W.DURANT CONFÍA EN LA JUVENTUD, MÁS QUE EN ESTAS LEYES



FILOSOFÍA, CULTURA Y VIDA-TOMO II-EDITORIAL SURAMERICANA-BUENOS AIRES, 1960

Una sociedad con leyes apunta hacia el orden y la prosperidad.  Pero una juventud educada-dice Durant-buscará el progreso y la libertad, en la cultura, como buscan las flores el sol.

Es el difícil dilema  de gobernar con libros de cultura, no tanto con libros de leyes. La difícil ecuación: entre más libros menos cárceles. “Lo mejor que podemos hacer por la comunidad es no encadenarla con leyes sino fortalecer nuestras propias vidas con tolerancia y honor.”
Tomado del diario El País,España

Casi una utopía. Pero de utopías que se alcanzan es de lo que se compone lo que llamamos Cultura Occidental. Los pueblos que se han quedado en la utopía no son de la cultura occidental, aunque geográficamente estén en el occidente.

Quienes conozcan a Shakespeare, Goethe, Emerson, Virgilio, Miguel León Portilla, Tolstoi, Santayana, Juan Carlos Dávalos, Schopenhauer, Jean Wahl, a la Ilíada, al Popol Vuh…no tendrán por qué enfrentarse con el espíritu de las leyes.

El gran debate mundial  de legalizar, o no, la mariguana, dice de  un mundo de viejo estilo, cuando los padres no educaban a sus hijos pero sí los llenaban de temores. Carentes de vitaminas culturales, los hijos se perdían a la vuelta de la esquina.

Los laicos haciendo, no diciendo, con su ética y los religiosos, haciendo, no diciendo, con su moral. Entonces ya podrán circular por las calles todas las realidades imaginables. De todas maneras el perdido se perderá en la práctica del puro empirismo, porque ya nació con la bolsa de veneno bajo sus colmillos.   Hay que confiar en que los pillos, que se arman de cultura, para mejor cometer sus pillerías, son siempre una minoría.

El resto, como hacen los militares al atravesar un campo minado, se guiará por la intuición y el conocimiento. La intuición es lo que ha guiado a la especie no sólo a través de su natural animalidad sino también  a través de los paternalismos que prohibían pero que no enseñaban.

El principio es que las Cámaras de Legisladores autoricen presupuestos suficientes para las universidades públicas. He aquí la oportunidad para ejercer una paternidad responsable. Universidades verdaderamente universales libres de la férula del gobierno y también libres de las sectas culturales, del color que sean. Las abstracciones culturales siempre son sospechosas.

Universidades universales que enseñen, que investiguen y se difunda ese saber, a los cuatro vientos, no que se quede guardada para unos cuantos. Si por definición la universidad pública es sostenida por todos, ¿por qué cada año se quedan fuera millones de jóvenes del otro lado de la reja sin poder estudiar?

 ¿Cámaras de Legisladores  con  paternalismo responsable? “Tiempo llegará-dice Durant-  en que los hombres comprenderán que la función suprema  del Gobierno no es legislar sino educar. No es hacer leyes sino escuelas.”

Durant no aboga por el mundo de la anarquía, sino por una mejor clase política: “No debemos perder  la esperanza en nuestra especie hasta el extremo de creer  que el Gobierno estará siempre  en manos de los políticos. Cada día se eleva un poco más el nivel de la inteligencia. Cada generación nueva aumenta la herencia cultural de la humanidad y la transmite a minorías cultas más numerosas que las precedentes.”

Al final del Capítulo XVII, que llama Elogio de la libertad, Durant escribe: “Dejemos que los jóvenes  sean felices; pronto serán viejos y la lasitud de la carne  les hará virtuosos. Si su moral es, transitoriamente, un poco relajada, ellos mismos la corregirán cuando crezcan en experiencia y saber; en último extremo, tal como sugería Sócrates, debemos instruir, más que prohibir. Si queremos mejorar la moral de los demás, mejoremos primero la nuestra, pues el ejemplo habla tan alto que los preceptos apenas se oyen.”
W.J.Durant

“William James Durant (5 de noviembre de 1885 - 7 de noviembre de 1981) fue un filósofo, escritor e historiador estadounidense de los siglos XIX y XX. Conocido ante todo por su obra The Story of Civilization (Historia de la Civilización) narrada conjuntamente con su esposa Ariel. Nació en North Adams, Massachusetts. Sus padres Joseph Durant, y Mary Allard, emigrantes franco-canadienses, formaron parte de la emigración de Quebec a los Estados Unidos.En 1900 comenzó su educación con los Jesuitas en la Saint Peter's Academy. Más adelante, continuó en el Saint Peter College en Jersey City, Nueva Jersey. En 1905 adoptó la ideología Socialista. Graduado en 1907, trabajó como periodista para el New York Evening Journal de Arthur Brisbane.”













No hay comentarios:

Publicar un comentario

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

Seguidores