Lugar: una taberna en cualquier lugar del planeta. Muy
concurrida en la que se oyen al menos mil individuos hablar al mismo tiempo.
Hora: la última media hora de la reunión, cuando lo que se
dice son incoherencias
Tiempo: estos cuatro filósofos, reunidos en derredor una mesa, ya están fuera de la causalidad.
En vida Heráclito
de Éfeso estuvo en este planeta del 535 a C- 484 a C. Parménides del 530 a C.-515 a C. Empédocles de Agrigento del 484 aC-424 a C. Spinoza del 1632-1677
La mesa de junto está ocupada por cuatro mortales, dos
mujeres y dos hombres, pero no se comunican entre sí. Están reunidos pero cada
uno habla por teléfono celular.
Había una apuesta entre los filósofos: el que perdiera,
argumentando, o que ya no tuviera más argumentos, pagaba la última ronda de
cervezas Sink the Bismarck y salchichas Frankfurt. Las enormes papas cocidas, generosamente cubiertas con
mantequilla, eran cortesía de la casa.
Heráclito:-Insisto en que la fuente
de la vida es la lucha, el movimiento. Lo contrario es lo conveniente. O sea
que vamos por la vida moviéndonos en la contradicción, la desigualdad, entre
los opuestos. Para mejor explicarme se trata de un cambio constante. Dicho de otra manera, es la duración eterna de
las cosas pero a través de un imparable cambio que lleva al movimiento. Y al
movimiento que lleva al cambio. La causa que tiene su efecto y, a la vez, un
efecto que se convierte en causa de otro efecto. Así, por siempre.
Una de las mujeres hablaba a su casa,
con su hija, dándole instrucciones cómo preparar la sopa: Le pones ajos, aceite
de oliva y sal, no mucha porque a tu abuela le sube la presión…
Diógenes Laercio piensa: estos perros
parecen muy amigos entre sí. ¿Qué pasará si arrojo un hueso entre ellos?
Parménides:-Es mentira lo que dices, Heráclito. Si algo es,
es así. No pude ser de otra manera. El mundo es de armonía. Lo mecánico y lo
aleatorio hacen esa armonía. Parece que tu confusión es en el empleo de lucha en lugar de armonía. Con tu idea del eterno movimiento estás cayendo en la
contradicción. Yo digo que lo que es no
puede no ser. Todo existe de una vez y para siempre. Y no tiene por qué
estarse haciendo y deshaciendo. Con el movimiento estás afirmando la inmutabilidad.
Y lo inmutable no puede cambiar hacia el movimiento, porque entonces ya no
sería inmutable. Se es o no se es. No podemos decir se es y se es porque ya es.
Y como el no-ser no existe, entonces afirmamos que el ser es permanente.
-¿Pero qué entiendes por ese ser que no cambia?
-Eso ya lo veremos en otra ocasión. Lo que ahora está sobre
la mesa es si hay móvil o inmovilidad. Si hay movimiento hay lo múltiple, la
diversidad. O bien, como yo digo, lo quieto, lo uno, la unidad, la eterna
armonía.
El otro mortal, al parecer arquitecto, se comunicaba por
celular en voz alta con su maestro de obra:
Las varillas tiene que ser de cinco metros y media pulgada de grueso. Van entrelazadas,
como malla, me entiende, sujetas con alambres en la intersección para que a la
hora de echarle la revoltura de cemento de la losa no se vaya a mover de su
lugar…
Empédocles:-Cuenta con mi voto, Parménides. Opino igual.
Aire, fuego, agua y tierra son eternos y eso da quietud. Cada uno de estos
elementos está en constante movimiento pero, como entre seres de una misma
especie no hay cambio, el aire es el aire y el agua es el agua. Por eso digo
que son eternos.
Heráclito:-¿Qué me dices de la tierra?
Empédocles:-Casi. Empezó y terminará pero va para largo.
El mortal número tres, al parecer abogada, le daba
instrucciones por el celular y también en voz alta, casi gritando, a su secretario
que redactara en el Ministerio Público el acta de demanda por difamación que un
artista cantante le estaba levantando a alguien por haber dicho en público que
ella tenía voz de “chorro”…
Al mismo tiempo el mortal número cuatro hablaba a una tienda
de artículos para alpinismo: La cuerda tiene que ser de perlón, de once
milímetros y de ciento cincuenta metros, porque el rappel que efectuaremos es un extraplomo de las montañas de Pachuca, del estado de Hidalgo, en una roca
llamada La Pezuña, que tiene descenso de unos sesenta metros de profundidad…
Spinoza creyó tener la fórmula filosófica ecuménica y para
eso introdujo el asunto de la virtud:-El principio de la virtud es el comienzo
mismo para conservar el ser propio, y que la felicidad consiste en que el hombre pueda conservar su
ser…Es tan imposible que el hombre se
esfuerce por la necesidad de su naturaleza en no existir, o en cambiar de forma,
como lo es que algo sea hecho de la nada.
Heráclito no aceptó los argumentos pero tuvo que pagar la
ronda. Al final, en tanto pagaba en la caja de la taberna, le dijo a
Empédocles: En nuestros tiempos, recordarás, nos reuníamos
para platicar, y el lugar era un espacio de convivencia, de reflexión. Ahora,
por lo que veo, la calle es una “oficina global”, llamémosle así. Desde la
calle, caminando, en vehículo particular o público, esté en el partido político
en el sindicato o en iglesia o copulando, todo trata de arreglarse desde el
celular.
Parménides se quejó:-Ya no hay filósofos en el mundo. Los que
hacíamos filosofía, la vivíamos, la comentábamos y la escribíamos, hace mucho
que nos salimos de este planeta…
Spinoza dijo:- Sí hay, sólo que ahora los tiene reunidos en
sitios específicos. Son como lugares de
concentración.
Empédocles-¿Lugares de concentración? Curioso nombre.
Spinoza:-Bueno no exactamente así. Según el estatus social…Si
los filósofos son de clase media, hacia
arriba, les llaman “institutos”.
Parménides:- ¿Si es de media para abajo?
Spinoza:- Manicomios...
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