Moralizando
el texto…
El mundo de
ahora no gusta de empezar un escrito empleando el gerundio ni mencionar el
asunto de la moral.
Tácito no está de acuerdo con lo anterior. Su asunto, tratándose de la educación de los niños, la moral es la que pone por delante.
Tácito no está de acuerdo con lo anterior. Su asunto, tratándose de la educación de los niños, la moral es la que pone por delante.
“Moral es lo
primero y más importante que deben aprender los niños de sus padres.”
Cornelio Tácito fue un senador romano, del
primer siglo de la era cristiana, y también historiador. Sabía de lo que estaba
hablando cuando escribió su famosa obra Sobre
los oradores.
Desde su
encumbrada posición de mando veía las oleadas de gente que, por voluntad o por
la fuerza, se iban a vivir a Roma. Llevaban desde sus provincias o sus imperios,
conquistados por Roma, una numerosa diversidad de manera de entender a su niñez. Desde las más rigurosas
disciplinas hasta las más blandas o desatendidas. Vistos desde el “ethos”
grecorromano de Tácito, la moral, o las morales, ese conjunto de
comportamientos y normas válidas en sus lares extranjeros, ahora tenían muchas deficiencias que los niños,
especialmente los niños romanos, debían evitar.
El mundo
puede vivir como sea su voluntad, pero el grupo que se crea heredero de la
cultura, que la humanidad ha desarrollado durante largos siglos, está obligado,
por esa herencia, a conducirse de cierta manera.
La fenomenología también se hace presente en la cultura, no sólo en la física. Somos el efecto de lo que sucedió ayer y a la vez somos la causa de lo que sucederá mañana.
La fenomenología también se hace presente en la cultura, no sólo en la física. Somos el efecto de lo que sucedió ayer y a la vez somos la causa de lo que sucederá mañana.
No es aventurado decir que Roma fue, en gran medida, una continuación del anterior estilo de vida de los etruscos.
Los aztecas
se erigieron en herederos, culturales,
de la gran civilización teotihuacana-tolteca.
El
eclecticismo, disolvente, se hace presente
en los pueblos que han sido subyugados y su moral trata de salir a flote ya en las nuevas condiciones de vida.
Entre tanto se aferra a lo que ha quedado de las suyas. De ahí que Tácito diga
que los niños no deben dejarse al cuidado de los sirvientes o esclavos. Porque se está frente a dos modos
de concebir la vida y el mundo.
Schopenhauer, se adelanta a los sistemas pedagógicos "modernos" en los que al niño se le deja hacer lo que él quiera por que es un niño, dice: " Precisamente porque es un niño,hay que corregirlo a fin de que no conserve sus malos habitos."
Schopenhauer, se adelanta a los sistemas pedagógicos "modernos" en los que al niño se le deja hacer lo que él quiera por que es un niño, dice: " Precisamente porque es un niño,hay que corregirlo a fin de que no conserve sus malos habitos."
Subyace la
prevención que los valores tradicionales, y el universo de las ideas se ausenten,
o se corrompan, en el centro del poder. Se busca evitar que
los modos de vivir, del exterior conquistado, presionen sobre el centro
conquistador. Y a la vez imponer lo que
se cree es lo mejor de la civilización y modos de pensar del grupo hegemónico .En
todas las épocas y en todas las coordenadas del planeta se ha procedido así.
Los romanos
heredaron mucho de la cultura griega, ya conquistada por ellos, pero la
adaptaron a su modo.
No obstante,
las observaciones de Tácito tienen validez universal e intemporal. Nadie puede
educar mejor a los niños que sus padres, sin importar el “ethos” al que estos
pertenezcan. O deformar su conducta si los padres no cuentan con las vitaminas
culturales suficientes.”Los niños necesitan modelos”, dijo el policía Murphy,
en la película norteamericana Robocop.
Siempre teniendo presente lo que los
filósofos llaman idea operante, que
no es otra cosa que practicar con el ejemplo, no con el discurso. En México dos
dichos populares ilustran esta situación: “Dime qué haces y te diré quién
eres”. O bien: “De lengua me como un plato”. Qué hago, no qué digo que hago.
Será una
masa inmensa de individuos que viven juntos, buscando la prosperidad en lo material, pero no para
progresar aprendiendo y haciendo cultura en el marco de lo universal. Hace dos
mil años el hogar formaba a los niños o en
la calle se deformaban.
En la actualidad la tarea es más ardua. La
televisión está en el centro de la sala de nuestros hogares con un contenido de
al menos el 80 por ciento de programas de violencia y sexo, sólo para mayores,
que de todas maneras, inevitablemente, ven los niños. Los niños del siglo veintiuno aprenden de su nodrizatelevisión.
Para Tácito todo esto empieza con la educación
de los niños. Es la edad que se forja la personalidad. Para Goethe también lo
es:
Pueblo, siervos y señores
proclaman a no dudar,
que la dicha más cumplida
de los hijos de la Tierra
es la personalidad.
Tácito refiere el modo cuidadoso de educar a los
hijos en la época inicial de Roma. La madre era, literalmente, una esclava en
la atención de su hijo:
“Porque en
otro tiempo el hijo de cada uno, nacido de madre casta, se educaba no en la
celda de una nodriza comprada, sino en el regazo y el seno de la madre, cuyo
principal elogio era cuidar la casa y ser esclava de sus hijos. Se escogía,
empero, alguna parienta de edad avanzada, a cuyas costumbres probadas y examinadas se confiara toda la prole de una misma familia. En su
presencia, ni decir era lícito lo que parecía torpe de decirse, ni hacer lo que
no parecía honesto de hacerse.”
Después la
madre romana estaba tan abrumada atendiendo asuntos de la sociedad, que dejaba
el cuidado de los niños a los sirvientes o esclavos:
“En cambio ahora, al nacer,
el infante es entregado a alguna esclava grécula, a la cual se suma uno o dos
de entre todos los siervos, por lo común los más viles y no apropiados para
ninguna función seria. De los cuentos y
errores de estos se empapan desde luego sus ánimos tiernos y sin cultivo y
nadie en toda la casa tiene de lo que dice
o hace ante el infante señor. Aun más, los mismos padres acostumbran a los
párvulos no a la probidad ni a la modestia,
sino a la frivolidad y a la burla por cuyo medio poco a poco se insinúa la imprudencia y el desprecio de lo propio y
de lo ajeno.”
“Cornelio
Tácito (en latín: Cornelius
Tacitus; c. 55 – 120) fue un historiador,
senador,
cónsul
y gobernador del Imperio
romano.”
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