CHESTERTON, EL HOMBRE QUE FUE JUEVES-novela


 

Para entender al Hombre que fue Jueves primero hay que entender al Hombre que es Domingo.

Un grupo de seis agentes del servicio secreto inglés andan tras la pista de un grupo de anarquistas. Lo primero que descubren  es que estos están  organizados en el Supremo Consejo Anarquista y se han propuesto asesinar a la aristocracia europea, y mundial, y destruir sus majestuosos edificios, mediante bombas que irán colocando subrepticiamente según se presente la ocasión. También destruirán a la religión y a sus templos. No a las religiones, sólo a la religión.

Su dicho era: “El único y magno crimen del gobierno está en el hecho de que gobierna.”

(Chesterton publicó esta novela  en inglés en 1908.Quien conoce la historia europea, de la primera mitad del siglo veinte, entenderá la impresión que la obra causó en la gente. Sólo un dato que da idea de la fuerza que tenía el anarquismo en ese tiempo: un millón y medio (1,577 mil)  de anarcosindicalistas hacían el grupo más numerosos del Frente Popular en la España de 1936. Más que el socialista, también de las izquierdas, y muchísimo más que el Partido Comunista, éste apenas con 133 mil miembros. Y España no era el país europeo con mayor actividad del anarquismo y las izquierdas en ese tiempo. Con casi tres décadas de anticipación, Chesterton con su novela fue en cierto sentido  un visionario de lo que a la sazón fermentaba en Europa. )

Aquí todo está tranquilo, no hay anarquistas
Los agentes de la policía, de la novela de Chesterton, entendieron que podrán tener éxito sólo desde dentro del Supremo Consejo Anarquista. Para ello buscan penetrar las filas de los bombistas.

Pero no lo hacen de manera colegiada. El agente Syme es el que toma la iniciativa. Un policía de “banqueta” que vigilas las calles, pero que también es agente que anda tras la pista de los anarquistas, le da la clave a Syme. En tal lugar…

Syme acude a donde le indicó el policía. Era para afiliarse al grupo policiaco anti anarquista. En el sótano de un edificio le dan una tarjeta que lo identifica como miembro del grupo especial.

Sólo que no puede distinguir nada pues el lugar está en la completa oscuridad. No sabe quién le entregó la tarjeta. Con el tiempo sabrá que el que da las tarjetas de identificación es  alguien que llaman el Domingo. No Domingo, sino “el Domingo”.

Por lo pronto Syme se ve envuelto en una serie de acontecimientos en los que va descubriendo a supuestos anarquistas que en realidad son también agentes de la policía. Finalmente descubrirán que el Domingo  el hombre más fuerte del Supremo Consejo  Anarquista, también es agente de la policía.

 A estos policías infiltrados se les conoce  como el Consejo de los Siete Días. Por el modo de organizarse que tienen. Ellos mismos ignoran que los anarquistas que van tratando también son policías. En un momento hay más policías allá adentro que anarquistas.

Para llevar a cabo su trabajo de conspiración, y asesinar  a los aristócratas, regalar florecitas a los soldados en las que van las bombas, los del Supremo Consejo les asignan nombres claves.

 Son los días de la semana: uno se llamará Lunes, otro es Martes. Al agente Syme, al cual todavía no descubren  lo policías-anarquistas, lo llaman “Jueves”.

En adelante la novela irá mostrando su tono metafísico. Los bombistas de la calle son apenas como una especie de sicarios voluntarios. ¡Que la policía se las arregle con ellos! Los verdaderos bombistas están entre los intelectuales. Son los  verdaderos y reales  referentes para entender qué es estar lejos del caos social...

 Son dos fuerzas antagónicas que mueven al mundo. El Bien y el Mal pero que en el fondo no son tan diferentes una de otra: “el bien es tan bueno, que, junto a él, hasta el mal resulta explicable.”

 Hasta puede que sea una sola fuerza. Eso es lo que andan investigando los filósofos desde hace unos veinticinco siglos.

Para desentrañar el misterio será preciso conocer al evasivo Domingo. Porque el Domingo es tan obvio como indescifrable. Está tan al alcance de la mano como lejanas se encuentran las estrellas del universo allá “arriba”. “El presidente (del Consejo) Domingo es cosa excesiva para la inteligencia.”

“El Domingo es capaz de hacerse pasar por cualquier cosa”…”Aquel disfraz no lo disfrazaba, lo revelaba.”

Al final alguien le dará una pista al agente Syme para descifrar al Domingo. Es mediante el recurso de señalar en la Biblia algo del Génesis. Luego de leer, el agente Syme “Respiró (y dijo): en esta misteriosa casa, fuese lo que fuese al menos, contaban la semana a partir de un domingo cristiano.”

Los seis agentes seguirán tratando de descifrar quién es ese Domingo  que parecía más cercano y a la vez más lejano que el universo mismo.

Por último el agente Syme creyó oír de boca del Domingo, algo que había escuchado decir muchas veces, como un lugar común, aunque no sabría decir dónde lo había oído o leído:

“¿Podrán beber la copa en que yo bebo?”

 
CHESTERTON

Gilbert Keith Chesterton ['gɪlbət ki:θ 'ʧestətən] (Londres, 29 de mayo de 1874 - Beaconsfield, 14 de junio de 1936), escritor británico de inicios del siglo XX. Cultivó, entre otros géneros, el ensayo, la narración, la biografía, la lírica, el periodismo y el libro de viajes.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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