ácidos grasos.”

Esta publicación dice que buscan estrategias “para ubicar blancos potenciales para nuevos fármacos y además de profundizar en la biología molecular de estos organismos, la identificación de nuevos candidatos a vacunas y métodos de diagnóstico.”

Más información se encuentra en el artículo publicado en la Gaceta, de la  UNAM, del 21 de octubre de 2013, Pág.13, con el título Crean ruta para elaborar nuevos fármacos contra la cisticercosiswww.dgcs.unam.mx/gacetaweb/2003/13ene03.pdf












No hay comentarios:

Publicar un comentario

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

Seguidores