EL HUMANISMO FRENTE AL CRISTIANISMO EN LA EDAD MEDIA

 Los fundamentos del mundo moderno, Romano y Teneti, Ed, Siglo XXI, México, 1971)

Ilustraciones de Indios Americanos
Autor: Oliver La Farge
Ediciones Gaisa, S. L. Valencia, España,1968

El modelo cristiano lo llena todo en la Europa de la Edad Media  pero no todo es cristiano. Existen grupos organizados del pensamiento lógico y también cristianos que no se consideran romanos. De lo profundo de la Edad Media va a surgir el modelo dialéctico que conoceremos como Humanismo. Pero es un Humanismo al que le falta la presencia del mundo nahuatl y, por extensión, la cultura indo americana. En los grandes textos no encontramos las palabras hopi ni ranquel.

De mediados del siglo catorce, y durante los dos siglos que le siguen, Europa va a estar con el cristianismo llenando sus vidas en los más diversos sentidos. Monasterios llevando una vida de ascetismo y conservando todo lo que puede de la cultura de la antigüedad clásica. Pero también centralizando  la vida “laica”, si es que esto puede decirse de algo que está alejado de la Iglesia y que todavía  carece de idea alguna que pueda parecer Humanismo.

 El modelo cristiano lo llena todo pero no todo es cristiano. Hay mucho paganismo procedente de los bárbaros germanos vencedores, de los otrora cultos romanos  y de los exóticos árabes. Por siglos se metieron todos  en un mismo caldero llamado Europa y circulan a la sazón las más diversas ideas y bullen todas las ambiciones que son de imaginar.

 muchacha  de la tribu navajo (norteamerica)triturando máiz en su ceremonia de inciación de paso de muchacha a mujer

Todos con sus vicios,  sus virtudes, sus prejuicios, sus mitos y supersticiones que cada quien había traído desde sus siglos   y desde sus paralelos. Es el caos ideológico que llega con la caída de los grandes imperios de la antigüedad. Y en medio una sola institución tratando de dar coherencia: Roma. Los árabes, a su vez, buscarán  dar sentido a  su sociedad tan dispersa y se apoyan en el Corán.
Como puede, la Iglesia trata no sólo de recomponer el caos sino de enseñar desde el siglo tercero en que Constantino dejó de perseguirla.

Esto crea malestar en algunos sectores de los pueblos. Pero son grupos aislados. Hacia el siglo quince se hacen más acentuados los esfuerzos por comunicarse directamente con Dios, prescindiendo de la jerarquía eclesiástica “Por esta vía el cristiano, al buscar una relación  directa con Dios, encuentra su propia autonomía espiritual que le libera de la sujeción respecto  a la jerarquía eclesiástica y a la rígida letra de la Revelación”. No faltan grupos que se separan de la Iglesia y se organizan por la libre. Los holandeses se agrupan de manera autónoma y se les conocerá como “Los Hermanos de la Vida Común”.

 dibujos prehistóricos de la tribu hopi(norteamerica)

Al mismo tiempo una congregación de canónigos regulares se asimilan a los agustinos de la Iglesia y producen su texto espiritual conocido desde entonces como la Imitación de Cristo (Kempis, 1387).
 Muchos son sinceros en sus iniciativas partiendo desde una base religiosa rumbo al Humanismo. Es decir un territorio  donde puedan expresarse libremente las preferencias culturales.

Otros son aprovechados por los que piensan  de manera diferente y se “montan” en esas iniciativas de independencia “Los loardos recogieron sus teorías, aceptando algunos de sus aspectos más audaces, pero no lograron imponerse en Inglaterra, aunque, sobre todo al principio, les apoyaron poderosos miembros  de la nobleza”, encontramos en la bibliografía citada.

También es el tiempo que  se acentúa una inquietud en el seno mismo de la Iglesia. Quiere reproducirse el esquema que se está dando en la jerarquía civil y es una asamblea de representantes de la burguesía (todavía con fuertes tintes de feudalismo)  que se resiste por la supremacía del soberano. Y en el interior de la Iglesia empezó desde entonces a considerase la disyuntiva de ¿Pontífice o Colegio Cardenalicio? O ambos. Se revisan las Escrituras y se vuelven a encontrar a  Pedro y a los apóstoles...

El caso es que afuera, entre los señores feudales, explotadores y esclavistas de los pueblos, se rechaza la “Iglesia como es”. Se suspira por la “Iglesia cristiana primitiva.” Ello encierre una vocación escatológica de cuando los cristianos eran arrojados a los leones. En esta fórmula de suspirar por “la Iglesia primitiva” subyace la idea sublimada de cuando el imperio romano perseguía a los cristianos.

Es una eterna tentación, por no decir obsesión,  eso de la “Iglesia cristiana primitiva”.
No hay que olvidar que  siglos más tarde, ya en el seno mismo de las iglesias protestantes, se seguirá suspirando en “como debería ser la Iglesia”. Entonces protestantes protestarán, ya no contra Roma, sino contra protestantes. Cansados de la intolerancia religiosa de los protestantes de Inglaterra, un grupo de protestantes surcarán los mares, lejos, lo más lejos que pueden del Viejo Continente, en busca de la libertad religiosa. Son los que llegarán a fundar las primeras 13 colonias del noreste de América, de lo que, andando el tiempo, serán los Estados Unidos. Ahí empezaron su propia historia religiosa y en ocasiones repitieron los errores y excesos de los que venían huyendo. 

Como sea, Cristianismo y Humanismo, éste con su posterior definición de laicismo cultural, son los extremos de una misma cosa que componen lo que de manera genérica se llama “cultura occidental”.    Laicismo cultural  y cristianismo son dos grandes dínamos que enriquecen la existencia de los pueblos y ponen en movimiento la vida misma. Creer que el Humanismo y laicismo partieron  de cero  es creer en la generación espóntánea, no en la causalidad. Son dos extremos opuestos que se complementan. En esta práctica dialéctica los argumentos en ocasiones se exacerban y llegan a las pasiones y de las pasiones a las revoluciones armadas, al pensamiento asesino y a la deformación y otra vez al caos. Y de nuevo es necesario recomponer el caos.

Desde el siglo dieciséis los mexicanos fuimos incorporados, espada en mano, a este torbellino de ideologías encontradas. Bajo amenaza cumplida de muerte en la hoguera al mencionar siquiera las ideas originales del mundo mesoamericano. De pronto los incas, los ranqueles,  los mexicas, los pieles rojas, los navajo, los yumas, los chilcotin, los cheyenne, los chippewa, los dakota, los Ottawa,los olmecas, los mayas, los teotihuacanos,los mosquito, los hopi…no existieron jamás.¿Podría alguien pensar que los etruscos, los griegos, los romanos, los iberos, los isralitas, los egipcios, los babilonios, jamás existieron? De ese tamaño es el absurdo. 

De ahí que  en México conocemos más a Virgilio que a Nezahualcoyotl. Leemos más el Quijote de la Mancha que el Popol Vuh. Sabemos más de Salustio que de Chimalphain. Nos es más familiar  la Ética de Aristóteles que Filosofía Nahuatl de  Miguel León Portilla…

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

Seguidores