J. ORTEGA Y GASSET, ACERTIJOS


 

“Es lo que parece ser: parece ser lo que es” Ortega.

“Nada pasa de lo que podamos dar la razón” Kant

“La experiencia no explica el espíritu, el espíritu explica la experiencia” J. Wahl

“Con lo racional y lo moral Dios ha creado el mejor de todos los mundos posibles” Leibniz

“Cuando la gente ve lo que no comprende ni siquiera cree lo que ve” Chesterton

Santa Claus, sabido es, también tiene forma de humano…

Imaginamos a los extraterrestres con forma antropoide, porque así somos los terrícolas, dos brazos, una cabeza, dos ojos, etc.

Si los terrícolas tuviéramos, corporalmente, forma de dado, es decir, cubica, también,  nos parecería  que los extraterrestres  tendrían forma de dado.

La niña Alicia, cuando pasaba del otro lado del espejo, hacía cosas desusuales pero seguía  teniendo su forma física, como cuando estaba de este lado del espejo.

Las criaturas de la noche,  de los aquelarres de Walpurgis, donde Mefistófeles  y Fausto se dan la “gran vida” y las brujas van volando sobre sus escobas, también siguen teniendo forma humana.

WALPURGIS
Tláloc, el gran dios omnipresente, de la Naturaleza, en todas las civilizaciones de la cultura mexica, náhuatl, el que provee de humedad a la diosa Chicomecoatl, la tierra, para que broten las simientes y de ahí la vida, también tiene forma humana. El paraíso Tlalocan teotihuacano-mexica, igual que el paraíso de los católicos, tiene la estructura familiar. Como la tenemos aquí en la tierra los humanos.

TLALOC
Los filósofos racionalistas, desde Platón, piensan que las cosas son como las imaginamos porque actúa en nosotros una especie de reminiscencia, ideas que preexisten en nosotros.

“Para los racionalistas clásicos-escribe Jean Wahl en su obra Introducción a la filosofía, capítulo IX-, trátese de Platón, Descartes o Leibniz, nuestras ideas verdaderas son verdaderas porque reproducen una realidad inteligible.”

Pero aquí es donde  Kant se aparta  y piensa diferente. No hay nada independiente de las cosas materiales. Dice que las imaginamos pero no podemos imaginarlas diferente a como nosotros somos. Nos movemos en la dimensión de tiempo y espacio y nos regimos por las leyes de la causalidad.

Kant no niega  los mundos espirituales, que él llama cosas en sí. Lo que  dice es que con nuestros parámetros  fenomenológicos, de ver las cosas, no podemos pensarlas de otra manera; “Kant reemplazó esta idea de reproducción o duplicación por la idea de que la verdad resulta formada y en rigor casi creada por nosotros. Para Kant no hay ningún reino independiente de realidades objetivas, como lo hay para Platón y Descartes. Según Kant no podemos tener idea alguna del mundo de las cosas en sí, puesto que si conocemos alguna cosa la colocamos bajo nuestras formas y categorías y por  ende las trasformamos.”

¿La realidad?

Las definiciones en filosofía son muy huidizas, o acomodaticias a esta o a otra teoría, según convenga. Por eso Ortega pone las bases y define el concepto:

“La llamada realidad física es una realidad dependiente y no absoluta, una cuasi-realidad-porque es condicional y relativa al hombre .En definitiva, la llama realidad el físico a lo que pasa si él ejecuta una manipulación. Solo en función de esto existe esa realidad.”

Los conceptos cambian de un pensador a otro, por ejemplo Platón y Kant, según observa Wahl: "En Kant están los ojos cerrados de nuestro espíritu cerrados para aquello para lo que están abiertos en Platón y abiertos para aquello para lo que están cerrados en éste último.

 También observa que, en un mismo pensador, hay divagación respecto de un mismo concepto: "dentro del fenómeno distingue Kant la materia y la forma sin estar muy en claro si la materia del fenómeno es o no el noúmeno."

Eso es lo que pasa en nuestro Universo. Pero Ortega  habla del Multiuniverso, varios universos. Y no precisamente se refiere a la N cantidad de planetas.

No podemos tener idea  de las cosas en sí, dice Kant,. Pero Platón y otros filósofos, en el transcurso de la historia de la filosofía, se preguntan ¿por qué no?

Ortega soñó en su juventud (en su muchachez, dice) que era filósofo y hablaba al público en un enorme auditorio. Eso lo recordó cuando, ya filósofo, desarrollaba una clase de filosofía en un auditorio.

¿El muchacho Ortega  se hizo a partir de un sueño o el muchacho Ortega tuvo una intuición, un conocimiento antes del conocimiento, de lo que iba a ser?

¿Qué pasó? Él mismo no lo sabe: “Ahora no sé bien si aquel sueño se realiza en este momento o si este momento es aquel sueño y soy ahora aquel soñador?”

¿Quién sabe? Una cosa es cierta y es que el sólo hecho de pensar es caer en la trampa del cazador de osos porque, dice Ortega, “negar es pensar”. Pensar en que, con lo que se niega, tiene al menos una posibilidad de ser.”

Cierra Ortega los ojos y el Teatro de la Opera de Paris desaparece, los abre y el teatro aparece. El teatro está ahí, sin cambios, él es el que con ese sencillo acto de abrir y cerrar los ojos, se mete en todo un rico mundo de consideraciones subjetivas:

“El pensamiento tiene el misterioso privilegio de que su ser, lo que él pretende ser, se reduce a un parecerme a mí, a un ser para mí.”

Como los escaladores imaginan dificultades físicas que tiene la montaña, cuando esas dificultades sólo se fabrican en la imaginación del escalador.

 Creemos en cosas reales antes de que podemos conocerlas, como la imaginación, más referida como intuición, la cual se define como cocimiento antes del conocimiento, y que tiene los ingredientes de instinto más inteligencia. También pudiera ser como el a priori.

No es necesario que los bombistas busquen, entre los bolsillos de sus monos, las bombas con intención de arrojarlas. Ni que los católicos esparzan agua bendita para ahuyentar a los demonios. De todo eso el mundo ya ha tenido suficiente.

Ortega parece llamar al ecumenismo o, como se dice en filosofía, al eclecticismo: “El mundo real y el soñado no se diferencian radicalmente por su contenido son, comportamientos colindantes,  separados sólo como en la Edad Media se decía, que el jardín de Virgilio estaba separado, del resto del mundo, por un muro de aire.”

Chesterton persigue también la solución dialéctica pero lo dice de otra manera:

“Una pobre mujer poseía una colcha de retazos hechos con fragmentos, de uniformes franceses e ingleses, de soldados  que lucharon en Waterloo”

 
ORTEGA

“José Ortega y Gasset (Madrid, 9 de mayo de 1883 – ibídem, 18 de octubre de 1955) fue un filósofo y ensayista español, exponente principal de la teoría del perspectivismo y de la razón vital (raciovitalismo) e histórica, situado en el movimiento del Novecentismo.”WIKIPEDIA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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