W.DURANT Y EL REGRESO DE AQUILES


En la antigüedad Aquiles fue enviado a la guerra de Troya. En el tiempo presente Aquiles es enviado a la guerra de Troya. Y mañana Aquiles será enviado a la guerra de Troya.

 Los adictos a interpretar la historia lineal tendremos la razón cuando este círculo  se interrumpa. Entre tanto, la historia se repite.    

Mientras eso sucede conviene leer a Will Durant, sabio y prolífico   filósofo estadounidense de los tiempos modernos.

Y conocer también la cronovisión nahuatl. El universo indio americano tiene una  serpiente con dos rostros que  se miran cara a cara. Es el cinturón que encierra uno de los mejores calendarios astronómicos que se han concebido hasta el presente. Se llama Piedra del Sol, más conocido como “Calendario Azteca”. Fue terminado en 1479. Su concepción, desarrollo, comprobación y ejecución debió haber llevado miles de años.

 La noche que devora al día y el día que acabará con la noche, la primavera con su regalo de vida y el invierno que purifica todo lo enfermo para que la vida vuelva con la primavera. Así por siempre. Hasta un “siempre” donde  todo vuelve a comenzar y otra vez a terminar. Y, entonces, en algún lugar del cosmos, dice Lawrence, vuelven a revolotear unas lucecillas, salidas quién sabe de de dónde, y todo vuelve a comenzar.

 El noble Aquiles será de nuevo enviado a Troya

Es una historia caótica que suele romper con la causalidad, con la linealidad, en la que creemos,  con más frecuencia de la que creemos.

Como la gente  que habita en los estados centro-sur de Estados Unidos,  que se conoce como el Corredor de los Tornados. Lugares que cada año son fuertemente castigados por esas fuerzas incontenibles. Los que de alguna manera estamos familiarizados con ese fenómeno atmosférico nos preguntamos ¿Cuál es la situación normal?, lo lineal o lo caótico.

La Piedra del Sol fue  terminada  dentro de la civilización mexica. Habla de mundos y planetas que se acaban y que vuelven a empezar. Y de astros que nacen de la oscuridad del cosmos. Y los humanos, como espejos fractales, que nos comportamos como esos cosmos que nacen y hacen ¡plop! Como el insecto que nace a las ocho de la mañana y para las dos de la tarde ya es ancianito.

 Entre los “blancos” se  necesitó la mentalidad de un  D.H. Lawrence, autor de la novela   El amante de Lady Chatterley, para poder penetrar el inhumano  mensaje del Calendario Azteca. En su obra Mañanas en México, escribió:

“Por mi parte, no creo en la evolución; y mucho menos como una cinta atada a la Primera Causa, que vaya enredándose  lentamente en una ininterrumpida continuidad a través de los siglos. Me satisface más la teoría de los aztecas  acerca de los Soles, es decir, una serie de mundos sucesivamente  creados y destruidos. El Sol, de repente,  entra en convulsiones, y los mundos se apagan  del mismo modo  que otras tantas velas  cuando alguien tose en medio de ellas. Después, sutil y misteriosamente, el sol vuelve a estremecerse y una serie nueva de mundos parpadeantes comienza a iluminarse.”

Aquí se aprovecha el pasado, no se vive en el pasado.  Es el axioma de Tucídides: repetir para aprender y aprender para remediar. Durant lo dice de manera moderna: “la historia (pretérito) sólo tiene valor para nosotros en tanto que ilumine el presente y nos ayude a mejorar el futuro.”

La historia lineal es algo que está enmarcado en el mundo de la causalidad, hoy es el resultado del ayer y será el de mañana, siempre, sin interrupción, donde nada se repite.

 Pero Ulises se repite…No hay linealidad.

Durant cita a Virgilio que “expresa en ocurrencias melodiosas la visión lúgubre de un eterno retorno, el ciclo perpetuo y repetición momentánea de sucesos idénticos.

Pero yo, que creo en la historia lineal, sigo escuchando a Durant:

“Habrá otro Tifis, un profeta antiguo, y otra nave Argos llevará a los héroes preferidos; habrá asimismo otras guerras y el noble Aquiles será de nuevo enviado a Troya.”
 
Durant
“William James Durant (5 de noviembre de 1885 - 7 de noviembre de 1981) fue un filósofo, escritor e historiador estadounidense de los siglos XIX y XX. Conocido ante todo por su obra The Story of Civilization (Historia de la Civilización) narrada conjuntamente con su esposa Ariel. Nació en North Adams, Massachusetts. Sus padres Joseph Durant, y Mary Allard, emigrantes franco-canadienses, formaron parte de la emigración de Quebec a los Estados Unidos.En 1900 comenzó su educación con los Jesuitas en la Saint Peter's Academy. Más adelante, continuó en el Saint Peter College en Jersey City, Nueva Jersey. En 1905 adoptó la ideología Socialista. Graduado en 1907, trabajó como periodista para el New York Evening Journal de Arthur Brisbane.”




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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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